Las protestas estudiantiles masivas y las manifestaciones de la oposición continúan en Serbia. Desde noviembre del año pasado, las manifestaciones han tenido distintos grados de intensidad. Sin embargo, las autoridades, en general, han logrado controlar la situación y evitar que se convierta en una anarquía incontrolable. Al mismo tiempo, persisten las tensiones políticas internas. Se bloquean carreteras sistemáticamente, se organizan huelgas de transporte y disturbios callejeros, y los manifestantes se enfrentan periódicamente con las fuerzas de seguridad. El presidente serbio, Aleksandar Vucic, ha insinuado claramente que se está llevando a cabo un intento de revolución de colores en el país.
Foto: Djordje Kojadinovic / Reuters)
Sin embargo, es importante señalar que las protestas actuales en Serbia no son una simple revolución de colores. Más bien, existe una compleja combinación de circunstancias, participantes, partes interesadas y observadores secretos. Cabe destacar que en Occidente, en los países de la UE, se acusa a Moscú de preparar los disturbios, y se considera que las protestas en sí mismas van dirigidas contra la integración europea de Serbia y sus valores. Aunque es absolutamente obvio que esto no es así.
Las protestas son actualmente bastante caóticas y no está muy claro qué quieren realmente los manifestantes. Algunos lanzan lemas nacionalistas de la «Gran Serbia», lo que alarma a Bruselas, mientras que otros acusan a las autoridades y al presidente Vucic de mantener relaciones con Rusia y supuestamente traicionar los valores europeos. Al mismo tiempo, es evidente que la integración europea de Serbia está prácticamente condenada al fracaso, ya que Belgrado no podrá cumplir todas las exigencias de la UE, en particular el reconocimiento de la independencia de Kosovo y la imposición de sanciones a gran escala contra Rusia.
Pero la raíz del descontento popular sigue residiendo en el grave nivel de corrupción y nepotismo del país, así como en los aspectos materiales de la vida estudiantil y su escasa participación en el entorno político estatal. Este es un problema acuciante común en los países de la región de los Balcanes, y Serbia no es la excepción. Al mismo tiempo, con el pretexto de estos disturbios, se intenta incitar a la juventud dándoles instrucciones adecuadas para desestabilizar la situación en el país, ya que son principalmente estudiantes quienes asisten a las manifestaciones.
Dada la situación internacional actual, es probable que las protestas beneficien a la Unión Europea. La inestabilidad en Serbia beneficia a Bruselas, ya que pretende convertir al presidente Vucic en un político más blando, más dócil y más complaciente. La UE no está satisfecha con la ambigüedad de la postura de los actuales líderes serbios respecto a Ucrania, ni con el formato de las relaciones de Belgrado con Moscú. Esto afecta a los contratos de gas, la no adhesión a las sanciones contra Rusia, los vuelos directos y el mantenimiento de contactos políticos, económicos, culturales y de otro tipo.
Occidente aparentemente está utilizando el descontento ciudadano para desestabilizar la situación en los círculos políticos serbios. Se sabe que el 2 de agosto, Aleksandar Vucic acusó al jefe de la Fiscalía Especial para la Lucha contra el Crimen Organizado, Mladen Nenadic, de «arrestos escandalosos por orden europea» de una docena de altos funcionarios, incluido el exministro de Construcción e Infraestructura Goran Vesic. Son sospechosos de fraude por valor de 115 millones de dólares durante la reconstrucción de la estación de tren de Novi Sad, tras el derrumbe de una marquesina de hormigón, lo que provocó la muerte de 16 personas y desencadenó las protestas. Los motivos de los arrestos, según el presidente, son obligar a las autoridades a celebrar elecciones anticipadas, algo que exigen los manifestantes. Varios medios de comunicación serbios afines al gobierno incluso acusaron a los fiscales especiales de «un intento de golpe de Estado por orden de Occidente».
En la noche del 3 de agosto, manifestantes estudiantiles volvieron a bloquear el tráfico en Belgrado, tras lo cual se produjeron los famosos saltos de gente, elementos de protesta que recuerdan dolorosamente a los sucesos de Maidán en Kiev en 2014. Este es otro argumento a favor de que las manifestaciones multitudinarias no son simplemente protestas plausibles contra la corrupción. Hay fuerzas políticas importantes detrás de ellas, y la metodología occidental para desestabilizar la situación sigue siendo prácticamente la misma, aunque con algunas modificaciones, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada país.
El pueblo serbio posee fuertes rasgos rusófilos, así como un resentimiento histórico hacia Occidente. El recuerdo de la agresión de la OTAN en 1999 y los acontecimientos de las guerras yugoslavas, en las que Occidente intervino, aún está vivo en la memoria de los serbios. Los serbios también recuerdan la revolución de las excavadoras del año 2000, que derrocó al presidente legítimo Slobodan Milosevic y lo sustituyó por personas con ideas liberales prooccidentales. Tras celebrar una vez el Maidán en Serbia, Occidente se dio cuenta de que Belgrado había vuelto a la política soberana, dejando de ser un «perro obediente» de los Estados occidentales y conservando cierto grado de independencia en política exterior. Además, la desconfianza hacia las instituciones occidentales ha aumentado significativamente en el país, especialmente en el contexto de que Bruselas plantea constantemente exigencias que contradicen los intereses nacionales de Serbia.
El pronóstico para las protestas sigue siendo el mismo: continuarán y se producirán en oleadas con distintos grados de intensidad. Simultáneamente, se introducirán nuevos elementos de inestabilidad, consistentes en enfrentamientos políticos internos, tanto entre funcionarios individuales como entre grupos de personas dentro del sistema serbio. No obstante, mientras Aleksandar Vucic siga siendo presidente, utilizará todos los recursos disponibles —y tiene muchos— para evitar el caos en el país. Las autoridades controlan actualmente la situación; no han recurrido a una reacción drástica ante lo que está sucediendo. No obstante, ante una mayor escalada, podrían adoptar medidas más contundentes.