La última edición de la Conferencia Internacional de Seguridad de Múnich celebrada del 16 al 18 de febrero pasado en la ciudad alemana, evidenció no solo que la política de exterior del gobierno del presidente Joe Bien tiene como única estrategia el expansionismo y la guerra, sino que hasta sus propios aliados ya no confían en Washington.
La conferencia, que en esta edición contó con participantes como la vicepresidente de EEUU, Kamala Harris; el secretario de Estado, Antony Blinken, y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se celebró por primera vez en 1963, con el presunto objetivo de ser un foro para la diplomacia global y evitar así otro conflicto militar sangriento como la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el hecho de que la reunión anual fuese fundada nada menos que por Alemania, país con un marcado perfil militar y responsable del capítulo más siniestro de la historia reciente como lo fue el nazismo, y que cuente con el patrocinio de los Estados Unidos, país que se ha dedicado en el último siglo a orquestar decenas de golpes de Estado en todo el mundo, así como a llevar adelante una política de opresión económica en cada rincón del planeta, siempre ha generado dudas sobre no solo cuál es la autoridad moral de sus promotores, sino cuáles son realmente los resultados que persiguen.
En este año, según todas las crónicas periodísticas, el clima en el Bayerischer Hof, sede habitual del encuentro, era «temeroso» (The Economist) y «pesimista» (Bloomberg), principalmente por las dudas de los funcionarios europeos sobre la capacidad de EEUU de seguir brindando apoyo económico y militar a Ucrania, el último proyecto del complejo industrial-militar de la OTAN y de los halcones en Washington que han impulsado incansablemente un enfrentamiento con Rusia.
Este escenario incierto, marcado por el final de la hegemonía global de EEUU, que tras la disolución de la Unión Soviética se había erigido como la única superpotencia, y la emergencia de un mundo multipolar capitaneado por China y Rusia, había sido vislumbrado por Wolfgang Ischinger, entonces presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, en la nota introductoria del evento en una edición anterior.
«Todo el orden mundial liberal parece estar desmoronándose», afirmó el diplomático en el escrito. «Estamos experimentando un cambio de época; una era está terminando y las líneas generales de una nueva era política comienzan a emerger».
Tal vez por ello, representantes del poder en Washington como la vicepresidenta Kamala Harris se esforzaron en asegurar que EEUU seguía siendo un socio confiable y el principal líder mundial. La compañera de fórmula de Biden cuestionó además (sin nombrarlo) a Donald Trump y la postura no intervencionista del expresidente y actual candidato republicano, quien suele ser crítico de la OTAN, tildándola de «peligrosa» para el mundo y «la prosperidad global»-
«Ser un líder global es de interés estratégico para Estados Unidos», afirmó con sorprendente sinceridad Harris durante su discurso.
Sin embargo, si uno quisiera creer en las palabras de la vicepresidenta estadounidense, el timing no podría haber sido peor: con Israel a punto de invadir Rafah y Oriente Medio convertido nuevamente en un polvorín; los soldados ucranianos replegándose después de una fracasada contraofensiva y ciudades como Avdéyevka en manos rusas; y el Congreso de EEUU paralizado a causa de la polarización extrema en el país, el supuesto «orden internacional basado en reglas» de Washington luce cada vez más como una invención que no solo ha fracasado en generar seguridad o prosperidad compartida alrededor del mundo, sino que el propio sistema político estadounidense parece cada vez más en descomposición.
En ese sentido, David Miliband, presidente del Comité Internacional de Rescate (IRC), hermano del exlíder del Partido Laborista y emblema de la intersección de establishment político, diplomáticos y contratistas de Defensa que se dan cita en Múnich, dijo a la BBC que la edición 2024 había sido la conferencia «de un mundo desordenado» donde los dirigentes «saben lo que tienen que hacer, pero no pueden hacerlo».
La política exterior de Biden, bélica e irrelevante
Para el analista internacional Samuel Losada, egresado de la Universidad de Belgrano, el evento brindó una oportunidad inmejorable para confirmar lo que dijo era la «creciente irrelevancia» de EEUU en el plano internacional, así como el aspecto cada vez más belicoso de la política exterior del presidente Joe Biden.
«Hay que recordar que Biden, quien siempre fue un halcón como senador y vicepresidente, había prometido durante su campaña presidencial en terminar las guerras eternas, en referencia a las invasiones y posteriores ocupaciones de EEUU en numerosos países de Oriente Medio tras los ataques del 11 de septiembre [del 2001]», explicó el especialista.
«Sin embargo, después de la desastrosa salida de Afganistán, que irónicamente marcó el comienzo del pronunciado declive de sus números de popularidad, Biden no hizo más que saltar de una aventura bélica fallida a otra, como lo son Ucrania —donde la OTAN está siendo humillada por Rusia— y Gaza en apoyo de Israel», añadió.
De acuerdo con Losada, esto evidencia que si bien EEUU puede ir a Múnich a hablar sobre diplomacia y paz, su verdadero modus operandi alrededor del mundo, y especialmente contra aquellos países que no se pliegan a sus demandas y proponen otros caminos, es el de lanzar guerras y organizar revoluciones de colores y perpetras masacres, como actualmente contra el pueblo palestino, al asistir financiera y militarmente a Israel.
Prueba de ello, ponderó el analista, es que mientras el año pasado todas las ayudas sociales que se habían implementado durante el Gobierno de Donald Trump a causa de la pandemia, y que habían sido extendidas en los dos primeros dos años de la gestión Biden, fueron recortadas y la pobreza y desnutrición infantil volvieron a crecer drásticamente en los EEUU, el gasto militar alcanzó en el 2023 la cifra récord de 2,2 billones de dólares, dejando en claro la prioridad del mandatario demócrata.
«Lo más llamativo es que, mientras el aparato bélico de EEUU no para de expandirse, sus resultados son cada vez peores, y todos los objetivos que perseguían no fueron logrados.
Veamos: Afganistán, lejos de ser liberada, volvió a estar en manos de los talibanes. La solución de los dos Estados está cada vez más lejos, e Israel, el principal aliado de Washington en la región, está cada vez más cerca de convertirse en un estado paria; Libia, después de que la OTAN derrocara a0 [Muamar] Gadafi, está inmersa en una guerra civil; Bashar Asad y Nicolás Maduro siguen en el poder en Siria y Venezuela, respectivamente, y Vladímir Putin ha logrado evadir con éxito las sanciones económicas», enumeró Losada.
Y añadió: «Sin hablar de lo que ha sido el fracaso total de la OTAN en su guerra proxy contra Rusia en Ucrania, donde EEUU buscaba debilitar a Moscú y solo ha logrado mostrar la fragilidad de la alianza atlántica».
Por todo esto, concluyó el especialista, «Múnich, que en el pasado fue una vitrina de lujo del poderío militar estadounidense, ahora solo sirve para recordarnos de la actual decadencia de Washington».