WASHINGTON — El embajador de Rusia en Washington, Anatoli Antónov, aseguró que las restricciones occidentales contra su país afectarán a los mercados mundiales y al bienestar de los estadounidenses.
«Es indudable que las sanciones contra nuestro país golpearán con fuerza a los mercados mundiales de la energía y las finanzas. Y Estados Unidos no será la excepción, sus ciudadanos de a pie sentirán las consecuencias del alza de los precios», advirtió el jefe de la misión diplomática.
El 22 de febrero, la Casa Blanca anunció un nuevo paquete de sanciones económicas contra algunos bancos, la deuda soberana y cinco ciudadanos de Rusia después de que el Gobierno del país reconociera la independencia de Donetsk y Lugansk.
El presidente Joe Biden también prohibió a las entidades estadounidenses realizar operaciones comerciales y financieras con las dos repúblicas que se independizaron de Ucrania en mayo de 2014 tras un violento golpe de Estado.
Antónov recalcó al Gobierno de Biden que las sanciones «no resuelven nada».
«Es difícil imaginar que alguien en Washington crea que Rusia cambiará el rumbo de su política exterior por las amenazas de restricciones. No recuerda que mi país haya vivido un día sin restricciones por parte del mundo occidental. Aprendimos no solo a sobrevivir, sino a avanzar y desarrollar nuestro país», enfatizó.
Estados Unidos desde hace años viene imponiendo sanciones a Moscú con distintos argumentos.
21 de febrero, Rusia reconoció la independencia de Donetsk y Lugansk para evitar el genocidio de la población de esas repúblicas ante el aumento de los ataques ucranianos.
La situación se agravó después de que Estados Unidos y otros países de la OTAN entregaran toneladas de armas al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, pese a que esa región es una zona en conflicto.
Miles de familias de Donetsk y Lugansk huyeron a Rusia de los ataques ucranianos.
Todo ocurre en medio de las negociaciones que Estados Unidos y Rusia mantienen desde principios de este año para zanjar un acuerdo de garantías recíprocas de seguridad.
Moscú exige la renuncia a la ampliación de la OTAN al este, en concreto a la incorporación de Ucrania y Georgia, naciones que limitan con Rusia y en los que en una hipotética adhesión, Estados Unidos podría emplazar sus misiles de ataque.
Rusia demanda también que el bloque bélico retire sus tropas y material bélico de Bulgaria y Rumanía, lo que implica el retorno a la arquitectura militar que existía en Europa en 1997, cuando fue firmado el Acta Fundacional Rusia-OTAN.