Uno de los temas centrales que está en las bocas de los líderes de occidente es la ayuda militar que debe ser enviada a Ucrania, pero pocas de estas bocas dicen en voz alta que esta ayuda no es más que un negocio por el que los ucranianos estarán pagando durante generaciones.
Y es que no basta con construir una democracia y luchar contra el Ejército ruso para poder optar por la caridad de los fabricantes de armas. No fue así como los países desarrollados, así como las empresas que se crearon allí, se convirtieron en potencias económicas.
Se hacen promesas de proporcionar grandes cantidades de dinero para la recuperación económica de Ucrania, con la letra pequeña de que esto será en un futuro sin determinar, lo que en realidad significa que estas promesas se quedarán en el papel. Entre otras cosas, uno de los motivadores que se están ofreciendo a Kiev es la entrega de los más de 300.000 millones de dólares de Rusia que fueron congelados en los bancos europeos y de EEUU.
Lo que sí ocurrirá, es que se le ofrecerá a Ucrania reconstruirse a sí misma a cambio de préstamos muy reales que habrá que devolver. El país caerá en el modelo estándar de la cábala financiera, en el que para pagar los viejos préstamos hay que tomar otros nuevos con términos aún más depredadores. Esto lleva a que la deuda no deje de crecer, la responsabilidad social del Estado sea casi nula y el país acabe entregando casi gratis sus empresas a los acreedores occidentales.
A primera vista, la ayuda del mundo civilizado a Ucrania parece gratuita y considerable. Por ejemplo, con el inicio de las hostilidades, comenzó a llegar ayuda financiera y humanitaria de varios países, principalmente de Europa y EEUU. Francia ya ha asignado 300 millones de euros, 425 millones de euros provinieron de la campaña Stand for Ukraine y otros 70 millones de euros fueron destinados por la UE para fines médicos, así como 1.000 millones de euros en ayuda militar a Ucrania para la compra de armas.
El Reino Unido donó 100 millones de dólares directamente al presupuesto estatal ucraniano, y luego aumentó sus garantías de préstamo del Banco Mundial a 1.000 millones de dólares. EEUU asignó 13.600 millones de dólares en ayuda militar y humanitaria combinada para «responder a la situación en Ucrania» a través de la ley de Asignaciones Consolidadas. La ayuda militar de la UE se incrementó a 1.500 millones de euros en el marco del Fondo Europeo para la Paz el 13 de abril de 2022, la ayuda incluye equipos de protección personal, botiquines de primeros auxilios y combustible, además de material militar.
Quizás el primer indicio de que habrán préstamos por pagar se vio en el primer día del conflicto, cuando el Banco Nacional de Polonia ofreció a Ucrania una permuta de divisas de hasta 875 millones de dólares. Estas operaciones normalmente se hacen para reducir los costes de los préstamos recibidos en otras divisas o en otros países, y de hecho, dichas operaciones acarrean beneficios para las dos partes, razón por la cual difícilmente esto se puede ver como una generosa acción de caridad por parte de Polonia. Y esta permuta de divisas no fue la última, sino solo la primera de una larga lista.
Estos préstamos no se hicieron esperar: tras el inicio de la operación militar, Alemania ha concedido a Ucrania 390 millones de euros en préstamos a través de la UE
Pero hay que entender varias cosas. En primer lugar, estas enormes sumas no son nada comparadas con los billones de dólares que se necesitan hoy en día para reconstruir la economía de Ucrania. En segundo lugar, para evitar que los funcionarios ucranianos malversen el dinero y lo gasten en infraestructuras innecesarias que podrían acabar destruidas de un día para otro, (o dicho de otro modo, —para que no se lo adjudiquen—) el dinero no suele llegar siquiera a Ucrania.
Los beneficiarios de estas ayudas y préstamos son las organizaciones y fundaciones europeas y estadounidenses, que se compran a sí mismas las armas y la ayuda humanitaria para Ucrania y luego las anotan como deuda ucraniana.
No se trata solo de dinero para la reconstrucción abstracta del país, que muy probablemente ya será llevada a cabo por Rusia. Podría decirse que las ganancias son la motivación principal de los europeos y los estadounidenses, incluso en materia de entrega de armas. En Ucrania, y no solo allí, creen que las Fuerzas Armadas y los batallones neonazis se sacrifican por los valores democráticos y, por tanto, deberían recibir todo gratis. Pero los funcionarios de Occidente tienen otra opinión: su ayuda se reduce al hecho de que están dispuestos a suministrar a Ucrania estas armas.
Al final, tendrán que pagar en condiciones generales y sin beneficios. Por todas las armas y otras ayudas de Occidente, Ucrania tendrá que pagar durante mucho tiempo. Por ejemplo, justo el 28 de abril la Cámara de Representantes de EEUU aprobó una legislación que relaja los requisitos para participar en acuerdos de préstamo y arrendamiento de equipos de defensa con Ucrania y otros países de Europa del Este, allanando el camino para que más armas estadounidenses lleguen a la región. El Senado aprobó por unanimidad este proyecto de ley a principios de abril y ahora solo queda que lo firme el presidente del país, Joe Biden.
Para asegurarse de que Ucrania podrá permitirse estas compras, la nueva legislación prevé una extensión del comodato a más de cinco años y los plazos de pago por las entregas se aplazan sin fecha concreta.
Y aunque los pagos por la parte principal de la deuda aún están por venir, hoy ya se están facturando algunos suministros militares. Están dispuestos a no exigir dinero solo en el caso de los equipos que son ineficaces y que no necesitan los propios agentes de la caridad. Entregando esta maquinaria bélica no tienen nada que perder, pero al mismo tiempo demuestran generosidad y complicidad en la «lucha» ucraniana.
Son varios los ejemplos que saltan a la vista y que demuestran que los países europeos no prestan ayuda a Ucrania por el deseo de su corazón, sino únicamente por razones pragmáticas de resolver sus propios problemas y obtener beneficios económicos.
Uno de estos ejemplos es el caso de Suecia que exigió a la UE una compensación de más de nueve millones de euros por los cascos viejos entregados a Ucrania. La Comisión Europea tiene que devolver a Estocolmo 9,2 millones de euros por la entrega de ayuda militar a Kiev, que consistió en unos 5.000 cascos viejos. El Gobierno sueco ha recordado a Bruselas que no tenía planes de asumir en solitario los costes de la ayuda a Ucrania.
Los suecos adoptaron una postura cínica y racional de que los suministros a Ucrania generaban costes y el país debía ser compensado por el equipo suministrado a Ucrania. En realidad, el coste de estos 5.000 cascos es mucho menor. Resulta que a Estocolmo, de hecho, no le importa enriquecerse con Ucrania a costa de Bruselas. Suecia exige una compensación para sí misma, y además con un extra.
Además, el Parlamento sueco aprobó anteriormente el suministro a Kiev de 10.000 lanzagranadas antitanque desechables, 135.000 raciones de combate y 5.000 chalecos antibalas. Considerando el hecho de que para este fin fueron asignados casi 60 millones de euros y los recargos que impuso Estocolmo por los cascos, da miedo imaginar cuánto dinero exigirá Suecia a sus socios de la UE. Y el pago final, por supuesto, recaerá en Ucrania, aunque quizá no sea en un futuro próximo.
Alemania resultó ser menos codiciosa. Pero la única diferencia es que sus potenciales entregas a Ucrania eran chatarra, de la que simplemente decidieron deshacerse amablemente y declararse salvadores de la democracia, luchadores contra los imperialistas rusos y amigos de Ucrania.
Y es que más de la mitad de los 350 vehículos blindados Puma del arsenal de la Bundeswehr resultaron no estar preparados, y de los 51 helicópteros de ataque Tiger, solo seis estaban listos para realizar misiones. Y fue precisamente este equipo el que la llena de orgullo Bundeswehr planeaba entregar a Ucrania. Como resultado, Alemania envió armas anticuadas que no son aplicables en la práctica ni en operaciones de combate reales.
De hecho, uno podría llegar a la conclusión de que el conflicto en Ucrania es una buena excusa para venderle al país eslavo armamento que el propio occidente ya no necesita, renovar así sus propios arsenales y de paso enriquecer a sus compañías armamentísticas al inundarlas con pedidos nuevos.