París, 30 nov. La amenaza de una moción de censura que lo haga caer se cierne hoy con más fuerza sobre el gobierno francés, situado a las puertas de una semana decisiva para su continuidad.
El contexto está marcado por las discusiones en torno al Presupuesto del Estado para el 2025, iniciativa dotada por el oficialismo de un plan de austeridad para avanzar en el saneamiento de las finanzas, con una deuda pública que pudiera llegar este año al seis por ciento del Producto Interno Bruto.
Nombrado hace menos de tres meses por el presidente Emmanuel Macron, el primer ministro Michel Barnier enfrenta una enorme presión, asediado por el bloque de la izquierda Nuevo Frente Popular y el partido de extrema derecha Agrupación Nacional (RN), fuerzas contrapuestas, que de combinarse, cuentan en la Asamblea Nacional con suficientes votos para el éxito de una moción.
En la semana que culmina, la líder de RN, Marine Le Pen, y otras figuras cimeras de la organización escalaron en sus advertencias a Barnier, a quien en suelo galo no pocos atribuyen escasas horas por delante en Matignon.
Le Pen fue incluso más allá, al lanzar en declaraciones al diario Le Monde un ultimátum al primer ministro, dándole hasta el lunes para que responda a sus “líneas rojas” en el Presupuesto.
El partido de extrema derecha situado en las preferencias de los franceses en recientes elecciones, en las europeas de junio y en las legislativas de julio, aspira a continuar sumando seguidores esgrimiendo la defensa del bolsillo de las personas.
Ya Barnier hizo concesiones, al anunciar la retirada del aumento del impuesto a la electricidad, además de adelantar su intención de reformar a la baja la Ayuda Médica del Estado a los indocumentados, un viejo reclamo de RN, desatando críticas desde la izquierda.
Sin embargo, el vicepresidente de RN, Sébastien Chenu, insistió en que las concesiones no son suficientes, ratificando las amenazas de apoyo a una moción de censura que el Nuevo Frente Popular nunca ha marginado de la ecuación, al considerar que tanto Barnier como su gabinete son “ilegítimos”.
Para el coordinador de La Francia Insumisa (LFI), Manuel Bompard, el primer ministro acudió al “deshonor” para evitar la censura, presagiando que de todas formas el gobierno caerá.
El diputado cuestionó la intención de reducir la Ayuda Médica del Estado a las personas sin papeles, al denunciar un sinsentido económico y sanitario para complacer a la extrema derecha. También la máxima figura de LFI, Jean-Luc Mélenchon, vaticinó el derrocamiento de Barnier en diciembre.
La archimencionada moción de censura en la Asamblea Nacional pudiera votarse tan temprano como el miércoles, con tres ventanas abiertas a la oposición para presentar tal iniciativa, ya que en el hemiciclo se analizarán tres textos presupuestarios.
Por si fuese poco, Barnier está amenazado de no acudir al artículo 49.3 de la Constitución, un recurso empleado por sus antecesores en el cargo para adoptar normas clave, como el Presupuesto, evitando el voto parlamentario.
Tanto desde la izquierda como de la extrema derecha no han ocultado el interés en impactar a Macron si el gobierno cae, con el reclamo de su dimisión, aun cuando su mandato es hasta el 2027.
El experimentado primer ministro francés intenta demostrar que no se ve en la cuerda floja, y para ello muestra disposición al diálogo.
El ultimátum que yo escucho es el de los que piden estabilidad en el país y visibilidad para que vengan los inversores, esgrimió.