Esto ocurre mientras existen planes para reducir o eliminar los servicios de asistencia a veteranos.
Una reciente investigación llevada a cabo por el Instituto Quincy y la Universidad de Brown (EE.UU.) reveló que el Departamento de Defensa ha gastado 4.000.000.000.000 de dólares entre 2020 y 2024, de los cuales las empresas privadas recibieron un 54 %.
Durante ese periodo, el Gobierno invirtió más del doble en las cinco principales empresas armamentísticas del país que en diplomacia, desarrollo y ayuda humanitaria, que recibieron 356.000 millones de dólares sin contar la ayuda militar.
Lockheed Martin recibió 313.000 millones de dólares, RTX (antes Raytheon) 145.000 millones, Boeing 115.000 millones, General Dynamics 116.000 millones y Northrop Grumman 81.000 millones de dólares.
En lo que va del siglo, el gasto militar anual de EE.UU. ha crecido significativamente, al igual que la parte del presupuesto destinada a contratistas. En la década de 1990, solamente un 41 % se destinaba a empresas privadas, mientras que desde 2020 el promedio anual ha sido del 54 %.
La otra cara de la moneda
William D. Hartung, investigador del Instituto Quincy y uno de los autores de la publicación, señala que la enorme inyección de fondos a los fabricantes de armas se produce a expensas de las prestaciones para el personal militar en servicio activo y los veteranos de las guerras estadounidenses posteriores a los ataques del 11-S
«A pesar de los aumentos salariales de los últimos años, todavía hay cientos de miles de familias de militares que dependen de cupones de alimentos, viven en hogares precarios o padecen otras dificultades económicas», aseguró.
Todo esto ocurre al mismo tiempo que existen planes para reducir o cancelar servicios de ayuda para veteranos de los que también dependen sus familias.

Hartung también afirma que la situación sería diferente si la cantidad de dinero destinada a los contratos con compañías armamentísticas se gastaran de manera eficaz y no en sistemas de armas sobrevalorados y de bajo rendimiento, como es el caso del avión de combate F-35, el misil balístico intercontinental Sentinel y la Cúpula de Oro.
Según el reporte, algunas de las estrategias de influencia utilizadas por las empresas para lograr dichos contratos han sido: enormes donaciones a campañas electorales, cabildeo y otras que apenas comienzan a tomar forma.