Tendencia conservadora se refuerza en gran parte de Europa

Entre las masivas movilizaciones en defensa del salario y el clima, ambas en septiembre, y el resultado de las elecciones nacionales el 22 de octubre, parecen existir dos Suizas diferentes.

Una es la nación de las movilizaciones sociales, que repuntaron significativamente la segunda mitad del año y que el 16 de septiembre reunieron en Berna a 20 mil personas en defensa del salario y las jubilaciones. Y el 30 del mismo mes, a 60 mil manifestantes que le exigieron al Gobierno medidas urgentes y más comprometidas contra el calentamiento global. La otra, la nación que fue a las urnas tres semanas después para elegir diputados y senadores, con resultados que empujan a la Suiza institucional un poco más hacia la derecha.

Ese día votó, solamente, uno de cada dos empadronados. Los suizos no se desesperan por visitar el cuarto oscuro, debido, en gran medida, a que cuatro veces por año son convocados a pronunciarse sobre iniciativas populares, referendos, nuevas leyes y presupuestos municipales. La participación electoral suiza, que no es obligatoria por ley, sigue siendo muy baja. En esta contienda participó el 46,6 por ciento de la ciudadanía (un leve aumento con respecto al 45,1 por ciento hace cuatro años).

Votos son amores

Casi uno de cada tres votantes helvéticos lo hizo por la conservadora Unión Democrática de Centro (UCD), que ganó

nueve escaños para llegar a 62, lo cual representa poco menos del 29 por ciento del electorado. La segunda fuerza, también en leve ascenso, fue el Partido Socialista, de sesgo socialdemócrata, con dos nuevas bancas, para alcanzar un total de 41, lo cual representa el 18 por ciento de los votantes. La nueva legislatura entra en funciones el 10 de diciembre hasta el 2027.

El Partido de Centro (ex democratacristiano) consolidó su fuerza con 29 bancas, en tanto que los liberales radicales (partido de la gran empresa) contarán con 28 diputados. Los grandes perdedores fueron el progresista Partido de los Verdes, con 23 bancas (una pérdida de cinco) y los centristas Verdes Liberales, que deberán contentarse con 10 escaños (seis menos que antes).

Aunque la distancia entre la extrema derecha y los socialistas no es tan grande, la realidad global es otra. De las 200 bancas, las 64 socialistas y verdes seguirán siendo minoría en el Consejo Nacional (Cámara de Diputados). El resto del espectro político, del centro a la extrema derecha, controlará más de las dos terceras partes del poder en la Cámara Baja. Este mismo abanico de centro-derecha asegurará para el periodo 2023-2027 una cómoda mayoría en el Consejo de los Estados (Senado), a pesar de que la composición definitiva del mismo (46 escaños) se definirá a mitad de noviembre, cuando se realice la segunda vuelta en varios de los Cantones (provincias o Estados) donde ninguna fuerza política logró alcanzar una mayoría absoluta en la primera vuelta.

Adicionalmente, el 13 de diciembre este nuevo Parlamento elegirá el Ejecutivo colegiado de siete miembros para los próximos cuatro años. Siguiendo la lógica de la “fórmula mágica” que impera y rige la vida institucional helvética desde la Segunda Guerra Mundial, no se presagian cambios significativos en la composición del Ejecutivo. Dicha fórmula establece que cada uno de los tres partidos con más porcentaje de votos cuenta con dos consejeros federales (por el momento, UDC, socialistas y liberales radicales), mientras que a la cuarta fuerza le corresponde solamente uno.

Agenda de sociedad, motivaciones del voto

El tema de la migración tuvo un peso decisivo en las recientes elecciones, tal como lo confirma una encuesta postelectoral realizada por la prestigiosa firma Sotomo, con sede en Zúrich.Así lo reconoció el 26 por ciento de los encuestados.

Muy de cerca, en un segundo lugar, el aumento del seguro médico, que hace unas pocas semanas se elevó casi un 10% para 2024.

Como lo afirman los analistas de Sotomo, no sorprende que la ultraderechista Unión Democrática de Centro haya sido la fuerza claramente triunfante en los comicios del 22 de octubre, ya que su campaña electoral denunció enfáticamente la “actual migración excesiva”. Para ello empleó un discurso nacionalista, rayano en la xenofobia y el racismo, acentuando su rechazo a los refugiados y los peticionantes de asilo.

Con particular habilidad electoralista, en junio pasado la UDC lanzó la iniciativa popular federal «¡No a una Suiza de 10 millones!», o “Iniciativa de sostenibilidad”. Según la misma, “la población residente permanente en Suiza no debe exceder los 10 millones de personas antes del año 2050” (actualmente la población supera los 8.7 millones).

A partir de ese año el Consejo Federal, es decir, el ejecutivo colegiado, podrá adaptar anualmente mediante ordenanzas este valor límite en función del crecimiento demográfico natural. La población permanente incluye a todas las personas de nacionalidad helvética con residencia principal en Suiza, así como a todas aquellas de nacionalidad extranjera que poseen un permiso de residencia de una duración mínima de doce meses.

Según la encuesta de Sotomo, al centrar su discurso en la necesidad de un control rígido de la migración, la UDC logró movilizar no solo a su propio electorado, sino también ganar nuevos seguidores. La UDC se pronuncia desde años contra la adhesión de Suiza a la Unión Europea, argumentando que el desarrollo helvético es mucho más alto y significativo que el del resto de Europa, cuya situación es compleja e incierta. A pesar de la enorme dependencia comercial de Suiza de sus vecinos continentales, la ultraderecha sostiene que “Europa va mal y Suiza va bien”. Simplificando realidades, la ultraderecha argumenta, además, que los problemas actuales de Suiza, como la inflación y el aumento de los costos sociales y de la salud se deben, fundamentalmente, a la excesiva presencia de extranjeros en el país, muchos de los cuales, insiste, “vienen para aprovecharse del Estado social” vigente.

Con respecto al candente tema de la explosión de las tarifas del seguro de enfermedad- otra preocupación esencial del electorado-, varios partidos se han pronunciado críticamente. Sin embargo, ninguno lo hace con la “atractividad” con que la extrema derecha ha conseguido tematizar el tema migratorio.

La encuesta de Sotomo también constata que, si bien la crisis climática constituye el tercer tema de mayor interés (casi el 23 por ciento de los encuestados), la misma no logró su correspondiente expresión electoral. El sector de los verdes (tanto el Partido de los Verdes como el de los Verdes liberales), los defensores más fervientes de la lucha contra el calentamiento global, fueron los que más perdieron en las urnas el 22 de octubre.

¿Cómo explicar esta incongruencia entre una preocupación climática real de un importante sector de la población suiza, y el castigo electoral contra las fuerzas políticas que con más energía han abogado por el clima y reivindicado soluciones concretas y a corto plazo? Una primera respuesta es que Los Verdes pagan el precio de su propio éxito. En los últimos años lograron introducir con tan buen éxito la crisis climática en el debate nacional, que prácticamente todas las fuerzas políticas nacionales terminaron por adoptarla. En consecuencia, ya no es más el tema exclusivo de un solo partido. Por otra parte, en 2018 y 2019, justamente antes de las elecciones nacionales anteriores, cuando las fuerzas verdes experimentaron un crecimiento explosivo, la defensa del clima se popularizó por toda Europa (y el mundo entero), con constantes manifestaciones y eventos. El ambiente político entonces fue más propicio que el actual. Por último, una franja significativa de jóvenes, que con relativa radicalidad se movilizan por las calles a favor del clima, prefieren no concurrir a las urnas, aunque podrían hacerlo, desencantados por la lentitud del Estado en sus respuestas al calentamiento global.

En la actual elección, el impacto de la pandemia, el recrudecimiento de conflictos bélicos como el de Rusia-Ucrania y, desde el 7 de octubre, el de Israel-Palestina, así como la crisis del Credit Suisse, principal entidad bancaria del país, han redefinido los ejes políticos electorales predominantes. Y si bien la crisis climática sigue presente, la preocupación por la situación económica diaria ocupa un espacio mucho más importante. Y en ese terreno, la ultraderecha se mueve con más habilidad, con un discurso más directo y seductor y con propuestas concretas, como la “de reducir la migración para asegurar un mejor bienestar para la propia población suiza”.

Casi toda Europa va hacia la derecha

La realidad política helvética no es excepción en una Europa donde la derecha experimenta un permanente afianzamiento.

En Hungría, por ejemplo, el predominio ideológico de Víctor Orban ha sido, desde su mandato inicial como primer ministro en 2010, un referente para esta consolidación. Que también se expresa en la de Marina Le Pen en Francia, con posibilidades de reemplazar a Macron al final de su mandato. Y con la llegada al Gobierno de Italia, en septiembre de 2022, de Giorgia Meloni y los sectores más ultras del espectro político peninsular. En esta misma dirección, Suecia, Finlandia, Grecia y Eslovaquia, entre otros países, ven consolidarse fuerzas conservadoras en sus ejecutivos o sus parlamentos. Casi milagrosamente, el socialismo español –ligado a otras fuerzas de izquierda y autonomistas– ha podido, hasta ahora, evitar la instalación del derechista Partido Popular con su aliado ultra, el Partido VOX.

Sin embargo, hasta fines de octubre las fuerzas de izquierda y autonómicas aún no han logrado conformar un Gobierno progresista.

Escenario complejo de un continente en zozobra en momentos en que la guerra Rusia-Ucrania y el conflicto que acaba de estallar en el Medio Oriente no hacen más que reforzar las fuerzas más ultras y reaccionarias en cada país. El impacto de estas guerras tan cercanas no hace más que reforzar los altos presupuestos militares; los paulatinos recortes de los gastos para el bienestar social; el miedo a lo “diferente”, es decir, los extranjeros, y una creciente consolidación de las posiciones más cerradas y nacionalistas, promotoras de un conservadurismo en alza.

 

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