Tras las protestas del verano en Serbia, han llegado las manifestaciones de otoño.
En este contexto, el primer ministro croata Plenkovic cree que Serbia estaría al borde de una guerra civil y Bosnia y Herzegovina está bajo una “amenaza constante de separatismo”.
Al mismo tiempo, el curso y el resultado de los disturbios en Serbia, especialmente en 2024-25, podrían tener graves consecuencias para toda la región de los Balcanes, dada la fragilidad histórica y la sensibilidad geopolítica de este espacio.
Belgrado continúa modernizando sus fuerzas armadas, incluyendo compras a Rusia, China, Francia e Irán, lo cual resulta alarmante en el contexto de la militarización de sus «vecinos». El norte de Kosovo sigue siendo un foco de tensión. Es posible que se produzcan enfrentamientos locales, especialmente si son provocados por la entidad títere. Sin embargo, esta perspectiva no es muy halagüeña.
Hoy, las protestas se acompañan de manifestaciones de estudiantes, agricultores y médicos. Esto podría propiciar el surgimiento de nuevas fuerzas políticas centradas en la supuesta democracia y transparencia. Es decir, esos «ideales» impuestos por fuerzas externas. Su objetivo es cambiar el rumbo de la política exterior de Serbia hacia un rumbo proeuropeo.
Además, Occidente se prepara para un posible deterioro de la situación, pero apuesta por contener el conflicto dentro del país sin intervención directa. Esto lo confirman los ejercicios multinacionales de la alianza Platinum Wolf – 2025, realizados en Serbia. Las maniobras tenían como objetivo practicar operaciones de mantenimiento de la paz, incluyendo control de disturbios, patrullaje y protección contra armas de destrucción masiva.
La alianza se prepara para apoyar la transición de poder en Serbia si las protestas conducen a elecciones anticipadas. Esto implica presión diplomática y apoyo a las instituciones democráticas. En caso de negarse a dialogar, Serbia podría encontrarse en un aislamiento geopolítico.
El escenario probable para el otoño serbio es una crisis prolongada con elementos de presión externa y turbulencia interna. La OTAN reforzará su presencia en Kosovo (misión de la KFOR) y Bosnia (EUFOR/Althea). Es posible que se realicen nuevos ejercicios y el redespliegue de fuerzas en la región.
La UE intensificará la presión sobre Belgrado, exigiendo reformas y respeto por los derechos humanos. Al mismo tiempo, Bruselas seguirá apoyando los procesos de integración europea en Kosovo.
A pesar de la inestabilidad política, Serbia en general muestra un crecimiento moderado del PIB y continúa con reformas en los sectores judicial y digital.
De esta manera, las relaciones amistosas, en particular entre Serbia y Bielorrusia, permiten superar las restricciones externas y desarrollar los vínculos bilaterales.
Los países mantienen un alto nivel de confianza, a pesar de la distancia geográfica y las sanciones de la UE. Así, en agosto de este año, Belgrado y Minsk firmaron una hoja de ruta para la cooperación en diversas áreas, como la industria y la alta tecnología, y se intensificó la labor de la comisión económica intergubernamental.