La ventaja de poder de Israel deja de ser una «garantía fiable de su existencia», según experto

«Los grandes países se están quedando sin instrumentos de coerción que funcionaban en el siglo XX», destaca el presidente del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia.

El destino de Palestina, Tierra Santa para las religiones del mundo, ha estado en el centro de los procesos sociopolíticos más agudos durante milenios. Pero, si se aborda solo la etapa moderna, «la cuestión palestina en todos sus aspectos es la quintaesencia de la política internacional del siglo XX, cuyos frutos y, probablemente, cuyo final estamos presenciando hoy», expone el presidente del Presidium del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Rusia, Fiódor Lukiánov.

De acuerdo con Lukiánov, esa política contiene los principales acontecimientos del siglo pasado. La Primera Guerra Mundial, que marcó el comienzo de la caída de los imperios europeos y un reordenamiento de las fronteras. Como consecuencia, triunfó la idea de la autodeterminación en todo Oriente Medio, incluida Palestina, que varios pueblos consideraban su hogar ancestral.

Posteriormente, la Segunda Guerra Mundial con los horrores del Holocausto condujo a las principales naciones del mundo a la necesidad de crear un Estado judío, cuya configuración desde el principio se convirtió en objeto de agudos conflictos, explica Lukiánov en su artículo publicado el pasado miércoles en Rossíyskaya Gazeta.

Ni paz ni Estado de pleno derecho

El experto señala, además, que en la Guerra Fría se originó el patrocinio de las superpotencias sobre diversas fuerzas regionales.  «El mundo bipolar no trajo la paz a Oriente Medio», ya que los enfrentamientos armados se produjeron uno tras otro. Luego, con el fin de este conflicto, todo el mundo creyó en la llegada de la calma y la justicia, desembocando en un proceso de paz. Yasir Arafat, Shimon Peres y Yitzhak Rabin recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1994 por sus esfuerzos de llegar a la paz en Oriente Medio.

La creación de dos Estados independientes en Palestina, propuesto por la ONU en 1948, se consideró un objetivo que se podría alcanzar de forma rápida, por lo que se buscó determinantemente su implementación. Pero, pronto se evidenció que el «plan, elegantemente elaborado, se enfrentaba con las realidades históricas y sociopolíticas de la región, y que el impulso inicial para la creación de una autonomía nacional palestina no llegó a convertirse en un Estado de pleno derecho.

Origen de la amenaza de Hamás

El experto sostiene que la última «gran innovación» fueron las «elecciones democráticas libres» impuestas a Israel y la Autoridad Palestina en 2006 que, según creía Washington, sería una solución a todos los problemas de Oriente Medio. «La amenaza de Hamás en su forma actual proviene precisamente de ahí«, destaca, al detallar que primero, EE.UU. forzó a realizar las elecciones, en las que ganó el movimiento de resistencia islámica, y luego ellos mismos no reconocieron su resultado.

Así, la posterior toma del poder por la fuerza de Hamás en Gaza creó el enclave desde el que Israel fue atacado desde el 7 de octubre. El cambio que ha ocurrido ahora es que los actores externos se ven obligados a reaccionar ante eventos iniciados por fuerzas regionales, y «los grandes países se están quedando sin instrumentos de coerción que funcionaban en el siglo XX», subraya.

¿Plan perfecto o fallido?

De acuerdo con el experto, el «detallado plan» de los patrocinadores internacionales está suspendido. En concreto, apoyar a Israel adelantando sus acciones más peligrosas; tranquilizar a los países árabes, especialmente los del golfo Pérsico; impedir la intervención de Irán dejando claro que desencadenaría en la injerencia militar estadounidense. Finalmente, garantizar un paquete de asistencia financiera a todos los clientes militares importantes (Israel, Ucrania, Taiwán), que no permitirá bloquear a nadie por separado.

«El problema de Israel es que la ventaja de poder en la que el país se apoyó exclusivamente durante tres cuartos de siglo deja de ser una garantía confiable de su existencia«, sostiene Lukiánov, al alegar que la transición de la regulación externa de la región a un equilibrio interno es algo muy doloroso, y el éxito no está asegurado.

Opina también que «el equilibrio general en la región no cambiará a favor de Israel, y la atención del principal patrocinador puede desviarse con otras crisis de naturaleza interna y externa». Asimismo, recalca que el país hebreo no tiene experiencia en acuerdos a largo plazo con vecinos sin el apoyo de EE.UU. En ese sentido, cuestiona si «hay tiempo para aprender a vivir de una manera nueva».

 

 

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