Esos Estados gastaron la cifra sin precedentes de 443.500 millones de dólares en el servicio de su deuda externa pública y con garantía pública el año pasado.
Los niveles récord de deuda representan una amenaza para los países en desarrollo, según se desprende del Informe de Deuda Internacional 2023, elaborado por el Banco Mundial (BM), que se publicó el miércoles de la semana pasada.
El texto indica que, en medio del mayor aumento de las tasas de interés mundiales en cuatro décadas, esos países gastaron la cifra sin precedentes de 443.500 millones de dólares en el servicio de su deuda externa pública y con garantía pública el año pasado.
Asimismo, dice que los reembolsos de los servicios de la deuda aumentaron un 5 % con respecto al año anterior para todos los países en vías de desarrollo, detallando que el aumento de los costes desvió sus escasos recursos de necesidades críticas como la sanidad, la educación y el medioambiente.
El informe señala que de los 75 países que pueden solicitar préstamos a la Asociación Internacional de Fomento del BM abonaron en 2022 el monto récord de 88.900 millones de dólares en concepto de servicio de la deuda.
Cifras alarmantes
También destaca que, a lo largo de la última década, los pagos de intereses de dichas naciones se han multiplicado por cuatro hasta situarse en un máximo histórico de 23.600 millones de dólares el año pasado, mientras que se prevé que los costes totales del servicio de la deuda de los 24 países más pobres se disparen hasta el 39 % este año y el que viene.
«Los niveles récord de deuda y los elevados tipos de interés han llevado a muchos países a la crisis», afirmó Indermit Gill, economista jefe y vicepresidente principal del Grupo del Banco Mundial. «Cada trimestre que los tipos de interés se mantienen altos, más países en desarrollo se ven en dificultades y se enfrentan a la difícil disyuntiva de pagar la deuda pública o invertir en sanidad, educación e infraestructuras», agregó.
En este sentido, aseguró que la actual situación justifica una «acción rápida y coordinada» por parte de los gobiernos deudores, los acreedores tanto privados como oficiales y las instituciones financieras multilaterales, basada en una mayor transparencia, mejores herramientas de sostenibilidad de la deuda y acuerdos de reestructuración más rápidos. «La alternativa es otra década perdida», concluyó.