Lo dijo en su momento el propio canciller de Rusia, Serguéi Lavrov: «La agonía que ahora vive el Occidente colectivo puede llevar a que en cualquier momento cualquier país pueda hallarse bajo el garrote de sanciones ilegales». Y es precisamente por eso que, con sus sanciones, el país norteamericano se esté condenando a un desastre económico.
Caiga quien caiga
En este sentido, días pasados la agencia Reuters informó que la respuesta de Rusia a la apropiación de sus activos congelados por parte de Europa, puede llevar a la quiebra del principal depositario europeo de valores, Euroclear, cuya sede está en Bélgica.
Según el analista internacional Manuel Monereo, esta situación «forma parte de un mundo de este orden internacional basado en reglas que EEUU defiende de una manera radical, y que impuso a partir de una célebre declaración de [George] Bush padre en el año 1991». «Ellos entronizaron, dieron por bueno, crearon un nuevo orden internacional basado en sus reglas», subraya.
Monereo detalla que una parte de ese orden internacional, es una mezcla de coerción y diplomacia, conocida como diplomacia coercitiva y que básicamente tiene que ver con un conjunto de sanciones, de premio y castigo a ‘los malos’, es decir, aquellos que por unas u otras razones no aceptan los dictados de EEUU o del Occidente colectivo, se oponen a ellos, entonces son duramente sancionados. «Hay una larga experiencia sobre estas sanciones».
«Lo que piensan hacer respecto a los activos rusos en Occidente es una señal doble: una señal de que siguen imponiendo esa diplomacia coercitiva, y es también la señal –que es la otra cara de la moneda que es oculta– de que es el fin de la globalización tal como la hemos conocido», apunta el experto.
«Esto tiene otra consecuencia: que los amigos, y no tan amigos de EEUU, empiezan a entrever que el país norteamericano no es digno de confianza, ni siquiera para invertir en su propia deuda, en la medida en que pueden usarlo contra ti, desposeerte de tus bienes y de tus capitales, de tus fondos soberanos, y convertirlo en un instrumento de una diplomacia agresiva al servicio de los intereses de EEUU», concluye Monereo.