El Gobierno de Afganistán está dispuesto a llegar a un acuerdo con la Federación de Rusia para garantizar la importación de crudo ruso y algunos de sus derivados, en medio del alza de precios de los combustibles a causa del conflicto en Ucrania.
Con el objetivo de fortalecer su economía tras 20 años de ocupación estadounidense, Kabul desea expandir sus horizontes comerciales y valerse de la que, dijo, es una nación amiga: Rusia.
El ministro de Industria y Comercio de Afganistán, Noureddin Azizi, aseguró que su país está listo para vender a Moscú grandes cantidades de minerales, frutos secos, pasas y hierbas medicinales a cambio de petróleo y otros combustibles.
«Afganistán necesita ahora más de cuatro millones de toneladas de petróleo. Ya importamos crudo de los países vecinos, pero queremos incrementar el suministro. Como Rusia es un país amigo, hemos llegado a un acuerdo sobre las importaciones de petróleo y productos petrolíferos rusos. Tenemos previsto importar alrededor de un millón de toneladas de gasolina y gasóleo», afirmó el funcionario afgano en entrevista con RIA Novosti.
El Gobierno afgano no considera que el conflicto en Ucrania sea un impedimento para que Kabul y Moscú fortalezcan sus relaciones comerciales. De hecho, comentó que la intención es que las empresas rusas participen en los yacimientos de litio del país asiático.
«Afganistán y Rusia tienen experiencia histórica en el comercio de trueque mutuo. Nos gustaría concentrarnos en el suministro de productos alimenticios y otros productos esenciales, incluidos los derivados del petróleo, y estamos consultando con nuestros socios rusos», indicó Noureddin Azizi, quien cree que este año podría firmarse un acuerdo bilateral.
«Nuestra prioridad es importar estos productos rusos mediante el sistema de trueque. Si las transacciones bajo este esquema no funcionan, podemos utilizar las transacciones financieras. No hay ningún problema con eso: no hay restricciones en Afganistán por parte de Estados Unidos o de la Unión Europea para esos suministros. Afganistán puede pagar estos bienes con dinero», comentó el ministro de Industria y Comercio de Afganistán.
En agosto de 2021, el presidente estadounidense, Joe Biden, dio uno de los anuncios más polémicos de su mandato: Estados Unidos se retiraría de Afganistán tras 20 años seguidos de acciones militares. El compromiso ya había sido firmado por Donald Trump años atrás. Pero el problema, como tal, no fue la retirada, sino la forma en cómo se hizo: precipitada, visceral y poco estratégica.
La retirada estadounidense, que se concretó en sólo 15 días, dio pie a que los talibanes tomaran el poder de Afganistán nuevamente e incluso provocaran la huida del expresidente Ashraf Ghani, dejando a la sociedad afgana en manos de un grupo que es considerado terrorista por varios países y organismos internacionales. Y es que, a un año de aquella decisión, la nación de mayoría islámica se encuentra sumida en una profunda crisis económica, política y social.
«Es increíble que un presidente de Estados Unidos no pueda medir las consecuencias de una retirada tan precipitada. Todo lo que invirtió Washington desde el ataque a las Torres Gemelas se fue por la borda. Se metieron a Afganistán para arreglar cuentas, pero en realidad fue un desastre, no sólo desde la perspectiva económica, sino geopolítica de su estadía. Creer que los talibanes iban a modificar su comportamiento resulta, hasta cierto punto de vista, muy absurdo», aseguró a Sputnik Fausto Pretelin, internacionalista y exinvestigador en el departamento de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).