Faltan pocos días para el final del año 2022, y aun así las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea (UE) continúan empecinadas en frenética carrera de imponer sanciones a la Federación Rusa.
Con el inicio de la Operación Militar Especial de Rusia en el sureste ucraniano que tiene como objetivo desmilitarizar y desnazificar a Ucrania, así como acabar con los actos de genocidio contra la población civil del Donbass las medidas coercitivas en los planos económico, militar y financiero se dispararon.
Si bien es cierto que los últimos 10 meses su aplicación no ha tenido parangón en la historia del gigante euroasiático, vale recordar que este proceso comenzó mucho antes, en 2014, después del golpe de estado en Kiev que derrocó al presidente Viktor Yanukovich.
El pretexto para la primera batería de sanciones fue el referendo realizado en Crimea donde una inmensa mayoría de la población decidió abandonar Ucrania y volver a constituirse en un miembro más de la Federación de Rusia, así como el levantamiento popular en el Donbass contra los golpistas de Kiev
Ambos eventos, que no fueron del agrado de occidente marcaron el inicio de las penalidades contra empresas, individuos, bancos y sectores de la economía rusa.
Igualmente en el año 2020 tampoco aceptó los resultados de los comicios generales en Belarús, ni que fallara la preparada “revolución de colores” contra el gobierno de su presidente, Aleksandr Lukashenko, con lo cual las sanciones se extendieron también a Minsk.
OBJETIVO DECLARADO: DESTRUIR A RUSIA
Desde el 24 de febrero cuando comenzaron las operaciones castrenses de Rusia, y hasta los primeros días de este diciembre Estados Unidos, la UE, Reino Unido y otras naciones aliadas han aprobado nueve baterías de restricciones para la Federación Rusa. El objetivo manifiesto de este paquete de medidas consiste en incrementar el coste de la guerra para Moscú y reposa en lo esencial en cuatro pilares básicos.
en incrementar el coste de la guerra para Moscú y reposa en lo esencial en cuatro pilares básicos.
Lo primero son las llamadas multas individuales para ejercer presión sobre los apoyos políticos y económicos al gobierno ruso, así como sobre los dirigentes de las regiones no controladas por el gobierno ucraniano de Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporozhie.
Estas medidas afectan a miles de personas y entidades rusas, entre las que figura el presidente Vladimir Putin y el ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov.
En segundo lugar se encuentran las llamadas sanciones económicas masivas para mermar la capacidad de financiación de la economía rusa. Entre este grupo se encuentran: la prohibición de las transacciones de activos y reservas del Banco Central de Rusia, la restricción de la adquisición de deuda soberana rusa y los flujos financieros y la exclusión de diferentes entidades bancarias rusas del sistema de mensajería segura.
En el tercer grupo figuran las acciones económicas dirigidas a sectores clave de la economía rusa, como energía, transporte, aeronáutica, industria de defensa, materias primas y prestación de servicios.
Por último, se suman las restricciones contra los medios de información, como es el caso de la prohibición de la emisión en los estados europeos de Sputnik, Russia Today y Rossiya 24, hasta que cese la guerra en Ucrania.
EL BUMERANG DE LAS SANCIONES
La estrategia de bloqueos comerciales, vetos bancarios y tecnológicos, restricciones monetarias, apoyo al ejército de Ucrania, entre muchos pasos más con el objetivo de asfixiar a Rusia, de momento, no tiene los efectos deseados por occidente.
Moscú ha anunciado al mundo que no darán marcha atrás hasta que sus objetivos militares se cumplan y hasta que Occidente cumpla con lo establecido en los tratados y garantice la seguridad de las fronteras rusas con la OTAN a sus puertas.
Por el contrario, es Europa la que se enfrenta a un escenario complejo, el cual deberá ser modificado a la mayor brevedad para evitar una crisis económica y social que ya está llamando a la puerta, pues bloquearon las relaciones comerciales con Rusia, pero no calcularon las dimensiones de las posibles consecuencias que esto tendría para ellos.
Y es que la gran mayoría de los países de la UE dependen en gran medida de los recursos rusos para el buen funcionamiento de su propia economía y, al quebrarse la interconexión, la recesión en algunos estados europeos desencadenaría una crisis en cadena que se extendería por todo el Viejo Continente.
En general, muchas de las sanciones han terminado por darse la vuelta y golpear como un bumerang a la Unión Europea.
El escenario de inflación mundial en tiempos de la post pandemia de la Covid-19 no ayuda en absoluto, y el precio de la luz y de los combustibles siguen subiendo en Europa.
Para el ciudadano medio se vislumbra una recesión que podría alcanzar niveles nunca antes visto.
Es en definitiva, como dijo un político occidental, la consecuencia de “dispararse en su mismo pie”.
RESPUESTA RUSA A LAS SANCIONES
Desde que en el año 2014, una primera ronda de sanciones le fue impuesta, las autoridades de Moscú desarrollaron mecanismos de defensa, dejando de depender del dólar y tratando de proteger su economía.
La Rusia de hoy no es la misma de hace ocho años, en ese tiempo acumuló enormes reservas de divisas y ha recortado sus presupuestos para mantener su economía y sus servicios gubernamentales en funcionamiento, incluso bajo aislamiento.
Así, ha reorientado el comercio y buscado reemplazar las importaciones occidentales, de forma tal que le sea más fácil evadir las sanciones. Al punto que, según analistas, Rusia está en capacidad de mostrar que puede soportarlas por más tiempo de lo que supone Occidente.
En la actualidad sólo el 16 por ciento de las divisas del gigante euroasiático se mantienen en dólares, frente al 40 por ciento de hace cinco años. En tanto, un trece por ciento se encuentra en yuanes chinos.
También ha habido otros cambios en la estructura de la economía rusa, y el país ha reducido su dependencia de préstamos e inversiones extranjeros y ha estado buscando activamente nuevas oportunidades comerciales fuera de los mercados occidentales.
El gobierno de Moscú también ha dado los primeros pasos para crear su propio mecanismo de pagos internacionales, al ser expulsado del sistema de mensajería Swift.
El Kremlin también ha recortado el tamaño de su presupuesto, priorizando la estabilidad sobre el crecimiento, lo que ha significado que la economía creció a un promedio de menos del uno por ciento anual durante la última década, pero puede haberse vuelto más autosuficiente en el proceso.
Lo que Rusia está haciendo, en opinión de muchos expertos, conduce a la eventual construcción un sistema financiero alternativo para poder soportar los impactos de las acciones coercitivas que Occidente le quiso imponer.