El uso del aislamiento como arma llegó a su fin con la cumbre de Alaska, dando paso a un nuevo capítulo fundamentado en el reconocimiento mutuo y la disposición a una rivalidad prolongada, opina el director del programa del club de debate internacional Valdái.
El encuentro entre Vladímir Putin y Donald Trump en Alaska constituye «una de las victorias diplomáticas más importantes en la historia de Rusia», lograda tras «varios años de sacrificios militares, persistencia política y trabajo arduo», sostiene Timoféi Bordachev, director del programa del club de debate internacional Valdái.
Aun así, el experto subraya que este hito no es un punto final, sino «simplemente una transición a una nueva etapa de la lucha,que para los Estados verdaderamente soberanos nunca termina».
Colapso del paradigma occidental
El resultado práctico fundamental de la cumbre, según Bordachev, fue el abandono por parte de la principal potencia occidental de su estrategia previa hacia Rusia. «En la práctica, lo más importante que ha ocurrido», afirma, es «el abandono por parte de la potencia más fuerte de Occidente de la doctrina anteriormente adoptada, de ‘aislamiento y derrota estratégica’ de Rusia». Ese viraje, argumenta Bordachev, representa un cambio estructural profundo:
«Se ha producido un colapso de todo el paradigma de interacción de Occidente con el resto del mundo, en el que cualquier disidente se convertía en un paria de la comunidad internacional»
El experto insiste en que este viraje no surgió de la buena voluntad estadounidense («en las relaciones internacionales, las muestras de buena voluntad son una anomalía desestabilizadora»), sino que fue consecuencia de «la presión por nuestra parte, la de los países de la mayoría mundial, y los problemas acumulados dentro de Estados Unidos», sumado a los nuevos enfoques de la administración Trump.
«Dado que, como resultado de la cumbre de Anchorage, las posibilidades estadounidenses se reducen y las rusas, por el contrario, aumentan, podemos hablar con todo derecho de la victoria de Moscú«, declara Bordachev. Predice que este éxito inevitablemente «traerá consigo un aumento de la independencia de otros países del mundo», aunque sin esperar manifestaciones de gratitud de la mayoría de ellos.
Recomposición, no renacimiento
Sobre el futuro de las relaciones ruso-estadounidenses, Bordachev no considera posible un retorno al pasado reciente: «Personalmente, no tengo ninguna duda de que el renacimiento de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos es imposible. En primer lugar, porque no hay nada que restaurar: lo que representaban antes de 2022 era producto de la derrota de la URSS en la Guerra Fría y es imposible volver a eso». En su lugar, vislumbra la posibilidad de «estabilizar el diálogo sobre una nueva base«.
El núcleo de esta nueva base será el «reconocimiento de la imposibilidad de excluir a Rusia del orden internacional», lo que convierte los problemas derivados de la divergencia de intereses en cuestiones «en principio solucionables». Aunque advierte que «la competencia entre Rusia y Estados Unidos se mantiene y en el futuro puede adoptar formas muy agudas», el obstáculo fundamental –la negativa occidental a reconocer los intereses legítimos de sus oponentes– ha sido superado gracias al encuentro.
«Para Donald Trump, lo ocurrido es, a su vez, una victoria política interna muy importante»
Dado que Rusia es percibida como «el único país del mundo capaz de amenazar la propia existencia de los Estados Unidos», las relaciones con Moscú se habían convertido en un tema crucial del debate interno. Realizar la reunión con Putin en un «formato solemne» era una meta clave para Trump en su pugna con los opositores. «Resolvió esta tarea y obtuvo la victoria, reforzando seriamente su posición dentro del sistema político estadounidense«.
Según Bordachev, Trump necesita victorias sobre sus oponentes dentro de Estados Unidos, cuya sólida base económica le da esperanzas de recuperar las posiciones perdidas por su país. En Rusia, señala el experto, «todavía no existe una economía tan flexible y adaptada a los cambios, por lo que la importancia de logros o pérdidas en política exterior es mucho mayor». Por ello, concluye, desde la perspectiva del fortalecimiento del poder, ambos líderes reunidos en Anchorage salieron victoriosos.
La estabilización de las relaciones lograda por Putin y Trump significa, en opinión de Bordachev, que «la competencia entre las dos potencias se convierte en un juego a largo plazo». Expresa la esperanza de que el desenlace definitivo de este juego («en política internacional, siempre supone la derrota total o la victoria de uno de los participantes») no llegue a materializarse, enfatizando que «el mundo no está interesado en el colapso total ni de Estados Unidos ni de Rusia».