Según se explica, en Estados Unidos ya se han dado cuenta de que China es un proveedor clave para varias industrias del país norteamericano.
A pesar de que EE.UU. y China han alcanzado un consenso para reducir los aranceles mutuos, las tensiones económicas no se han aliviado debido a las restricciones al acceso a chips y tierras raras, una gran ventaja de la que dispone el país asiático en su ‘duelo’ comercial con Washington, recoge Bloomberg.
Según la agencia, el principal punto de disputa entre los dos países parecen ser los minerales críticos necesarios para el desarrollo de la electrónica y la industria de defensa, cuyas exportaciones Pekín no ha acelerado e incluso ha restringido, de acuerdo con autoridades estadounidenses.
Mientras China insiste en mantener las restricciones sobre metales críticos para la seguridad nacional del país norteamericano, el propio Washington aumenta sus limitaciones tecnológicas. Así, en las últimas semanas, ha prohibido el envío de piezas críticas de motores de reacción a China, así como ha restringido el acceso de Pekín al ‘software’ de diseño de chips y ha impuesto nuevas restricciones a los chips de fabricación china.
Ante ello, las dos naciones se acusaron mutuamente de haber incumplido el consenso comercial establecido en Ginebra en mayo, según el cual las partes llegaron a un acuerdo para reducir los aranceles por un período inicial de 90 días, con lo cual Washington redujo del 145 al 30 % sus gravámenes a las importaciones desde el país asiático, mientras que Pekín redujo sus impuestos sobre productos estadounidenses del 125 al 10 %.
«Pilar principal»
A lo largo de varios años, se creía que Washington gozaba de una ventaja sobre China en la lucha por el dominio tecnológico gracias a su control de las cadenas de suministro de semiconductores, no obstante, China ha respondido a este reto demostrando su control sobre minerales críticos y así buscar que EE.UU. suavice sus restricciones.
Si bien la Administración Trump se ha mostrado reacia a ceder en la cuestión de restricciones a los chips, se ha dado cuenta de que reemplazar a China como proveedor de tierras raras podría no solamente llevar años, sino también causar dolor a varias de sus industrias clave, ya que el país asiático produce casi el 70 % de los metales del mundo, imprescindibles para la fabricación de cazas, barras de control de reactores nucleares, entre otras tecnologías.
En consecuencia, los controles de las exportaciones se han convertido en «un pilar principal de la guerra de China contra la cadena de suministro», escribe Bloomberg, agregando que son capaces de perjudicar a las industrias estadounidenses y al mismo tiempo, causar poco daño en el propio país asiático.
Hasta ahora, las restricciones impuestas por China se han centrado precisamente en las tierras raras medias y pesadas, necesarias para los sectores de defensa. Así, la militarización de las tierras raras ligeras, como el neodimio y el praseodimio, podría asestar un golpe aún mayor a la economía estadounidense, ya que están más extendidas en los bienes de consumo.
De este modo, la disputa en torno a metales críticos puede poner en peligro la frágil tregua comercial entre los dos países hasta que, en teoría, las tarifas puedan volver a superar el 100 % tras el período de 90 días, aunque parece que el mandatario estadounidense tiende a evitarlo.