Corría abril de 2002 y a pesar de las tensiones políticas del momento, la mayoría de los venezolanos estaba lejos de imaginar que vivirían 72 largas horas de masacre y traición, así como de decisiva resistencia popular.Y
Yadira Cruz Valera de Prensa Latina en Venezuela
Como estudiantes universitarios, señala, no pertenecíamos a ningún partido, nos aglutinábamos en torno a nuestras organizaciones, pero teníamos posiciones ideológicas bien definidas.
“Unos días antes hubo una actividad en la sede de las Naciones Unidas, en el sector de Altamira, y ya desde entonces comenzaron a hacer declaraciones subidas de tono y nosotros respondimos. Luego cuando salimos de ahí, nos esperaron en las cercanías de la Universidad Central de Venezuela y tuvimos un encontronazo bastante fuerte”, rememora.
El entonces estudiante de Sociología puntualiza que entre el M28 y la alcaldía de Caracas existía un vínculo directo y por esos días son convocados para explicarles los pormenores de la situación y los posibles escenarios de confrontación con la derecha, además de indicarles apostarse en los alrededores de Miraflores.
“Desde el día 9 de abril empezaron a atacarnos como los típicos cabilleros de los años 60 y 70, incluso el día 10, en los alrededores de Puente Llaguno -en el centro de Caracas, a escasos metros de la sede del Gobierno-, detuvimos a un jeep donde iban dos opositores universitarios a los que nos enfrentamos y sacamos del lugar”, relata.
Para el amanecer del 11 -recuerda Segovia- ya los ánimos estaban muy caldeados, y al escuchar a media mañana que (los opositores) iban hacia Miraflores salimos para allá con palos, piedras, botellas.
Ante la inminente amenaza, el estudiantado, las fuerzas revolucionarias convocados por la alcaldía, el CSM y otros grupos leales al proceso comienzan a desplazarse hacia esa zona, junto a personas que por iniciativa propia deciden ir a defender esa plaza.
“Cuando empezamos a ver la convocatoria de la oposición rumbo al centro, nos movilizamos directamente hacia Miraflores, dispuestos a cualquier cosa, pero la dirección llamó a la calma y a evitar enfrentamientos. En una tarima nos pusimos a arengar y convocar a defender el Palacio”, relata Flores.
Traición, masacre y resistencia
Horas antes de los hechos de violencia, un grupúsculo de militares desertores grabó un mensaje, trasmitido por la prensa, en el cual revelaban datos sobre francotiradores y daban cifras de víctimas por adelantado, con la intención de proclamar y apoyar un supuesto levantamiento militar contra el presidente.
Mientras en los alrededores del Palacio la situación se hacía más tensa a medida que fue pasando el tiempo, más o menos sobre las dos de la tarde –recuerda Flores- vimos una actitud extraña en algunos funcionarios de la Guardia Nacional que estaban en los alrededores de la sede presidencial y empezaron a revisar y atacar a quienes estaban defendiendo la Revolución.
Sin imaginar qué les esperaba, los manifestantes, acorde con las indicaciones de la dirección de la CSM de mantener la paz y para evitar la violencia, comienzan a alejarse un poco de las inmediaciones del Palacio rumbo a la Avenida Baralt, por el Puente Llaguno.
«Nosotros empezamos a desplazarnos y ya allí vimos una actitud muy hostil por parte de la Policía Metropolitana, que venía abriendo la marcha de la oposición y disparando; en un principio creímos que perdigones y gases, pero luego nos dimos cuenta que era fuego duro», enfatiza.
En ese momento, subraya, nos tocó a nosotros hacer frente, pero ya la confrontación estaba instalada, el tiroteo era demasiado fuerte y nos alcanzó en un puesto de periódicos donde nos refugiamos de las ráfagas, hasta que unos compañeros nos sacaron de allí.
Para Segovia, el enfrentamiento fue mucho más impactante, porque apenas avanza rumbo a Puente Llaguno, uno de sus compañeros es abatido por las tropas policiales y así se enfrenta por primera vez a la muerte, con apenas 20 años.
“Ver caer una persona al lado tuyo, que no sabes si está vivo o muerto, mientras tu instinto de salvación te dice que debes salir de ahí, te arrastra la misma dinámica del momento, pero sólo tienes una fracción de segundos para reaccionar, si te salvas o lo ayudas”, confiesa.
Pero aquel primer susto y los segundos de dudas no logran detener al joven revolucionario, quien rememora cómo logra llegar al puente y posicionarse con el resto de los compañeros.
Ya en el lugar, percibe que quienes disparaban eran francotiradores apostados en los edificios laterales, mientras abajo, en la avenida Baralt, los enfrentamientos eran cuerpo a cuerpo contra la propia policía.
El primer fallecido cae en la avenida por herida de bala en la cabeza aproximadamente a las 15:20 (hora local), al menos 12 civiles fallecieron en ese sector, otras siete personas murieron en zonas aledañas, de acuerdo con las cifras oficiales.
Mientras asesinaban y herían a participantes en la movilización los reporteros informaban sobre personas «desmayadas», restándole importancia a lo ocurrido.
Algunos insistían en que eran los simpatizantes del Gobierno quienes disparaban contra la oposición debajo del puente.
«Todo el día estuvimos resistiendo, evitando las balas y ya sobre las nueve de la noche nos fuimos hacia Miraflores, allí nos dicen que debemos retirarnos, que el presidente iba a negociar con los golpistas y una de las condiciones era que nos fuéramos. Nos fuimos, sí, a seguir movilizando gente… y volvimos», detalla Flores.
Esa jornada dejó al menos 19 muertos y más de un centenar de heridos. A pesar de eso, durante 48 horas más, un pueblo enardecido enfrentó a la muerte, la traición y la mentira de los grandes medios hasta alcanzar la victoria.
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