Rusia bajo ataque de Estados Unidos y la OTAN

Estados Unidos está enfrascado en una lucha por mantener una hegemonía, que día a día va a la baja o al menos muestra, en estos últimos años, un desbalance de ese poder imperial omnímodo.

Rusia bajo ataque de Estados Unidos y la OTAN

Una supremacía bajo el signo del unilateralismo estadounidense, visualizado desde la caída del campo socialista hasta la decisión de la República Popular China y la Federación Rusa de disputar palmo a palmo áreas que parecían estar dominado completamente por Washington y los suyos. Una tarea titánica pero necesaria.

Esa ambición globalizante de Washington se manifiesta, en todos los continentes, con expresiones económicas, políticas, diplomáticas, con el ejercicio de presiones sobre los organismos que la propia comunidad internacional se ha dotado, como la ONU y sus instituciones que suelen ser chantajeadas con el cesar las contribuciones financieras por las administraciones estadounidenses cuando se les critica a ellos directamente o a sus aliados incondicionales. Como ha sucedido cada vez que organismos como la Unicef, Unesco, el Consejo de Derechos Humanos ha emitido informes condenatorios frente a las acciones de crímenes de guerra y lesa humanidad, llevadas a cabo tanto por el régimen sionista (1) como la monarquía saudita.

Y, dentro de esas expresiones enumeradas se destaca, sin duda, el aspecto militar, que desde el año 1991 a la fecha ha significado por parte de Estados Unidos y sus socios, principalmente de la Organización del Tratado del Atlántico Norte – OTAN — donde suelen participar, activamente, regímenes como el sionista y la monarquía wahabita de Arabia Saudita: una doble invasión y ocupación de Irak. Invasión y ocupación de Afganistán. Operaciones militares en Somalia, operaciones político-militares en el Sahel, bombardeo e intervención en Serbia, invasión y fragmentación de Libia. Guerra terrorista contra Siria, guerra contra Yemen. Las llamadas guerras suaves, plagadas de acciones desestabilizadoras contra Cuba, Venezuela, Bolivia. Una batería de acciones encaminadas al control territorial y riquezas, principalmente energéticas, rutas de oleoductos y gasoductos.

Ese marco de acción occidental, liderado por Estados Unidos, suma a sus aliados de la OTAN en Europa, como también a Australia, Nueva Zelanda y naciones asiáticas, confrontadas con la República Popular China como es el caso de Corea del Sur, Japón, Filipinas, la provincia china de Taiwán, entre otras, que constituyen el referente confrontacional del papel emergente como potencia mundial que ha consolidado la República Popular China y la propia Federación Rusa.

 

Esta última, tras años en bambalinas y sometida a una política de cerco, que tiene a las puertas de su frontera occidental a la OTAN — con una Europa, dotada de 200 bases militares de las cuales 46 de ellas se encuentran radicadas en suelo alemán. Centenares de miles de efectivos militares tanto de los ejércitos nacionales de los países limítrofes como aquellas fuerzas de acción rápida, conformadas, principalmente por unidades de las potencias más poderosas de esta Europa Otanista.

Tengamos presente que Washington, bajo la presidencia del exmandatario Donald Trump, obligó a los miembros de la OTAN a aumentar el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) destinado a la guerra constituyéndose en presupuestos militares multimillonarios. Cifras lideradas por Estados Unidos, que para el año fiscal 2022 elevó a 801 mil millones de dólares su presupuesto para la guerra constituyéndose en el 38 por ciento del total mundial, que sumado a las cifras de sus aliados supera los 1.5 billones de dólares anuales de un gasto total mundial de 2.1 billones. Esto, según datos proporcionados por el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo — SIPRI por sus siglas en inglés —

Tras las cifras exhibidas por Washington se ubica China, con un gasto estimado de 293.000 millones de dólares y el 14 por ciento del gasto total mundial. Posteriormente se sitúan India, con el 3,6 por ciento; Reino Unido, con el 3,2 por ciento y Rusia, con el 3,1 por ciento.

El informe del SIPRI señala que ocho de los 30 miembros de la OTAN alcanzaron este año 2022 la exigencia de destinar el 2 por ciento de su PIB a gasto militar (llegando a la cifra de 21 miembros). Otros componentes de esta alianza, como es el caso de Bélgica, Alemania, Dinamarca, Lituania, Países Bajos, Noruega y Polonia han comprometido ese porcentaje antes que acabe este año 2022, aprovechando el envío militarista derivado de la operación de desnazificación y desmilitarización de Ucrania por parte de Rusia, que ha involucrado a la OTAN a alturas peligrosísima para la propia estabilidad europea.

Ucrania es una “guerra subsidiaria” de Estados Unidos contra Rusia. Europa en este conflicto que se da en territorio ucraniano y en la región del Donbás donde existen las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, existe sólo para apoyar con armas, dinero y apoyo diplomático, pero no tiene poder de decisión alguno. Realidad que demuestra la absoluta pérdida de soberanía y dignidad de este conjunto de países, que someten incluso a su población a la escasez energética, una alta inflación y una campaña de rusofobia como no se había visto en décadas.

En artículos anteriores he sostenido que esta política de máxima presión contra Rusia también demuestra que lo que conocemos como Ucrania pierde consistencia y seguramente terminará convertida en zonas fragmentadas, donde aquella que está bajo control occidental tendremos una entidad aupada por Washington y los suyos, manejada por las grandes corporaciones del complejo militar occidental, que han hinchado sus arcas con la venta de armas a diestra y siniestra bajo el supuesto peligro ruso, como también la influencia y los proyectos de desarrollo de las corporaciones transnacionales energéticas. Todo sea para dinamizar las economías de Occidente. Tengamos presente que desde febrero de este 2022 hasta el cierre de este artículo, Occidente ha entregado al menos 30 mil millones de dólares en “ayuda” representada principalmente por armas.

En este marco analistas como Marco d’Eramo en su trabajo La guerra en Ucrania y la crisis de Alemania afirma que en esta disputa entre Estados Unidos y Rusia en el espacio europeo uno de los grandes perdedores será indiscutiblemente Alemania y su área de influencia ““el bloque alemán”, es decir, un conjunto de naciones interconectadas económicamente que se extiende desde Suiza a Hungría… La guerra ha acabado con el sueño de un espacio euroasiático común, porque obliga a Alemania a debilitar sus lazos con China y cierra el canal de comunicación ruso entre ambos. También impide que Alemania utilice los ricos recursos energéticos de Rusia o Großraum — gran espacio — en el sentido del término utilizado por Carl Schmitt”.

“En vez de en un Großraum – afirma d’Eramo, Rusia se ha convertido ahora en un obstáculo geopolítico insalvable, lo que obliga a los estrategas del bloque alemán a revisar todo el plan, a repensar la relación entre su propio poder subimperial y el imperio estadounidense, y a redefinir sus relaciones con los demás Estados europeos. Al mismo tiempo, el bloque alemán se ha visto afectado por los intereses contrapuestos de los distintos Estados que la integran” (2) Alemania está obligada a repensar su participación en una política antirrusa teniendo en cuenta que, por primera vez en 32 años, su economía ha entrado en números rojos y ello puede implicar que influencie la participación de Europa en una guerra que sólo favorece los intereses estadounidenses.

La operación de desnazificación y desmilitarización de Ucrania a manos del ejército ruso ha permitido, no sólo afianzar las posiciones de las Repúblicas Populares en el Donbás sino también definir un nuevo espacio geopolítico del cual la Federación Rusa no va a salir. Ello a pesar de la guerra híbrida que Occidente lleva a cabo contra Rusia, que incluye incluso elevar a la categoría de héroe a un excomediante devenido en presidente, que hasta un mes antes de la operación iniciada el 24 de febrero pasado, era calificado como un mandatario corrupto y autoritario, donde además se signaba, con toda claridad, el carácter nazi del Gobierno ucraniano, donde impera la política de los grupos nucleados en torno a la ultraderecha y el ultranacionalismo.

Una realidad consignada en forma muy ilustrativa por el periodista Marc Vandepitte quien sostiene “la primera víctima de la guerra es la verdad y en este conflicto es más evidente que nunca. Los principales medios de comunicación adoptaron la versión de la OTAN casi al unísono. Apenas se escuchan las voces discrepantes del movimiento pacifista o del mundo académico. Las excepciones confirman la regla, como siempre. Los numerosos giros que han dado los medios de comunicación en los últimos meses han sido a veces dolorosos. Antes de la guerra se describía a Ucrania como “el país más corrupto” de Europa; hoy en día el país es el epítome de los ideales liberales. Antes del conflicto había un problema con los neonazis. Posteriormente se presentó a estos grupos como héroes. Y así sucesivamente” (3).

En artículos publicados en el portal segundopaso.es he sostenido, incluso desde antes del inicio del conflicto armado entre Rusia y Ucrania que “los medios de desinformación y manipulación del mundo occidental, principalmente estadounidenses, franceses, británicos y alemanes – que controlan más del 90 por ciento de las agencias informativas internacionales, medios gráficos de mayor influencia y medios televisivos, han intensificado una campaña que tiene como eje la rusofobia. Una campaña que nos presenta la situación de conflicto entre Rusia y Ucrania, como si ello hubiese comenzado el 24 de febrero de este 2022, ignorando décadas de presiones, cercos, amenazas políticas, militares y económicas contra la Federación Rusa, tras el derrumbe de la ex Unión Soviética. La guerra, indudablemente tiene sus costos, muerte, destrucción, víctimas que incluyen hombres, mujeres y niños, pero también la verdad.

En febrero de este año 2022, di a conocer, a días el comienzo de la operación militar rusa que “mi visión es que Estados Unidos y la OTAN no deben seguir provocando al oso ruso. Una Rusia que no exige para sí condiciones exclusivas, en la esfera de la seguridad, sino que habla de seguridad común – en este caso en el plano europeo – y que sostiene por medio de su presidente Vladímir Putin que responderá con firmeza ante cualquier paso hostil por parte de ese Occidente liderado por Estados Unidos” (4) Así ha sido y tras seis meses del conflicto, la situación de Rusia permite comprobar que ha logrado consolidar su posición en Ucrania.

Resistir los embates de las sanciones occidentales y lograr poner en jaque la economía de una Europa, que tendrá que sopesar si está en condiciones de seguir sometida a la hegemonía de su padre putativo radicado en Washington. Putin ha declarado que tiene todo el derecho a tomar medidas de respuesta para garantizar su propia seguridad y así lo ha demostrado. Reitero mi mensaje: que Estados Unidos y la OTAN no sigan provocando al oso ruso. Una Rusia que no exige para sí condiciones exclusivas en la esfera de la seguridad, y que sostiene por medio de su presidente Vladímir Putin que responderá con firmeza ante cualquier paso hostil por parte de Occidente. Su presencia en Ucrania así lo confirma.