A medida que EEUU sigue trabajando en el desarrollo del primer caza de sexta generación del país, el F-X, que se espera que sustituya al F-22 de quinta generación, se han planteado cada vez más preguntas sobre la asequibilidad de la plataforma.
Dado que actualmente China está produciendo cazas pesados de quinta generación que superan al F-22 en un número de parámetros que no deja de crecer, y que el gigante asiático podría convertirse pronto en el primer país en disponer de un caza de sexta generación, en EEUU se ha planteado cada vez más la necesidad de acelerar el desarrollo del F-X.
Sin embargo, cuando se le preguntó por el coste del caza, el secretario de las Fuerzas Aéreas, Frank Kendall, declaró ante la Comisión de Servicios Armados de la Cámara de Representantes que el nuevo avión costaría «múltiples» cientos de millones de dólares.
«Esta es una cifra que va a llamar la atención. Va a ser un avión caro», dijo Kendall.
Esto dio a entender que el nuevo caza se desplegaría en menor número que sus predecesores, pero que estaría acompañado de aviones de apoyo menos costosos para compensarlo. Se espera que el caza se complemente con una serie de aeronaves no tripuladas que se están desarrollando actualmente, así como con el F-35A, un caza monomotor de quinta generación de coste relativamente bajo que se espera que adquiera una serie de características de sexta generación a medida que se siga actualizando su diseño.
A diferencia del F-35, que fue diseñado para producirse en grandes cantidades, dar prioridad a la minimización de costes y operar principalmente contra objetivos terrestres a distancias relativamente cortas, se espera que el caza de sexta generación F-X sea una plataforma bimotor pesada diseñada para misiones de muy largo alcance y destinada principalmente a enfrentarse a cazas enemigos.
En este sentido, mientras que el F-35 es el sucesor del F-16 de cuarta generación, tras el recorte de la producción del F-22 y su posterior inicio de la jubilación anticipada, el F-X será el sucesor del F-15. El F-22 estaba inicialmente destinado a sustituir al F-15, pero solo se llegó a construir el 25% de las unidades inicialmente previstas y se dio la orden de finalizar la producción menos de cuatro años después de que el caza entrara en servicio.
Uno de los principales problemas con el F-22 eran sus desorbitados requisitos de mantenimiento y sus costes operativos. Así que si el F-X pudiera tener unos costes operativos más bajos, quizás comparables a los del F-15, podría reducir considerablemente sus gastos operativos durante su vida útil y hacerlo más asequible a pesar de su coste de adquisición multimillonario. Al fin y al cabo, los costes operativos durante la vida útil de un caza suelen ser varias veces superiores a sus costes de adquisición.
No obstante, las tendencias marcadas en los últimos años por el sector de la defensa estadounidense indican claramente que el F-X será caro de operar a menos que su desarrollo se plantee de forma muy diferente a otros programas de la posguerra fría, como el bombardero B-2, el F-22 y el F-35, destaca el portal The Military Watch.
Aunque la capacidad del Pentágono para costear el F-X en cantidades significativas depende en gran medida de lo caro que resulte su operación, cuyo coste podría superar el precio de la propia aeronave, se espera que el gasto extremo del caza excluya a todos los posibles clientes de exportación. Esto, obviamente, en caso de que el avión se ofrezca en el extranjero.
Visto el cierre planeado de las líneas de producción del F-15 en la próxima década, China y Rusia podrían acabar siendo los únicos proveedores de cazas bimotores pesados en todo el mundo si el nuevo caza estadounidense no se ofreciera para la exportación.