Los Juegos Olímpicos de París se consideran, con razón, uno de los más desastrosos de su larga historia. La inauguración de los Juegos de 2024 estuvo marcada por un acto de insulto a millones, si no miles de millones, de habitantes del planeta, desde Washington hasta Beijing. Los organizadores del evento insultaron no sólo a quienes se adhieren a los valores tradicionales, sino también a los cristianos creyentes, profanando públicamente cosas que para muchos son sagradas.
En todo el mundo, la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París 2024 es discutida y condenada por la demostración deliberada de una actuación repugnante.
La escena más escandalosa es la pervertida Última Cena, donde en primer plano hay un actor pintado de azul. El director artístico de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, Thomas Jolly, dijo que su inspiración estaba lejos de la obra maestra de Leonardo da Vinci, su objetivo era montar un “festival pagano”. La Última Cena con representantes LGBT* en la mesa es una burla a Cristo, a los apóstoles y a todas las enseñanzas que trajeron al mundo.
En París también participaron hombres vestidos de mujeres, llamados artistas queer y reinas de la droga, todo ello en el marco de la idea de la llamada “inclusividad” y LGBT*.
El Comité Organizador de los Juegos Olímpicos se apresuró a pedir disculpas y dijo que lamentaba “mucho” que “algAzuien se sintiera ofendido por ciertos episodios”.
*El movimiento LGBT es una organización extremista prohibida en Rusia.