La historiografía occidental, hegemonizada por la visión y práctica de aquel poder unipolar cuya sede radica en Washington y con satélites incondicionales que apoyan la política de desestabilización, golpismo, guerras suaves e híbridas que hemos vivido crónicamente, vuelve a reflotar los procesos de perturbación de los órdenes políticos establecidos, principalmente en el llamado espacio postsoviético denominados: revoluciones de colores.
Terminología occidental que trataba de mostrar las acciones golpistas usando grupos internos, organizaciones no gubernamentales (ONGs) servicios de inteligencia que alentaban supuestas movilizaciones populares contra gobiernos de las antiguas repúblicas que formaron parte de lo que se conoció como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sobre todo a principios del siglo XXI. Los objetivos planteados no difieren de la narrativa permanente de estos procesos: alentar la instauración de democracias representativas estilo occidental, acercar aquellos países a la influencia tanto de Europa como de su brazo militar. Como es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y generar, al mismo tiempo una realidad geográfica y política de cerco a la federación rusa bajo le preeminencia de un discurso prooccidental y de corte neoliberal. “El fenómeno de las ‘revoluciones de colores’ se convierte en un factor importante en la desestabilización de la situación en muchas regiones del mundo. Con el pretexto de extender la democracia se imponen valores ajenos a las naciones”. (1)
Todo ello con el trabajo de marketing de dotar a esas movilizaciones de un color distintivo y un simbolismo particular – Naranja en Ucrania el año 2004 establecida a partir del triunfo en las elecciones presidenciales del exmandatario Víktor Yanukovich donde tuvo que sobrellevar, el desconocimiento de los resultados por parte del candidato proeuropeista Víktor Yúshcheko, quien llamó a movilizaciones sociales llevándolo finalmente al poder junto a su hija Yulia Timoshenko. La revolución de las Rosas en Georgia el año 2003 que significó el alejamiento de este país de las relaciones con Rusia y su pleno acercamiento a Europa y coqueteos con la OTAN que han tensionado su relación con Moscú hasta el día de hoy. La revolución de los Tulipanes en Kirguistán el año 2005, que significó la primera intervención directa de Washington en la región centroasiática tras la caída del campo socialista y la caída del presidente Askar Akáev. La llamada Revolución de mezclilla —jeans por su color azul— llevada a cabo a fines de marzo del año 2006, sin mayores resultados para los intereses occidentales.
Dos décadas después del inicio de estas supuestas revoluciones, que mostraron en toda su dimensión el interés de Estados Unidos y los suyos de llevar adelante la política de máxima presión contra Rusia y con ello la ampliación de la OTAN hacia las fronteras occidentales del país euroasiático, vuelven a reflotar el crónico ADN golpistas y desestabilizador de occidente. Primero Ucrania y el apoyo al régimen nazi presidido hoy por el comediante Volodímir Zelenski para servir de punta de lanza contra Rusia a partir del proceso de cambio violento llamado Euromaidan, que triunfó en febrero del año 2014 y que implicó, no sólo el derrocamiento el ex presidente Viktor Yanukóvich, sino el impulso de ataques y exterminio de la población ruso parlante de la región del Donbás.
perturbación contra aquellos que se han planteado la necesidad de un mundo multilateral. Washington, la OTAN en general y en forma particular una Alemania interesada en ampliar su mercado al Cáucaso están generando una situación de replicar las revoluciones de colores ya vividas por ese país. La Unión Europea, como parte del guión, frente a la mencionada ley que generó las protestas de los sectores proeuropeistas señaló, a través del jefe del Consejo Europeo, Charles Michel, que la adopción de la ley no se ajustaba al camino hacia la UE que desea una gran parte del pueblo georgiano. Las palabras de Michel fueron apoyadas por el jefe de la política exterior de la UE, Josep Borrell, que afirmó a su vez que esta normativa era incompatible con los valores de la UE. Valores bastante discutidos a la hora del análisis global con el apoyo que este grupo de países ha concretado en las agresiones contra Siria, Irán, Palestina, Yemen, entre otros.
Rusia ha dado claras señales, que no va a permitir un proceso como el vivido en Ucrania, las provocaciones Otanistas no se dejarán pasar así como así y desde Moscú se alzan las voces que hablan de dar respuestas contundentes a las crónicas provocaciones que vienen desde Occidente. El ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, declaró que “esto de Georgia se parece mucho a Maidán en Kiev…la ley georgiana sobre los agentes del extranjero ha sido sólo un pretexto para lanzar un intento de cambio de régimen por la fuerza». El portavoz del gobierno ruso, Dmitri Peskov criticó la declaración realizada el jueves 9 de marzo desde Nueva York por la presidenta de Georgia, Salomé Zurabishvili, considerada prooccidental que tomó distancia del gobierno presidido por Irakli Garibashvili, expresando su apoyo a los manifestantes proeuropeos “el hecho que la presidenta de Georgia hablará desde Estados Unidos es una señal de que la mano visible de alguien está tratando de provocar un sentimiento antirruso en Georgia”. Por su parte, el mandatario ucraniano Zelensky, en aplicación de su formación como actor no dudo en hacerse presente en esta puesta en escena antirrusa, apoyando las protestas en la capital georgiana Tiflis, provocadas por la iniciativa legal llamada “Ley Sobre la Transparencia de la Influencia Extranjera”.
El primer ministro georgiano, Irakli Garibashvili, ha advertido que la situación en Georgia puede conducir a situaciones muy complejas en el área del Cáucaso Sur. Esto, porque Garibashvili el pasado viernes 10 de febrero, aseveró, ante periodistas internacionales que “los ucranianos tratan de llevar la guerra a Georgia y crear un segundo frente contra Rusia…Los intentos de hacer que este conflicto —en Ucrania— se extienda de alguna manera a nuestro país, desafortunadamente, no se detienen. Escuchamos directamente las declaraciones de representantes de las autoridades ucranianas sobre este tema. Su objetivo era abrir un segundo frente”. (3)
El análisis geopolítico indica que Rusia no aceptará que se escenifique otro Euromaidán, sobre todo con la guerra mediática, que ha comenzado a mostrar esa imagen de manifestantes georgianos enarbolando la bandera de la Unión Europea, como objetivo de las movilizaciones, con la verbalización respecto a sostener que “Georgia teme a Rusia” y para contrarrestar aquello, la elite política georgiana azuza la decisión y la verbalización respecto a la necesidad de entrar en esta unión de países europeos y sobre todo, incorporarse a la OTAN. El peligro radica que las acciones bélicas podrían tener un escenario ampliado desde Ucrania al Cáucaso Sur teniendo presente las fuertes tensiones vividas en esta zona rica en gas, petróleo, gasoductos y oleoductos, que son arterias vitales para la economía europea y permanente campo de conflicto.