Tras más de 5 meses de genocidio en Gaza, la inteligencia militar sionista confirmó a los líderes políticos lo que era un secreto a voces: es imposible lograr una victoria total sobre HAMAS.
Es decir, el ejército de ocupación le ha comunicado al gabinete de Netanyahu que su presunta razón para invadir Gaza y someter a su población a inimaginables crueldades es simplemente inalcanzable.
El propio jefe de seguridad nacional de Israel, Tzachi Hanegbi, dijo a mediados de octubre que “el único resultado aceptable para nosotros es una victoria total. No solo colapsaremos las capacidades militares y gubernamentales de HAMAS, sino que nos aseguraremos de que no puedan revivir después”.
Es evidente que ese objetivo no ha sido alcanzado ni lo será en el futuro. En primer lugar, debido al tipo de resistencia militar que representa HAMAS: una forma asimétrica que le permite atacar sin exponerse demasiado en términos de bajas. En este sentido, HAMAS comprendió la necesidad de proteger su estructura dual político-militar. Para lograrlo, la acción militar está organizada en células independientes que operan bajo la autoridad de un ala militar separada, las Brigadas Al Qassam.
En segundo lugar, porque HAMAS no es solo un grupo, sino una ideología, específicamente una ideología de liberación nacional dentro de una tradición islámica de resistencia. Es imposible erradicar una ideología, y aún más cuando ésta se ha vuelto, como en el caso de HAMAS, hegemónica, lo que significa que no hay otra ideología capaz de reemplazarla.
En el caso palestino, la ideología representada por Fatah/Autoridad Palestina no puede ni siquiera compararse con la ideología anti-colonial representada por HAMAS. Como señala el historiador palestino Rashid Khalidi en su obra «Palestina: Una biografía. Cien años de guerra y resistencia», la OLP bajo el control de Fatah aceptó una forma de «autogobierno» con muchas restricciones, es decir, los Acuerdos de Oslo, que en realidad implicaban entregar el control total de la población y los recursos a la fuerza ocupante. En este sentido, se puede decir que al rechazar los Acuerdos de Oslo, HAMAS rechazaba un plan diseñado desde el principio para privilegiar a Israel y su visión colonial. Al mismo tiempo, se posicionaba como una alternativa política a la recién establecida Autoridad Palestina y su aceptación de la ocupación.
El fracaso, ahora reconocido públicamente, del sionismo respecto a sus planes iniciales de «victoria total» sobre HAMAS debe ser comprendido desde un plano político. Mientras persista la ocupación colonial sionista con su objetivo de expulsión y conquista de Palestina, la ideología de resistencia, de la cual HAMAS es el mejor ejemplo, seguirá siendo hegemónica para los colonizados.
Es importante destacar que, en ocasiones, se asume que una ideología puede estar subordinada a una serie de intereses políticos, lo que podría llevar a que dicha ideología modifique sus objetivos políticos en algún momento. Sin embargo, este no es el caso concreto de HAMAS, ni tampoco lo es al analizar las razones de Hezbolá para oponerse a Israel o las de la República Islámica. En los casos mencionados, así como de manera general para todos los grupos que integran el Eje de Resistencia, no hay amenaza por grande que sea o recompensa importante que pueda alterar lo que se considera justo y necesario. En otras palabras, y utilizando a la República Islámica como ejemplo para ilustrar este punto, su relación especial con Palestina supone un riesgo interno para la seguridad nacional iraní al enfrentarse a Israel y a los Estados Unidos. Sin embargo, estos riesgos o amenazas no tienen ninguna influencia en la estrategia política que Irán desarrolla en la región, es decir, en su visión político-ideológica.
Del mismo modo, HAMAS podría haber aceptado el statu quo colonial, tal y como lo hizo la Autoridad Palestina controlada por Fatah. Sin embargo, esto habría puesto en entredicho su propia identidad como grupo de resistencia colonial, comprometiendo así su razón de ser. En otras palabras, es precisamente la necesidad de asegurar su identidad como movimiento islámico anti-colonial lo que explica que, en muchas ocasiones, HAMAS adopte políticas que representan una amenaza física para su integridad como grupo, pero que al mismo tiempo garantizan su propia supervivencia como ideología.
Las amenazas de aniquilar a HAMAS y de destruir Gaza son inútiles. Desde la perspectiva racional del grupo palestino, se comprende que las consecuencias serían mucho más graves si se sometieran a las demandas de Israel. Esta misma lógica de resistencia, que es fundamental, es compartida por la abrumadora mayoría de los seguidores de HAMAS. Además, la lógica de resistencia anti-colonial se transmite de una generación a otra, y la dinámica genocida sionista solo sirve para perpetuar esta misma lógica.
El fracaso en lograr una «victoria total» contra HAMAS también es un fracaso en comprender cómo el grupo opera como una ideología, y especialmente, cómo su estatus como tal hace imposible su derrota a manos de una entidad colonial como la Sionista.
Ni HAMAS ni el resto de los integrantes del Eje de Resistencia pueden ser amenazados ni bombardeados hasta la sumisión, ya que estos grupos tienen una agenda política propia que consideran innegociable incluso frente a la campaña genocida sionista. Esto marca una diferencia fundamental con las coaliciones militares clásicas occidentales, que se crean ad hoc por Estados con ideas afines para combatir una amenaza común sin compromisos a largo plazo. En contraste, el Eje de Resistencia es más que una simple coalición de grupos; es una ideología que comparte objetivos innegociables pero que permite diferentes estrategias para alcanzarlos.
Es decir, todos los grupos que integran el Eje de Resistencia son capaces de llegar a acuerdos y desacuerdos puntuales utilizando el mismo lenguaje de la tradición islámica anti-colonial.