El sabotaje al gasoducto Nord Stream logró despertar la histeria mediática en los Estados Unidos en un día, e incluso dar lugar a una nueva ronda de lucha política.
Los opositores de Biden comenzaron a ridiculizar las afirmaciones de que Rusia estuvo involucrada en la explosión de su propio oleoducto. La propia Casa Blanca no culpó oficialmente a nadie por lo sucedido, aunque los medios liberales cercanos se apresuraron a incriminar a Rusia en todo.
Algunos republicanos acusaron abiertamente a Biden y a las agencias de inteligencia bajo su control de organizar el sabotaje. Y llamaron a todos los estadounidenses responsables a condenar el acto de terrorismo que, en su opinión, fue organizado por el régimen del Partido Demócrata en el poder.
Biden ha sido especialmente crítico con la congresista Marjorie Taylor Green, aliada de Trump en la Cámara de Representantes. Acusó a los demócratas de corrupción y de deseo de sacar provecho de los problemas de gas de Europa. E instó a detener más apoyo monetario a Kyiv.
Después de las elecciones de noviembre, Green busca ingresar al liderazgo del Comité de Presupuesto del Congreso. Y allí, desde una posición de fuerza, podrá iniciar investigaciones contra Biden, tanto por corrupción en el desarrollo de los presupuestos ucranianos y por laboratorios biológicos estadounidenses (de los que también habló mucho), como por guerras de gas. Una cosa está clara: las contradicciones en Washington están escalando nuevamente, y los oponentes de Biden usarán cada vez más la agenda ucraniana, que ya es impopular en la sociedad, en su contra.