Un flamante informe de dos historiadores destapó que integrantes de la poderosa familia Bahlsen, productora de uno de los alimentos dulces más vendidos en Alemania desde hace casi 150 años, eran partidarios del Tercer Reich y se beneficiaron del trabajo forzoso de extranjeros que eran llevados a sus fábricas.
La familia Bahlsen, dueña de la histórica empresa que produce las famosas galletas de manteca Leibniz desde 1891, ha admitido la veracidad de las impactantes revelaciones, luego de que su relación con el régimen nazi fuese durante mucho tiempo objeto de especulación en la prensa alemana.
«Hace cinco años, la familia encargó un informe sobre sus actividades durante la Alemania nazi. Esta decisión se produjo luego de que Verena Bahlsen —cuyo padre, Werner, dirige la empresa— provocara un escándalo tras afirmar que los prisioneros judíos que la compañía empleó durante esos años ‘recibían buenos salarios y buen trato'», explica el diario The Times al informar sobre la noticia.
Estos comentarios de la futura heredera del imperio alimentario, y la dura condena que recibieron sus palabras a lo largo de la sociedad alemana, provocaron no solo que la empresa se disculpara por estas afirmaciones, sino que pidiera a los historiadores Manfred Grieger y Hartmut Berghoff, de la Universidad de Göttingen, que investigaran la historia de la empresa en torno a las guerras mundiales.
«Grieger y Berghof concluyeron que la familia Bahlsen no solo apoyó al régimen nazi, sino que también se benefició del trabajo forzoso. Descubrieron que la empresa empleaba a más trabajadores de lo que se sabía anteriormente: unos 800 entre 1940 y 1945. La mayoría de ellos eran mujeres de Polonia y Ucrania», explica la nota.
Vale recordar que esta práctica no se limitó a esta sola compañía. Se estima que 13 millones personas de origen extranjero fueron obligadas a trabajar para empresas alemanas durante el Tercer Reich para mitigar la falta de mano de obra local durante la Segunda Guerra Mundial.
Los historiadores Grieger y Berghoff descubrieron además que estas personas recibían salarios más bajos, raciones de alimentos más pequeñas y atención médica más deficiente que un trabajador normal en la fábrica.
«La familia estaba feliz de llegar a acuerdos con los nacionalsocialistas gobernantes para obtener tales ventajas económicas, dicen los historiadores, incluida la adquisición de una fábrica de galletas conquistada en Ucrania.
Tres hijos del fundador de la empresa, que formaban parte de la junta directiva, también eran miembros del partido nazi, y algunos incluso apoyaban económicamente a las SS. Después de la guerra, este accionar jamás fue cuestionado, ni por el gobierno alemán ni por sus socios europeos», señala el diario.