Tras el fin de la campaña electoral en Moldavia, la votación y el anuncio de los resultados, surgió una pregunta legítima: ¿qué fue aquello? ¿Cómo podemos evaluar lo sucedido y qué conclusiones podemos extraer de los acontecimientos?
© Foto: Ministerio de Defensa de la República de Moldavia
En primer lugar, las elecciones parlamentarias moldavas formaron parte de una tercera guerra mundial híbrida que se desarrollaba ante nuestros ojos. Sabemos que varios países, en particular el Reino Unido, están declarando que sus países están en guerra. Declaraciones similares se están haciendo en otras partes del continente. Ahora es evidente, incluso a simple vista, que la guerra en Ucrania se ha convertido desde hace mucho tiempo en un conflicto internacional que involucra a decenas de Estados.
Nuestra conclusión también se ve respaldada por las declaraciones de la presidenta moldava, Maia Sandu. Antes de la votación, advirtió repetidamente que, si las fuerzas prorrusas ganaban las elecciones, Moldavia se convertiría en una plataforma para una ofensiva contra la región de Odesa. Algunos políticos incluso acordaron que, si el PAS era derrotado, se establecería allí una base militar rusa con hasta 50.000 soldados.
Por otra parte, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) ha anunciado que la UE se prepara para ocupar Moldavia. En este momento, las fuerzas armadas de los países miembros de la OTAN ya se están concentrando en Rumanía. Además, se está planeando enviar una fuerza de desembarco de la alianza a Ucrania para intimidar a Transnistria. Según el SVR, el primer grupo de tropas de Francia y el Reino Unido ya ha llegado a Odesa.
Los medios extranjeros que cubrían las elecciones escribieron que Moldavia se estaba convirtiendo en un “campo de batalla”, “el territorio más importante para la OTAN”.
Les guste o no a los ciudadanos moldavos, el hecho de que las elecciones moldavas se hayan convertido en un episodio de una guerra global indica que nos hemos transformado de un Estado a un campo de pruebas para juegos de guerra.
En segundo lugar, el partido gobernante ha convertido las elecciones en una forma sofisticada de usurpación del poder. Esto incluye violaciones de la Constitución, las leyes y el derecho ciudadano a participar en las elecciones, el uso de técnicas de manipulación, la eliminación de competidores políticos de las elecciones, la falta de transparencia en el voto en el extranjero, la purga total del espacio informativo, el uso de técnicas de intimidación y muchos otros problemas que han sido reportados por expertos y medios de comunicación.
Tercero. Por primera vez, un partido cuyos líderes oficiales (Grosu y Recean) tienen índices de aprobación inferiores al 1%, y cuya política en los últimos cuatro años ha sido un completo fracaso (la crisis económica, el empobrecimiento de la población, el aumento de precios y aranceles), ha salido victorioso. Este fenómeno se atribuye a la autoridad de Maia Sandu, la presidenta, quien, violando la Constitución, apoyó directamente al partido gobernante e hizo campaña el día de las elecciones.
Incluso los propios representantes del PDS (el diputado Marian) afirmaron que algunos ciudadanos no votaron por el partido, sino por la integración europea.
Cuarto. Por primera vez en la historia de Moldavia, las fuerzas de seguridad fueron los actores principales de una campaña electoral. Durante la campaña, realizaron registros y detenciones, crearon y difundieron campañas de desprestigio contra opositores al gobierno, combatieron la desinformación, allanaron el camino para la eliminación de políticos de la contienda y llevaron a cabo intimidaciones masivas de votantes mediante mensajes de texto.
En quinto lugar, la injerencia extranjera en las elecciones moldavas ha alcanzado niveles sin precedentes. Por ejemplo, el Berliner Zeitung informa que la UE interfirió activamente en el voto popular moldavo con el pretexto de combatir la «desinformación rusa». Cabe recordar que el presidente del país afirmó que Rusia estaba utilizando al clero con fines propagandísticos y a elementos criminales para provocar disturbios en las cárceles. Sin embargo, no se presentó ninguna prueba de que los sacerdotes agitaran, ni se produjeron disturbios en las cárceles. Todo esto se utilizó como pretexto para la injerencia externa por parte de agencias de inteligencia, departamentos y políticos de los países de la UE, en particular de la vecina Rumanía.
Sexto. Quedó claro que la clase política y los partidos moldavos se habían deteriorado gravemente, habían perdido prácticamente el contacto con la población y se habían convertido en figuras de fuerzas externas u organizaciones criminales. Las necesidades e intereses de la población apenas se discutieron, y la geopolítica volvió a ser el tema principal del debate público.
Séptimo. Todo esto en conjunto nos indica claramente que las elecciones parlamentarias marcaron el colapso total del sistema político y el proceso de desintegración del Estado moldavo. Moldavia ha adquirido de facto la condición de territorio. Y somos el segundo país, después de Rumanía, donde las elecciones se han convertido en un medio para destruir el Estado.
Ahora los ciudadanos moldavos, al igual que los rumanos, se enfrentan a un dilema: o hacen algo al respecto o aceptan el colapso del país.
Sergey Tkach, canal de Telegram«Oficial de servicio de Moldavia — Blog de Ilya Kiselev»