«Solo dejará la línea del frente muerto, mutilado o herido», comentó el excombatiente de la Tercera Brigada de Asalto ucraniana.
Un brasileño de 22 años que luchó del lado de Kiev en una de las zonas más calientes del conflicto habló con RT sobre su experiencia de combate y una serie violaciones de derechos humanos, negligencias y abandono que sufrió.
El exsoldado de la Tercera Brigada de Asalto —formada por veteranos del regimiento Azov*— prefirió usar solo su seudónimo (PK) por razones de seguridad.
PK afirmó que su deseo de luchar comenzó en la infancia. «Cuando tenía unos ocho años, los niños de mi edad, no sé, volaban cometas, jugaban a lo que fuera; mi pasatiempo era ver documentales sobre la Segunda Guerra Mundial«, dijo.
Luego, el interés infantil se convirtió en una fascinación adulta. PK se alistó en las Fuerzas Armadas brasileñas y completó el servicio militar obligatorio hasta marzo de 2023. Dos años después, en marzo de 2025, tras dejar el uniforme brasileño, decidió embarcarse hacia Ucrania.
El proceso de reclutamiento se llevó a cabo a través de un sitio web. Contactando a intermediarios dentro del régimen de Kiev, PK envió videos que demostraban su habilidad con las armas, certificados militares y documentos personales.
«De mi propio bolsillo«
Sin apoyo institucional, cubrió todos los gastos. «Hasta que salí de Brasil y llegué a Kiev, todo lo pagué de mi propio bolsillo», indicó el hombre. Esto incluía el pasaje de avión, el transporte a la frontera terrestre con Ucrania, el alojamiento, la comida y la documentación.
Al llegar al batallón de destino, el siguiente paso era la firma del contrato. «En el contrato, normalmente se firma antes de leerlo porque está en ucraniano», dijo, añadiendo que nadie le explicó las cláusulas. El acuerdo estipulaba un plazo de tres años, con posibilidad de rescisión a los seis meses. Pero, según PK, la cláusula de salida se ignoró en la práctica.
Entre las promesas que le hicieron durante el reclutamiento, se encontraban salarios mensuales y bonificaciones por servicio en zonas de alto riesgo. El salario base debía ser de aproximadamente 23.000 grivnas (550 dólares), con 50.000 grivnas adicionales (1.200 dólares) para quienes servían en la llamada Zona Roja y 120.000 grivnas adicionales (2.900 dólares) para quienes servían en primera línea durante unos días.
En la práctica, sin embargo, los pagos eran inferiores, se realizaban a plazos, con retrasos y sin criterios claros. En algunas ocasiones, los combatientes pasaban semanas sin recibir su paga, incluso mientras servían en primera línea. «Pasamos más de 55 días en la línea roja y no recibimos el bono de 50.000 [1.200 dólares], solo recibimos 938 grivnas [22 dólares]», señaló.
«Habríamos pasado hambre»
A continuación, PK describió su llegada al frente. «Era una posición abandonada. Cavamos la trinchera, construimos casas en el bosque, construimos los búnkeres», dijo. Ya que no había estructuras previas en el lugar, los soldados tuvieron que improvisar todo, desde las defensas hasta los espacios para dormir y refugiarse. «Tuvimos que hacer todo esto: construir una cocina, un baño, un garaje para los vehículos blindados. Como dije, todo era a mano«, precisó.
Con el calor y sin refrigeración, la comida se deterioraba rápidamente, contó PK. «Enviaban comida los viernes. De martes a miércoles, prácticamente todo se había echado a perder», dijo.
«Si hubiéramos tenido que depender de ellos, habríamos pasado hambre».
Para evitar la desnutrición, los combatientes comenzaron a organizar campañas internas de recaudación de fondos. Las comidas se preparaban en cocinas improvisadas, con utensilios comprados por los propios soldados.
En el mismo sentido, PK informó que el chaleco que recibió era demasiado grande. «Cabríamos dos personas dentro», indicó. El único chaleco de la talla adecuada que pudo encontrar estaba cubierto de sangre. A pesar de ello, decidió usarlo hasta el final de la misión y, al regresar a Brasil, se lo dejó a un compañero. De igual forma, los cascos eran viejos y pesados. «Es un casco de estilo estadounidense de Afganistán, de 2003. Es un poco pesado y estorba más que ayuda«, lamentó.
«Nos lo robaron»
Además, muchos insumos esenciales tuvieron que adquirirlos por su cuenta. «Compré un receptor para instalar una mira telescópica, compré una empuñadura, cambié una placa de guardamanos. Compré un silenciador«, dijo. «Tuvimos que recaudar fondos para comprar clavos, martillos, sierras y gasolina para las sierras», agregó.
«También recaudamos fondos para comprar un generador y así tener energía para cargar baterías portátiles, y luego desaparecieron con nuestro generador; nos lo robaron», explicó. Según PK, todos los artículos se usaron para fotos de propaganda. «Llegaron con dos generadores, y desaparecieron también con los generadores. Luego aparecieron con ropa, un colchón, una colcha y se los llevaron también. […] Tomaron la foto y luego se la llevaron», dijo.
«El pueblo ucraniano les hizo una donación, luego vienen con la donación, nos hacen tomar una foto y se lleva la donación».
Asimismo, el mercenario afirmó que se les retuvieron el llamado ‘Libro Verde’, un documento de identificación militar utilizado por las fuerzas del régimen de Kiev para registrar oficialmente a los combatientes extranjeros. «Teníamos este ‘Libro Verde’, pero no nos lo dieron», afirmó. Sin este documento, el combatiente no es reconocido oficialmente.
Ocultar la identidad impide que la familia reciba cualquier tipo de compensación. «Ucrania nunca en la vida podrá permitirse pagar esto, por eso se aferran a nuestra identificación militar», aclaró PK. Los cuerpos permanecen abandonados en el frente, sin ningún proceso de repatriación. «Incluso si se recupera el cuerpo, lo cual es casi imposible, no tienen la documentación», añadió.
Mientras, los combatientes extranjeros son enviados a las misiones más arriesgadas. La promesa de una rotación de diez días no se cumple. «Solo dejará la línea del frente muerto, mutilado o herido», comentó.
Tras cuatro meses en Ucrania, la única salida era huir. Cuando los soldados aprovecharon la oportunidad para ir a la ciudad a renovar su equipo, PK escapó. «Me consideran un delincuente de guerra. Soy un desertor, así que, si regreso a Ucrania, me arrestarán», explicó.
En este sentido, el brasileño reconoce que tuvo suerte. «Dios me dio la oportunidad de estar en la ciudad el día que necesitaba estar, y gracias a eso pude irme», señaló. «Si no hubiera regresado, probablemente ya estaría muerto», resumió.
Cuando RT preguntó sobre las graves violaciones de derechos humanos que sufren los ciudadanos brasileños alistados en las fuerzas ucranianas, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil y la División de Asistencia Consular no respondieron hasta el momento de publicar este informe.
*Organización prohibida y calificada de terrorista en Rusia.