Experto: «Rusia llevaba 16 años dando a Occidente la oportunidad de entrar en razón»

«Es imposible crear una arquitectura de seguridad europea que funcione cuando la mayoría de los Estados están controlados por un actor externo sin piel directa en el juego», opina el director de programa del club de debate internacional Valdái.

El Tratado de 1990 sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (FACE) ha dejado de tener vigencia. Como destaca Timoféi Bordachiov, doctor en ciencias políticas y director de programa del club de debate internacional Valdái, este acuerdo estaba condenado al fracaso, ya que los autoproclamados vencedores de la Guerra Fría, representados por Estados Unidos y la OTAN, intentaron «civilizar su triunfo, mientras que la derrotada URSS trató de hacerlo menos humillante para sí misma».

Según el experto, a finales de la década de 1990 ya no había ilusiones sobre la posibilidad de construir un espacio de seguridad común en Europa, pues la URSS se derrumbó un año después de la firma del tratado, y cinco años más tarde se tomó la decisión de ampliar la OTAN hacia el este.

Europa ha vuelto al enfrentamiento histórico entre Rusia y las fuerzas combinadas de Occidente. Bordachiov apunta que «Rusia es la única civilización no occidental que nunca ha perdido la lucha por su nicho único en la política mundial». Y esto hace que el conflicto sea un «fenómeno mucho más natural de la vida política europea que la cooperación pacífica», lamenta el experto. A pesar de esto, en diciembre de 2021, Rusia hizo propuestas exhaustivas a la OTAN sobre cuestiones fundamentales para la seguridad europea. Los socios occidentales rechazaron entonces un diálogo serio, prefiriendo el escenario técnico-militar de una crisis del orden internacional en Europa.

«La paz en Europa nunca ha sido un objetivo para EE.UU.»

En términos técnicos, el Tratado FACE se basaba en el establecimiento de ciertas limitaciones a la presencia de las principales armas convencionales de las partes desde el Atlántico hasta los Urales. El hecho de que las restricciones se establecieran en el contexto de dos alianzas militares –la OTAN y el Pacto de Varsovia– hizo que el tratado durara poco, indica Bordachiov.

Otra característica del tratado que señala el experto es la presencia de EE.UU., un Estado que claramente no estaba en Europa y que veía la seguridad regional desde una perspectiva completamente diferente. Este problema afectaba también a la OSCE, de la que formaban parte Estados Unidos y Canadá, para quienes la situación en el continente no era una cuestión de seguridad, sino de estrategia.

El experto destaca que «en el marco del Tratado FACE había Estados con intereses fundamentalmente diferentes en relación con sus objetivos y actividades, ya que la paz en Europa nunca ha sido un objetivo para Estados Unidos, sino solo un medio de preservar su posición global«. Tras la Guerra Fría, Washington pudo ocupar el lugar del más fuerte en la jerarquía mundial, y cualquier acuerdo europeo solo le interesaba desde este punto de vista.

«No se ha pensado en serio cómo establecer relaciones con Rusia»

En opinión de Bordachiov, «tras la Guerra Fría los países de Europa Occidental esperaban deshacerse gradualmente del humillante control estadounidense y recuperar su soberanía perdida tras la Segunda Guerra Mundial». El Tratado FACE nunca fue ratificado por las partes occidentales. Solo Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Ucrania han completado este proceso. Estados Unidos y sus aliados se negaron a hacerlo, alegando la presencia de contingentes rusos de mantenimiento de la paz en Georgia y Moldavia.

«Incluso a finales de los 90, cuando las relaciones entre Rusia y Occidente estaban lejos de la confrontación, EE.UU. y la UE consideraban los acuerdos de seguridad europeos más importantes como una herramienta para presionar a Moscú», afirma el politólogo.

El experto explica que «el motivo consistía en reducir la capacidad de Rusia de enfrentarse eficazmente a la OTAN en caso de conflicto militar directo». Después de que Moscú se opusiera a la agresión de Estados Unidos y sus aliados contra Yugoslavia, un conflicto de este tipo llegó a considerarse en Occidente como inevitable en el futuro. Washington y Bruselas empezaron a ampliar sistemáticamente la base territorial desde la que podrían combatir a Rusia, asegura.

Rusia decidió no suspender el tratado hasta 2007. Entre los factores más importantes que destacó el experto figuraba el restablecimiento del potencial militar y la capacidad de llevar a cabo una política exterior independiente. Y en las condiciones de aquella época, cualquier independencia en los asuntos mundiales significaba automáticamente un conflicto con Estados Unidos, que no toleraba más voluntad que la suya.

Moscú participó en el órgano principal del tratado, el Grupo de Contacto Conjunto (GCC), hasta 2015. La razón, según el experto, reside en el hecho de que «Rusia aún esperaba que Occidente cambiara de opinión y decidiera volver a las ideas básicas del tratado de 1990». Después de que Rusia considerara esto inútil, el trabajo del GCC prácticamente se detuvo. Por fin, en 2023, Moscú decidió denunciar el Tratado, que entró en vigor el 7 de noviembre.

Bordachiov concluye que los turbulentos acontecimientos del siglo XX han llevado a que, «de todos los Estados de Europa, solo Rusia siga siendo capaz de tomar decisiones independientes en política exterior». Esto significa que «la principal responsabilidad de la sensatez y el equilibrio de sus decisiones recae en Moscú». El experto cree que tales acuerdos solo serán posibles en el futuro cuando «la seguridad europea vuelva a ser un asunto de los propios europeos».

 

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