31 de diciembre de 1998. El Consejo Europeo fija el tipo de cambio inamovible del euro con las 11 monedas nacionales de los países que cumplían con los criterios de convergencia fijados en el Tratado de Maastricht, convirtiéndose en los primeros en introducir en su economía la nueva y única moneda en lo pasó a llamarse la eurozona.
Con licencia para el euro
Con el objetivo de alcanzar un espacio económico común, se impusieron entonces a los países que lideraban el proyecto condiciones ‘irreductibles’ a cumplir. La primera de ellas referenciaba a la estabilidad de los precios. Así, la inflación de los países aspirantes no podía superar en 1,5% la de los tres con mejores datos.
Mientras, el déficit en relación al Producto Interior Bruto (PIB) no debía sobrepasar el 3% o mostrar una clara tendencia de reducción continuada. La proporción de la deuda pública sobre PIB tendría que estar por debajo del 60% y los tipos de interés a largo plazo no superarían en dos puntos el que tuvieran los tres mejores estados.
Con estas condiciones y algo de generosidad de los dirigentes comunitarios, ingresaron inicialmente en el club del euro 11 países, todos los entonces miembros del bloque comunitario, menos el Reino Unido, Dinamarca y Suecia, que por voluntad propia prefirieron mantener sus respectivas monedas, y Grecia, que no cumplía las condiciones exigidas y se incorporó al club el 1 de enero de 2001.
Si a fecha de hoy, 25 años tras su nacimiento, hubiera que revalidar el ingreso en la moneda única, la cosa sería muy diferente. Apenas cuatro países tienen superávit en las últimas cuentas presupuestarias que ha publicado Eurostat: Dinamarca, Irlanda, Croacia y Suecia.
El problema es que de las grandes economías de la Eurozona, tan solo Alemania tiene el déficit por debajo de la frontera del 3%. Italia cerró 2022 con un déficit del 8,8%, Francia con el 4,8% y España 4,7%. Sería inimaginable una moneda única en la que no estuvieran estos países, pero es que el conjunto de la Eurozona tiene un 3,3% de déficit presupuestario como media.
De acuerdo al analista internacional Iñaki Gil de San Vicente, «el euro nació con la finalidad de hacer un poco más sólida y aumentar un poquito la autonomía relativa de lo que ya entonces se llamaba la Unión Europea, con respecto a la potencia dominante en aquellos momentos que era claramente EEUU. Nació con ese objetivo».
«Lo que pasa es que luego, económicamente, el triunfalismo que había en el aspecto económico y político, con el neoliberalismo que ya estaba arrasando, […] todo eso se ha desplomado», concluye el experto.