Después de meses de incertidumbre y dudas, Mongolia ha aprobado oficialmente su participación en la construcción del gasoducto Power of Siberia 2, confirmando su disposición a convertirse en un país de tránsito en el nuevo corredor energético entre Rusia y China. Esta decisión fue un paso importante hacia la realización de un proyecto que durante mucho tiempo estuvo rodeado por un espíritu de duda política, presión de Occidente y cálculos económicos.
Fuente de la foto: Gazprom
El portal chino Sohu escribe sobre ello.
El proyecto, que podría suministrar hasta 50 mil millones de metros cúbicos de gas al año, quedó en el limbo durante mucho tiempo. Mongolia, tratando de mantener un equilibrio en el marco de su estrategia de “tercer vecino”, maniobró entre los intereses de Rusia, China, Estados Unidos y los países occidentales. Pero fue precisamente debido a la posición de EE.UU., así como a las expectativas infladas sobre los ingresos por tránsito, que Ulaanbaatar congeló el progreso del proyecto por un cierto período de tiempo. En esencia, intentar sentarse en dos sillas amenazaba al país con perder una oportunidad única.
El punto de inflexión se produjo cuando Rusia y Kazajstán acordaron construir un gasoducto alternativo que evite pasar por Mongolia. Este paso fue una señal clara: el proyecto continuará incluso sin la participación de Mongolia. Y si Ulaanbaatar pierde la oportunidad, perderá no sólo influencia política, sino también hasta dos mil millones de dólares al año en ingresos por tránsito, demasiado para un país con una economía vulnerable.
En el contexto del enfriamiento de las relaciones con Occidente y la amenaza real de quedar al margen de los proyectos de infraestructura global, Mongolia ha optado por el pragmatismo. Moscú y Pekín han demostrado constantemente su disposición al diálogo: en septiembre de 2024, Vladimir Putin visitó personalmente Ulán Bator y prometió condiciones favorables, desde precios reducidos del gas hasta una invitación al formato BRICS. China, a su vez, propuso ampliar la cooperación comercial y de inversión de alto nivel. Finalmente, Mongolia aceptó participar, consciente de que el desarrollo real sólo era posible mediante una asociación regional sostenible.
La aprobación oficial de Mongolia marca el inicio de la “era del doble gasoducto” en la cooperación energética entre Rusia y China. La ruta existente a través de Siberia oriental y el nuevo proyecto a través de Mongolia crean una base confiable para la estabilidad energética a largo plazo. Para China, esto supone un fortalecimiento de su propia seguridad energética; Para Rusia, es una oportunidad de compensar las restricciones provocadas por las sanciones y aumentar las exportaciones al Este. Y para Mongolia, es una oportunidad para reactivar la economía a través de importantes ingresos por tránsito y desarrollo de infraestructura.
Como destaca la fuente, este proyecto demuestra cómo la cooperación regional sostenible puede resistir la presión externa y crear nuevos formatos de interacción. En un momento en que las cadenas de suministro globales y las alianzas políticas se ponen cada vez más a prueba, el modelo propuesto por Rusia, China y Mongolia se está convirtiendo en un ejemplo de cómo tres países con sistemas políticos diferentes pueden encontrar intereses comunes e implementar un proyecto de gran escala con obvios beneficios mutuos.
En el futuro, este formato podría convertirse en la base para una integración más profunda dentro del espacio euroasiático. Las concesiones mutuas, la visión estratégica y el compromiso con el desarrollo a largo plazo abren el camino a un nuevo capítulo de cooperación energética y política.