Según la OIEA, en el mundo se mantienen operando más de 400 reactores nucleares en 31 países.
A 78 años de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y tras diez años de instituirse el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares, el mundo sigue mostrando las huellas que han dejado los peores accidentes nucleares de la historia.
El encuentro del ser humano con el átomo data del siglo V antes de Cristo. El filósofo griego Abdera lo define como la parte más pequeña de la materia. Luego, el desarrollo científico permite descubrir la presencia de los electrones, los neutrones, los protones y los poderes radioactivos de un átomo.
En 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, Estado Unidos (EE.UU.) decide emplear la tecnología y la energía nuclear fuera del contexto científico para desarrollar y utilizar la primera bomba nuclear sobre los territorios japoneses de Hiroshima y Nagasaki.
Teniendo en cuenta la peligrosidad de estas nuevas armas, de las que aún quedan en el mundo una 134.000 según la ONU, se comenzaron a establecer tratados entre los países para impulsar el uso de la energía nuclear en otros contextos de la vida social. De esta forma comienzan a surgir las primeras centrales nucleares para la generación de electricidad.
Datos del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) confirman que hasta abril de 2019 en el mundo se encontraban en operación 442 reactores en 31 países, produciendo con ello el 11 por ciento de la electricidad mundial.
A pesar de las normas de seguridad exigidas por las organizaciones internaciones e implementadas en estas instalaciones, la humanidad ha sido testigo de varios accidentes nucleares con consecuencias devastadoras.
Chakl River, 1952
Una violenta explosión en diciembre de 1952 destruyó el núcleo del reactor y esto provoca la fusión del combustible nuclear disponible en Chalk River Laboratories, una instalación situada en Ontario, Canadá.
A consecuencia de ello, miles de partículas radiactivas fueron expulsadas a la atmósfera, y un millón de litros de agua fueron contaminados y evacuados muy cerca del río Ottawa. Afortunadamente no se lamentaron víctimas mortales ni heridos.
Mayak, 1957
En la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) existía una planta de reprocesamiento de energía nuclear conocida por el nombre de Mayak, donde en septiembre de 1957 tiene uno de sus más graves accidentes cuando un fallo en el sistema de refrigeración en un tanque de almacenamiento para desechos nucleares provocó una explosión.
Hasta 600 kilómetros cuadrados y más de 250.000 personas ubicadas en más de 30 aldeas fueron afectados por la nube radioactiva. Por su magnitud, el accidente fue clasificado de nivel 6 en una escala de 7, según la Escala Internacional de Accidentes Nucleares.
Por otra parte, el lago Karachai, ubicado a pocos kilómetros de Mayak, al sur de los montes Urales fue utilizado como depósito de los desechos. La zona registró niveles de radiación extremos con alto peligro para la vida humana.
Windscale-Sellafield, 1957
Un reactor de plutonio tuvo una fuga radiactiva que afectó un área de 500 kilómetros cuadrados y contaminó 5,6 millones de litros de leche en los tambos de Liverpool, Reino Unido.
Tras 27 años del accidente, más de 200 casos de cáncer en la glándula tiroidea, sobre todo en niños, fueron registrados a causa de la catástrofe.
India Point, 1963
La fauna de los ríos cercanos a la central nuclear de India Point, en EE.UU., se extinguió y varios productos agrícolas se contaminaron a partir de un escape radiactivo ocurrido allí.
Monticello, 1971
Más de 190.000 litros de agua radiactiva fueron a parar al río Mississippi, en el estado de Minesota, EE.UU., cuando se desbordó el depósito de desechos del reactor. Algunas sustancias contaminantes entraron en el sistema de agua de la ciudad Saint Pablo, la segunda más poblada del estado.
Three Mile Island, 1979
El 28 de marzo de 1979 amaneció con un accidente nuclear en la planta de Three Mile Island, Pensilvania, Estados Unidos. Un fallo en un circuito provocó el escape prolongado de agua radiactiva, por lo que de inmediato se procedió a la evacuación del lugar y sus alrededores.
No se lamentaron pérdidas de vida humanas, aunque unas 250.000 personas residían a menos de ocho kilómetros de la central. Con el tiempo varios niños nacieron con severas malformaciones genéticas.
El costo económico fue muy alto, puesto que limpiar el reactor durante 14 años costó cerca de 975 millones de dólares.
Erwin, 1979
Un escape de uranio altamente enriquecido contaminó a 1.000 personas con casi cinco veces la radiación que recibían en un año de la planta de Erwin, el estado de Tennessee, EE.UU.
Tsurunga, 1981
Cerca de 45 trabajadores quedaron expuestos a la fuga de agua radiactiva acontecida durante las maniobras de reparación de la planta Tsurunga, en Japón. La filtración también contaminó el lecho marino de una bahía pesquera cercana.
Chernobyl, 1986
Durante una simulación de un corte eléctrico se produce el aumento súbito de potencia en el reactor cuatro de la planta de Chernobyl, Ucrania. Esto produjo el sobrecalentamiento del núcleo del reactor y la posterior explosión del hidrógeno acumulado en el interior.
La atmósfera recibió 200 toneladas de material con una radiactividad equivalente entre 100 y 500 bombas atómicas similares a la lanzada en Hiroshima. Cerca de 31 personas fallecieron en los meses siguientes, 135.000 fueron evacuadas, 18.000 fueron hospitalizadas.
La población sufrió enfermedades cancerígenas y malformaciones, mientras la flora y la fauna de Bielorrusia, desde Kiev hasta Gornel, fue contaminada.
Un estudio de la Agencia Internacional de la Energía Atómica estima unas 4.000 víctimas mortales relacionadas con el accidente y otras 600.000 se han visto afectadas por la radiación.
En 2016 se inauguró un nuevo sarcófago en forma de arco que cubre el reactor número cuatro para contener la radiación durante los próximos 100 años. En el año 2000 se decretó el cierre definitivo de la planta.
Vandellós, 1989
Importantes difusiones en diversos sistemas necesarios para la refrigeración del reactor sucedieron en la planta de Vandellós, Tarragona, España, tras un incendio producido por un fallo mecánico.
El accidente no provocó emisión radiactiva hacia el exterior ni la pérdida de vidas humanas. Sin embargo, las medidas exigidas por el organismo regulador nacional para corregir las irregularidades detectadas provocaron el colapso de la empresa.
Tokaimura, 1999
En septiembre de 1999, una negligencia laboral en la planta de Tokaimura, en Japón, causó la fuga de uranio que le costó la vida a dos personas por la exposición a la radioactividad. Otras 49 sufrieron daños graves y 438 resultaron afectados de alguna forma.
Fukushima, 2011
Un terremoto de magnitud 9 provocó que los tres reactores activos de la planta de Fukushima, en Japón, se apagaran automáticamente. Un tsunami de grandes proporciones, con olas de 14 metros alcanzó la central, inundando los motores diésel de agua salada.
A consecuencia de esto, ocurrieron varias explosiones en los reactores nucleares, fallaron los sistemas de refrigeración y la triple fusión del núcleo liberó gran cantidad de radiación al exterior.
El Gobierno japonés evacuó a 150.000 residentes en un radio de 20 kilómetros. Gran cantidad de agua contaminada fue liberada en el océano Pacífico durante y después del desastre.
Según la Organización Mundial de la Salud, hasta el momento solo se ha registrado una muerte por cáncer vinculada al accidente, aunque no se descarta que en el futuro pueda aumentar esta cifra.
Sin embargo, el proceso de reubicación de las personas para mantenerlas protegidas de las emisiones radiactivas causó un aumento de la mortalidad entre los adultos mayores y un incremento de las enfermedades mentales.
Un estudio del IZA Institute of Labor Economics asegura que, tras la pérdida del 30 por ciento de la producción eléctrica en el país por el colapso en Fukushima y el consecuente y proporcional aumento de las facturas en los hogares por la importación de combustible fósil, más de 1.200 personas murieron de frío entre 2011 y 2014.