Si hay alguien que ha investigado las complejas relaciones de seguridad entre México y Estados Unidos, ese es el periodista mexicano J. Jesús Esquivel, quien acaba de publicar un nuevo libro sobre la extinta Policía Federal, que en el imaginario popular del país latinoamericano está posicionada como uno de los organismos más corruptos.
Sin embargo, el objetivo del reportero del semanario Proceso no fue, en esta ocasión, exhibir las llagas del cuerpo de seguridad que dirigió, en su momento, Genaro García Luna, el exfuncionario del expresidente Felipe Calderón que actualmente está acusado en Estados Unidos de haber recibido millones de dólares del Cártel de Sinaloa.
Las operaciones secretas de la Policía Federal (2020, De Bolsillo) es una investigación que habla, en palabras del autor, de los agentes que sí son honestos en un país cuyo mayor cáncer es la corrupción. Policías que cumplen con su deber y que, en 2022, son mal aprovechados por la Guardia Nacional, el cuerpo que sustituyó a la Policía Federal.
Estos elementos —que prefieren mantenerse con perfiles bajos, alejados de los reflectores y los escándalos— se ganaron en su momento la confianza de las agencias estadounidenses de seguridad, las cuales ya no tienen la misma injerencia en México que tenían en los sexenios anteriores, cuando Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón o Vicente Fox gobernaron el país en medio de fuertes enfrentamientos armados con los cárteles de la droga.
«En el pasado, Estados Unidos y sus agencias federales, y hay que expurgar y decir cuáles son, estaban acostumbradas a hacer lo que les daba la gana en México. Pero ahora los protocolos de trabajo y colaboración han cambiado. La Policía Federal ha desaparecido: está fusionada dentro de la Guardia Nacional. Y entre los elementos de operaciones exitosas algunos siguen siendo mal utilizados», dice el periodista J. Jesús Esquivel en entrevista.
En 2009 publiqué que la DEA marcaba nexos de García Luna y el narco, el oficialismo de Calderón se me fue encima. Pero, enmudecieron en diciembre de 2019 cuando su defendido fue detenido y acusado de narco. Moraleja: no escupas al cielo y, al buen entendedor pocas palabras. pic.twitter.com/x0m9uhRlQx
— J. Jesus Esquivel (@JJesusEsquivel) June 24, 2021
Cambio de reglas
Desde 2018, cuando el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador llegó al poder, la estrategia de seguridad del país latinoamericano contra el crimen organizado cambió. Ya no se continuó con la batalla frontal. Se adoptó un lema que pronuncia el mandatario cada que tiene ocasión: «Abrazos, no balazos».
Este cambio de visión provocó que las reglas entre Washington y México cambiaran drásticamente. Se dijo adiós a la llamada Iniciativa Mérida —a través de la cual el Gobierno estadounidense proveía de armas y recursos a las fuerzas armadas mexicanas para luchar contra el narcotráfico— y se firmó el Entendimiento Bicentenario, un programa más enfocado a combatir las causas de origen del problema, como la falta de empleo, la desigualdad y la migración irregular, según informaron ambas naciones el año pasado.
«[Ahora se hace en materia bilateral] lo que dice esta ley que fue instrumentada por el Gobierno de López Obrador. [Las agencias de Estados Unidos] ya están restringidas de hacer lo que querían como sucedía antes», recuerda el reportero, quien también es autor de libros como La DEA en México (2013) y Los narcos gringos (2016).
Un ejemplo de la injerencia de Estados Unidos en México sin reglas claras, dice, fue la captura del narcotraficante y exlíder del Cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo, quien actualmente se encuentra encerrado en una prisión de máxima seguridad de Colorado por delitos relacionados con el trasiego ilegal de drogas. En su momento, fue el hombre más buscado por la DEA y el FBI.
«Relaté los detalles de su captura en Mazatlán, la cual fue llevada a cabo por elementos estadounidenses, no por la Marina de México», asegura Esquivel, en referencia al reportaje que publicó en el semanario Proceso, del cual es corresponsal en Washington.
El fracaso de EEUU en su guerra contra el narco
Este año, el Gobierno de México confirmó que desintegró la Unidad de Investigaciones Sensibles (SIU, por sus siglas en inglés), un cuerpo de seguridad de máxima confidencialidad que fue instituido por el país latinoamericano y Estados Unidos desde hace más de dos décadas para abordar distintas crisis del narcotráfico.
Desde 1997, esta unidad se consolidó como uno de los mayores símbolos de cooperación bilateral en asuntos de seguridad, de acuerdo con medios locales como Milenio.
La Unidad de Investigaciones Sensibles fue creada en 1997, durante la Administración de Ernesto Zedillo, quien gobernó México de 1994 a 2000. Sus operaciones se prolongaron durante los próximos sexenios, el de Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018).
El cuerpo de élite estaba compuesto por policías mexicanos entrenados por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) y con acceso exclusivo a los servicios inteligencia de esa nación.
El 22 de abril, el presidente López Obrador dijo que esta unidad estaba infiltrada por el narcotráfico y sus altos mandos actualmente están siendo juzgados o están presos por diversos delitos. Por ello, precisó, fue suprimida.
«[La eliminación de la unidad bilateral antinarcóticos] sucedió hace más de un año con el cambio de políticas, porque nosotros mantenemos cooperación con organismos internacionales encargados de seguridad, pero procuramos que se respete nuestra soberanía. Y antes [los agentes de esta unidad] entraban y salían por el país, ellos mandaban. Hacían lo que querían. Incluso fabricaban delitos», acusó López Obrador.
Además, el mandatario insistió en que el expresidente Felipe Calderón debe aclarar por qué permitió que las instituciones de seguridad del Estado mexicano se pusieran al servicio de las agencias de otros países.
El periodista J. Jesús Esquivel considera que fue justamente en el sexenio de Calderón cuando se generó la vorágine de violencia que actualmente sacude al país.
«México requiere revisar sus estrategias en materia de seguridad, porque aunque el responsable de todo lo que pasa es Calderón, que fue el que nos acostumbró a los muertos, que con su estrategias militarizadas de combate directo logró que los cárteles diversificaran sus operaciones delincuenciales, en la actualidad México sigue padeciendo demasiada inseguridad y demasiada violencia relacionada con el crimen organizado y el narcotráfico», apunta el reportero, que también ha colaborado para medios como NPR, CNN, Univisión, Telesur y Al Jazeera.
Esta situación constante de inseguridad, dice Esquivel, requiere de una autocrítica del Gobierno de López Obrador acerca de su estrategia de seguridad basada en la confianza y el respeto a los criminales como «seres humanos», como alguna vez dijo el presidente.
«Está claro que los abrazos y no los balazos no están dando los resultados que el presidente López Obrador prometió. Debemos recordar que la Guardia Nacional está a punto de militarizarse y una de sus promesas siendo candidato fue regresar a los militares a sus cuarteles. Eso no ha ocurrido porque cambió de estrategia. Y no sabemos por qué lo hizo», comenta el periodista mexicano.
Desde su punto de vista, la alta demanda de drogas en Estados Unidos y la visión criminal con la que Washington observa el fenómeno han provocado que la llamada «guerra contra el narcotráfico» que se libra en la región no consiga los objetivos iniciales que se plantearon.
«Si no hubiera demanda, no habría producción, ese es un problema de salud pública y de educación en el cual ha fracasado Estados Unidos desde que inició su guerra contra las drogas en 1973 [durante el Gobierno de Richard Nixon]», concluye Esquivel.