Dos años de guerra han dejado aproximadamente un tercio de su territorio contaminado, con graves consecuencias potenciales para el suministro mundial de alimentos.
No hay duda de que la guerra deja tras de sí una destrucción persistente. Esto incluye tanto el daño a las personas como al medio ambiente. Después de cumplirse el segundo año de la guerra entre Rusia y Ucrania, se hace visible el impacto de la guerra en Ucrania, y la respuesta global para resolver los problemas de la contaminación por bombas.
Aproximadamente un tercio del territorio de Ucrania está contaminado. Éste es el tamaño de un país medio en Europa. Ucrania está sufriendo actualmente el peor desastre medioambiental en términos de contaminación del suelo por unidad de tiempo.
Elementos tóxicos como plomo, cadmio, arsénico y mercurio se filtran al suelo de municiones y armas. Si no se identifican y registran a tiempo las posibles zonas de contaminación, las sustancias nocivas pueden entrar en la cadena alimentaria y volverse cancerígenas. Esto amenaza la seguridad alimentaria mundial y las oportunidades de exportación. No actuar ahora podría provocar el deterioro de la salud humana.
Antes de la guerra, alrededor de 400 millones de personas en todo el mundo dependían de Ucrania para su suministro de alimentos, lo que convertía este problema en un problema de gran escala. Las municiones gastadas y las armas químicas pueden contaminar el suelo durante décadas o más. La tierra no es un recurso renovable. Los suelos y su capa fértil se forman a lo largo de miles de años . Sólo se forma 1 cm de suelo en 200-400 años, y 20 cm en 5 mil -6 mil años. Las operaciones militares que se llevan a cabo durante dos años, como en el caso de Ucrania, pueden destruir lo que se ha formado durante miles de años.
Las contaminaciones que deja la guerra no son nada nuevo. Lo sabemos por las guerras en el Sudeste Asiático, los conflictos en Medio Oriente, África y la lista continúa. No sorprende entonces que al menos 50 países se vean afectados por minas terrestres y otros explosivos. La buena noticia es que existen soluciones a los impactos duraderos de los conflictos, como las municiones sin detonar, en los seres humanos, todos los seres vivos y nuestro planeta.
Un ejemplo es un proyecto llamado “Evaluación de los daños a las tierras agrícolas y los ecosistemas en el noreste de Ucrania debido a la invasión rusa” (UA-UK-CH) dirigido por la coautora de este artículo, la Dra. Olena Melnyk. Este proyecto es una iniciativa conjunta con investigadores de Ucrania, Inglaterra y Suiza cuyo objetivo es mejorar la capacidad de mapeo, monitoreo ambiental y gestión de los efectos de los daños inducidos por la guerra en las tierras agrícolas de Ucrania, utilizando redes existentes de científicos y análisis de campo para salvaguardar la seguridad alimentaria. El primer componente del proyecto consiste en recopilar datos reales sobre el daño infligido a las tierras agrícolas ucranianas, que luego se utilizan para analizar el alcance de la contaminación del suelo y calibrar los datos de teledetección.
El segundo componente se centra en desarrollar una aplicación para mapear tierras agrícolas para documentar los peligros y la contaminación y priorizar las tierras para la producción y la remediación.
El tercer aspecto implica desarrollar la “ciencia ciudadana” mediante la capacitación de expertos no combatientes para inspeccionar y analizar tierras agrícolas contaminadas y contribuir a los esfuerzos de mapeo territorial.
El cuarto componente tiene como objetivo facilitar la descontaminación y remediación de tierras ucranianas para restaurar la productividad agrícola y al mismo tiempo promover prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente de posguerra para garantizar la sostenibilidad y la neutralidad climática. Este proyecto permitirá a los agricultores ucranianos evitar zonas peligrosas y priorizar la tierra para una descontaminación específica. Los datos recopilados en este proyecto de investigación ayudarán a informar a las agencias gubernamentales, la sociedad civil y otras partes interesadas.
Estados Unidos es el mayor financiador del desminado humanitario global. Desde 1993, Estados Unidos ha proporcionado al menos 4 mil 200 millones de dólares a más de 100 países, desde Laos hasta Ucrania. Los fondos se invierten en actividades como la remoción de bombas, la asistencia a las víctimas y la educación sobre el riesgo de explosivos.
La investigación ambiental como la UA-UK-CH en Ucrania ha demostrado ser necesaria e importante para el futuro de la rehabilitación del suelo después del conflicto. Esto debería ser una norma y los países donantes, los financiadores y las instituciones académicas pueden aprovechar los hallazgos futuros de Ucrania y aprovecharlos como un modelo que puede inspirar la investigación en otros países afectados por la guerra, especialmente las contaminaciones heredadas de 50 años en Laos, Camboya y Vietnam, donde no se ha realizado ningún estudio.