El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, anunció el pasado lunes la compra de diésel a Rusia, a pesar de las sanciones económicas impuestas por Occidente contra Moscú. «No quiere ampliar la crisis y aumentar la disconformidad de la población», sostiene el economista brasileño Roberto Piscitelli.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció ante medios locales que tiene «casi cerrada» una negociación para adquirir diésel desde Rusia, en un acuerdo comercial que implica romper las sanciones económicas impuestas a Moscú desde EEUU y la Unión Europea a partir del inicio de la operación rusa de desmilitarización y desnazificación de Ucrania.
El mandatario brasileño ya había abierto la puerta a la compra a finales de junio. «Ahora está casi cerrado un acuerdo para comprar diésel más barato de Rusia. Petrobras lo compraba más caro», comentó Bolsonaro.
En una compra estratégica para el suministro y consumo de un país, Bolsonaro explicó a medios locales que, «nosotros importamos casi el 30% del diésel que se consume en el país. Hay que importar de los que venden a mejor precio y no aceptar el precio de los que cobran más caro».
Para Roberto Piscitelli, economista de la Universidad de Brasília y asesor legislativo, Bolsonaro «hace todo lo posible por aumentar su popularidad y dar una satisfacción a sus electores».
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El economista brasileño destaca que en un escenario donde es muy probable que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), vuelva a ser electo presidente, incluso en la primera vuelta electoral.
Para Piscitelli, el Poder Ejecutivo de Brasil teme generar una crisis económica a partir del suministro de diésel en el mercado, evitando a través de esta compra a Moscú, ampliar la crisis y aumentar la disconformidad de la población.
«Asumió varias medidas, tomó varias providencias, como por ejemplo, reducir el precio del diésel, el impuesto sobre los combustibles que es competencia de los Estados, lo que llamamos ICMS (Impuesto sobre circulación de mercaderías y servicios de transporte), dando un subsidio a los camioneros, reduciendo los precios del gas licuado domiciliario», entre otras medidas.
Es un asunto en extremo sensible para el país sudamericano, porque los combustibles representan una parte muy importante de las presiones sobre la inflación de los precios y tienen una representación considerable en los cálculos de la inflación, a nivel de los consumidores.
En un escenario de extrema dependencia de la economía brasileña al petróleo que puedan importar, «por lo tanto, eliminó las restricciones que podría haber relativas a Rusia porque somos muy dependientes hoy de las importaciones de los derivados de petróleo», observa Piscitelli.
En ese sentido, «se justifica la actitud muy benevolente, generosa, en relación a Rusia, que es aparentemente una actitud distinta a la que han tomado sus aliados, los países occidentales. Sobre todo los países europeos y algunos países latinoamericanos», sostiene el economista brasileño.
«La situación que yo veo es una posición de conveniencia, de oportunismo y sin embargo, me parece muy coherente en relación a las posiciones históricas de Brasil. Es la posición que normalmente tendría el país, en una situación como la que se presenta entre Rusia y Ucrania», destaca Piscitelli.
Represalias económicas a Brasil
Para Piscitelli, no hay una perspectiva inmediata de represalias de EEUU o de los países europeos relativas a Brasil. No obstante, asume que Brasil, «está muy aislado de sus aliados tradicionales. La posición de Bolsonaro es una posición defensiva, o preventiva si quieres, para evitar una crisis y eventualmente una restricción al consumo interno de esos derivados de petróleo».
Hay otro sector en el que Brasil es muy dependiente, como en el caso de los fertilizantes, aspecto en el que Brasil sub produce en relación a sus necesidades de consumo. Piscitelli precisa que, «dejamos de producir fertilizantes, cuando éramos, no diría grandes productores, pero crecía nuestra producción interna hasta hace algunos años».
«El país abandonó esa producción, hecha principalmente por empresas subsidiarias de Petrobras, entonces somos muy dependientes de los fertilizantes», señala el economista, porque que Brasil «es un exportador mundial de cereales como soja, maíz, azúcar y otros productos de los que depende nuestra balanza comercial y la obtención de nuestras divisas, que son muy relevantes por los precios internacionales favorables que garantizan un superávit comercial importante al país», puntualiza el economista de la Universidad de Brasília.
Sanciones a Rusia
Según Piscitelli, es poco probable que Bolsonaro se hubiera atrevido a contradecir a EEUU y la UE en otro momento, en cuanto al sorteo de las sanciones impuestas a Rusia de forma previa y posterior a la operación rusa de desmilitarización y desnazificación de Ucrania.
En el actual contexto doméstico como internacional, a Bolsonaro poco le preocupan las opiniones sobre sus actos, sino un futuro legado de su administración.
«Hasta pocos años atrás, Bolsonaro estaba completamente aliado a Trump e incluso cometió la imprudencia desde el punto de vista diplomático de defender la reelección de Trump, y lo dijo expresamente», agregó.
Hubo un relativo distanciamiento en las relaciones entre Brasil y EEUU en estos dos años de Gobierno de Joe Biden, en el que recién tuvieron un primer encuentro privado en la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles.
Respecto a los vaticinios de Bolsonaro sobre las sanciones impuestas a Rusia, Piscitelli precisó que, «tengo que reconocer, independientemente de mis posiciones respecto al conflicto, que Bolsonaro tiene razón al decir que las sanciones no funcionan o están muy lejos de llegar a los resultados pretendidos, imaginados por occidente, eso es evidente y no se puede dudar».
«Muchos países continúan negociando, exportando e importando de Rusia, y el rublo se valorizó últimamente», agregó.
«Las sanciones no llegaron al resultado deseado y eso contribuye para continuar la guerra. Se mantendrán las sanciones,pero tendrán resultados muy limitados. En ese aspecto, Bolsonaro hizo una apuesta que no es inútil, ni despreciable», concluye Piscitelli.