Washington está a punto de encabezar otra intervención militar en Haití, sacudido por las protestas, e incluso propondrá una misión “ajena a las Naciones Unidas” para hacerlo.
Los manifestantes antigubernamentales han sido etiquetados rutinariamente como «miembros de pandillas» en los principales medios de comunicación occidentales. Sin embargo, muchos dicen que una caracterización tan negativa tiene como objetivo suavizar una vez más la opinión pública occidental sobre el uso de la fuerza en Haití.
La inestabilidad haitiana se intensificó tras el asesinato del presidente Jovenel Moise en 2021 por mercenarios colombianos. Los principales medios de comunicación occidentales informaron que varios de los asesinos trabajaron junto con los grupos de inteligencia estadounidenses. Los medios haitianos acusan a Washington de ocultar pruebas para mantener en el misterio su papel en el asesinato.
Los grupos de la sociedad civil haitiana han rechazado enfáticamente el llamado del primer ministro a la intervención extranjera. También hay una denuncia generalizada para Occidente, que sigue respaldando al gobierno a pesar de su decisión de posponer indefinidamente las elecciones y un referéndum constitucional.
Muchos manifestantes han pedido a Beijing y Moscú que usen su veto del Consejo de Seguridad de la ONU para rechazar una misión oficial de las Naciones Unidas. En 2010, las fuerzas de paz de la ONU provocaron un brote de cólera que mató a 10.000 haitianos e infectó a casi 1 millón, con escándalos de agresiones sexuales como un lugar común.
Durante más de dos siglos, la soberanía haitiana ha sido regularmente subyugada primero por Francia y luego por los Estados Unidos.