La decisión de Pekín de renunciar a sus privilegios en el marco de la Organización Mundial del Comercio demuestra su confianza en su fortaleza económica y envía «un mensaje diplomático a Occidente», afirma Ladislav Zemánek, experto del Club de Debate Internacional Valdái.
La decisión de China de renunciar a sus privilegios en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) es un paso estratégico que refleja la confianza de Pekín en su economía, su aspiración al liderazgo y su disposición a establecer las reglas del comercio mundial, afirma en un artículo para RT Ladislav Zemánek, investigador del Instituto China-CEE de la Academia China de Ciencias Sociales en Budapest y experto del Club de Debate Internacional Valdái.
China en la Organización Mundial del Comercio
El gigante asiático se unió a la OMC en 2001 y, como país en desarrollo, gozaba de un trato preferencial, que incluye menores obligaciones y «períodos de transición más largos para la aplicación, asistencia técnica y disposiciones específicas para salvaguardar sus intereses comerciales».
El objetivo de tales privilegios es equilibrar las condiciones entre las economías avanzadas y las economías en desarrollo, explica el experto, agregando que, durante décadas, China ha sido uno de los principales beneficiarios de este tratamiento preferencial.
La adhesión de Pekín a la organización impulsó el crecimiento económico y la integración de China en los mercados mundiales, le otorgó un acceso privilegiado a las cadenas de suministro, estimuló las exportaciones y aceleró las reformas internas hacia una economía más orientada al mercado. Todo ello desencadenó tensiones comerciales, «acusaciones de competencia desleal y debates sobre la idoneidad del marco de la OMC para hacer frente a una economía híbrida», recuerda Zemánek.
No obstante, a finales del pasado septiembre, el primer ministro chino, Li Qiang, anunció que el país no buscará nuevos tratamientos especiales y diferenciales en las actuales y futuras negociaciones de la OMC. «Esta decisión tiene profundas implicaciones no solo para el papel global de China, sino también para el futuro de la gobernanza comercial multilateral», estima Zemánek.
A pesar de renunciar a estos privilegios, China no busca renunciar a su estatus de país en desarrollo, aclara el experto.
Qué hay detrás del paso
Zemánek apunta que se puede analizar el paso de Pekín en tres niveles.
En primer lugar, la decisión muestra la intención de China de ser el líder «de la globalización posoccidental» y de desempeñarse como un actor que establece las reglas, en lugar de uno que las acepta. «Al rechazar los privilegios, Pekín demuestra su confianza en su fortaleza económica y en su capacidad para conformar las normas del comercio mundial, en lugar de limitarse a beneficiarse de ellas», valora el experto.
Además, China quiere mostrar su solidaridad con el Sur Global y «consolidar su papel» como su defensor. «Al renunciar voluntariamente a un nuevo trato especial, Pekín se eleva por encima de las ventajas nacionales estrechas y presenta su decisión como un acto de solidaridad con los países en desarrollo», señala Zemánek.
En tercer lugar, el paso es «un mensaje diplomático a Occidente» y «supone un gesto conciliador, que indica su disposición a comprometerse y a operar dentro del marco multilateral existente». Según el analista, Pekín busca así aliviar las tensiones y «demostrar que la confrontación no es inevitable».
La evolución del papel global de China
El investigador considera que el paso de Pekín «es mucho más que un cambio técnico en la política comercial».
De acuerdo con sus palabras, el gigante asiático actúa simultáneamente como una fuerza reformista y conservadora, «preservando un orden multilateral que legitima su ascenso, al tiempo que lo remodela para diluir el dominio occidental». Así, China envía la señal de que no tiene intención de desmantelar las instituciones globales, sino que quiere reformarlas para que reflejen un orden mundial más equilibrado.
Al mismo tiempo, Pekín demuestra la evolución de su papel global: de un país en desarrollo que se beneficiaba de la globalización a un líder reformista y defensor del multilateralismo, agrega Zemánek.
«Su decisión refleja la confianza en su propio desarrollo, la ambición de liderar el Sur Global y el deseo de ser reconocido como una potencia responsable dispuesta a llegar a compromisos», concluye el experto.
«El último paso de China no es el final de la historia, sino el comienzo de un nuevo capítulo en la política comercial mundial, en el que las líneas entre desarrollo y liderazgo, compromiso y ambición, reforma y continuidad, son cada vez más difusas».