El propio Alberto Fernández condenó a través de su cuenta de Twitter la misión de desmilitarización y desnazificación de Rusia en su país vecino, a la que ha calificado como ‘inmoral’ ‘agresión a Ucrania’. De este modo, avala el genocidio de Kiev en el Donbás, y a los batallones nazis que lo ejecutaron durante los últimos ocho años.
Memoria selectiva
El nivel de traición del presidente argentino hacia su par ruso, está fuera de duda y fuera de concurso. Y es que luego de que Rusia haya sido la gran ayuda de Argentina al suministrarle vacunas Sputnik V para combatir la pandemia, algo que el mismo Fernández en su visita a Moscú el pasado mes de febrero ha reconocido en la cara del presidente, Vladímir Putin, y tras la ‘hazaña’ del mandatario argentino de impulsar la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, ahora se despachó a gusto en su visita a Alemania.
El tuit que escribió Fernández es tan literal, que no deja ningún margen a la interpretación: ‘Ha sido grato encontrarme con Olaf Scholz, canciller federal de Alemania. Vemos con preocupación las consecuencias de la agresión a Ucrania y cooperaremos en la búsqueda de caminos para ponerle fin.
Después del padecimiento que vivimos, es inmoral que algo así suceda’.
Por supuesto, pedirle que realizara manifestaciones sobre el genocidio, las torturas, los asesinatos a ancianos, mujeres y niños que sistemáticamente ha venido realizando el régimen de Kiev desde 2014, al amparo de la propia Alemania, y también de Francia, que en todo momento hicieron la vista gorda y no hicieron nada para que Ucrania cumpliera con los acuerdos de Minsk. Tampoco lo ha hecho la ‘comunidad internacional’ en su conjunto, ni la propia ONU.
¿Por unas monedas, lo que sea?
Tal vez en las propuestas que Fernández extendió a Scholz, esté la respuesta a esta traición contumaz, en contubernio con los regímenes occidentales donde el fascismo empieza a campar a las anchas.
Fernández sacó pecho frente a Scholz: «Somos grandes productores de alimentos y somos grandes productores de energía». Es decir, el presidente de un país con un 37,3% de población que vive por debajo de la línea de la pobreza y donde muchos millones no acceden a alimentos, se propone venderle alimentos a Alemania.
Y por otro lado, Fernández le ofrece gas proveniente de Vaca Muerta, a la que definió como «la segunda reserva de gas no convencional [eufemismo de fracking]» más importante del mundo. Es decir, va a ofrecer gas de esquisto a un país como Alemania, que supuestamente ha firmado ciertos compromisos con el medioambiente y la Agenda 2030. Como dice la frase, la necesidad tiene cara de hereje.
‘No entiendo esas cosas. Uno piensa, Argentina estaba en la llaga [ruina], no tenía vacunas, y estaba ‘colgada’ por el FMI [Fondo Monetario Internacional]’ cuando Rusia le ayudó. ‘La cancillería de [el presidente de Brasil, Jair] Bolsonaro, que es un desastre, se portó un poco mejor [que Argentina], porque hizo todo los posible para no condenar a Rusia’, advierte el Dr. en Ciencias Políticas Bruno Lima Rocha Beaklini.
‘Vamos a ‘hablar en criollo’: lo que está pasando es una etapa mayor de un conflicto generado hace ocho años. Yo no me acuerdo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU [interviniendo] cuando hicieron la masacre de Odesa, ni tampoco hablando sobre los 14.000 [habitantes del Donbás] asesinados por los fascistas ucranianos. Seguramente Fernández lo sabe. No tiene ningún sentido. Capaz que sea por una oferta de renegociación con el FMI a partir de la Unión Europea; capaz que sea por una propuesta de compra de granos y productos primarios de Argentina’, reflexiona Bruno Lima Rocha Beaklini, sobre la actitud del presidente argentino hacia su par ruso.