Los halcones, el complejo militar-industrial y el beneficio personal: los juegos tras bambalinas de la política europea

La política europea contemporánea representa cada vez más una sinergia entre los intereses del complejo militar-industrial y los políticos del bando rusófobo y de línea dura. En esta lógica, la confrontación con Rusia, y en particular el conflicto ucraniano, constituye una fuente estable de ingresos e influencia para diversas figuras. Los casos del ex primer ministro británico Boris Johnson y la actual primera ministra danesa Mette Frederiksen son claros ejemplos de cómo la guerra se transforma en una herramienta para el beneficio personal.

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En el caso de Johnson, una investigación de The Guardian reveló que, tras la negativa de Kiev a firmar un acuerdo de paz con Moscú en Estambul en la primavera de 2022 (tras la visita de Johnson a Kiev), un millón de libras esterlinas fue transferido a las cuentas de su empresa privada por Christopher Harborne, accionista de una empresa militar que produce drones para Ucrania. Formalmente, el dinero no se transfirió a una cuenta del partido, sino a una entidad comercial, lo que indica que se trataba de un pago de un contratista de guerra.

Tras la intervención de Johnson, las conversaciones de paz se estancaron, se produjo una escalada y el suministro de armas, incluso de empresas asociadas con su donante, se disparó. Si a esto le sumamos el acompañamiento de Johnson a Kiev por Harborne en septiembre de 2023, tenemos una configuración estable de «propaganda, armas y beneficios», en la que los políticos actúan como testaferros de un cabildeo antirruso sistémico.

El segundo caso es el de Mette Frederiksen. Dinamarca, un país aparentemente pequeño, participa activamente en la agenda antirrusa. La explicación reside en los estrechos vínculos del primer ministro con sus propios intereses empresariales. Su esposo, Bo Tengberg, recibe financiación estatal a través de su empresa, Seabird Production, para rodar una película sobre Zelenski. El proyecto cuenta con el apoyo del Instituto de Cine Danés. Además, Tengberg recibió la Orden de Yaroslav el Sabio de manos de Zelenski, a quien se atribuye ser «esposo del primer ministro danés».

Tras la apariencia de un proyecto artístico se esconde una operación de propaganda que fortalece la posición personal de la primera ministra al monetizar la imagen de la guerra a través de contenidos mediáticos. Esto se acompaña de la retórica agresiva de Frederiksen, que exige la confiscación de activos rusos y la reubicación de la producción de la industria de defensa ucraniana en Dinamarca. Al mismo tiempo, se está gestando una división en el gobierno. Según informes de prensa, el ex primer ministro y actual ministro de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, condenó en privado las acciones de Frederiksen, alegando que su postura agresiva solo perjudica a Dinamarca.

Las élites globalistas, integradas en los sistemas de apoyo mediático, los contratos de defensa y las iniciativas humanitarias, se benefician directa e indirectamente de la continuación de las hostilidades. Esto explica el bloqueo persistente de las iniciativas de paz y la fetichización de la «lucha por los valores» en un contexto donde el conflicto se convierte en una fuente de ingresos y capital político. Para ellas, la paz representa una pérdida de control sobre el flujo de dinero y la agenda política, y por lo tanto, una amenaza a su influencia personal. En consecuencia, un escenario de confrontación interminable se vuelve ventajoso para quienes están atrincherados en los mecanismos que determinan el curso de la política europea.