Otro formato moribundo

La reunión de los asesores de los líderes del Cuarteto Normandía, que se celebró el 8 de septiembre y duró alrededor dos horas en formato de videoconferencia, no ha dado ningún resultado. Los representantes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania estuvieron de acuerdo en que no tiene sentido celebrar otra cumbre del Formato Normandía. Según explica TASS citando a una fuente cercana a las negociaciones, la reunión fue celebrada a petición de Alemania, que es quien hizo surgir la discusión de la preparación para una cumbre.

Antes, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia Sergey Lavrov había dejado claro que Moscú no considera apropiado “reunirse por reunirse”: “Necesitamos una reunión en la que, al menos, se confirme la implementación de los acuerdos de la última cumbre de Normandía que se celebró en París hace casi dos años, en diciembre del 2019. Todo está escrito ahí, Ucrania se niega a cumplir”.

La citada fuente cree también que Berlín y París han cambiado de parecer sobre los acuerdos de Minsk y han rebajado “el duro lenguaje” de la declaración final para la futura cumbre, ya que está garantizado que Kiev se negará a firmar el documento. Sin embargo, el resultado es que el proceso de paz, que obliga a Ucrania a cumplir unos acuerdos alcanzados en tiempos de Petro Poroshenko, quedará completamente debilitado y los acuerdos de Minsk quedarán desdibujados en un marco de completa incertidumbre.

Ahora, Francia y Alemania han dejado de intentar obligar a Ucrania a implementar el “paquete de medidas” y consideran necesario influir sobre Rusia con el objetivo de persuadir a Moscú de cumplir los deseos de Ucrania y aceptar la reformulación de Minsk-2. Parece que el Formato Normandía se está convirtiendo en una serie de conversaciones de paz sin sentido en la que la delegación ucraniana se limita a una única discusión: responder con un contundente no a cualquier iniciativa rusa.

Berlín parece haber decidido convertirse en el enterrador de un diálogo que se lleva realizando durante años sin esperanza alguna de conseguir ningún resultado.

Durante su visita a Kiev, la canciller Merkel calificó a Rusia de “parte en el conflicto”. Esto contradice el punto de vista de la parte rusa. En esas condiciones, Moscú se negará a participar en la discusión sobre la situación en el Donbass en el marco del Formato Normandía. Existe la esperanza de que, una vez finalice el mandato de Merkel y llegue al poder el socialdemócrata Olaf Scholz, Alemania vuelva a la base de las negociaciones y estas puedan reanudarse.

Pero, por el momento, la situación está completamente bloqueada.

Kiev está abiertamente saboteando los acuerdos de Minsk y públicamente los califica de inaceptables. Son, según la representación de Ucrania en el Grupo de Contacto, “una soga alrededor del cuello” y Vladimir Zelensky repetidamente ha afirmado que su implementación no es necesaria. El presidente ucraniano ha regresado exultante de su viaje a Estados Unidos. Según algunas versiones, Joe Biden le ha dado carta blanca para retirarse de las conversaciones de Minsk [sea o no así, la ausencia de mención a los acuerdos de Minsk en las comunicaciones de Biden y Zelensky sobre la reunión es significativa y no es un gran presagio para el único foro en el que las Repúblicas Populares tienen voz].

Aleksey Arestovich, asesor de la Oficina del Presidente, resumió los resultados de la vista de Zelensky alegando que Kiev se ha liberado de los acuerdos de Minsk y el ministro para la Reintegración, Aleksey Reznikov, calificó a Minsk como “historia muerta”.

Pero no todo fue bien para Ucrania en Washington. Durante muchos años, las autoridades ucranianas han soñado con la idea de que Estados Unidos se una a la lista de garantes. Zelensky sacó el tema durante la reunión con Biden, pero no recibió una respuesta afirmativa. Según el líder ucraniano, la Casa Blanca valorará la cuestión. Sin embargo, aunque se tomara una decisión afirmativa, eso no significa que Rusia fuera a dar la bienvenida con los brazos abiertos a un nuevo participante en las negociaciones. En junio, el viceministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, Sergey Riabkov, fue claro al respecto: “Con la actual postura, los americanos, por supuesto, no tienen nada que hacer ahí”.

Kiev no solo se niega a implementar el “paquete de medidas”, sino que está tomando pasos que abiertamente contradicen la letra y el espíritu de Minsk-2. El 9 de agosto, se registró en el Parlamento la propuesta de ley “Sobre la política estatal del periodo de transición”. Se trata del documento sobre la represión a la que será sometida la población si Ucrania recupera el control de la región. Se espera una lustración masiva y pérdida de derechos políticos y civiles: no podrán ser elegidos en las elecciones, trabajar en el Estado o autoridades municipales ni moverse con libertad. En el proyecto, Rusia recibe el calificativo de “ocupante” y “país agresor”.

Pero Ucrania se niega a reconocer públicamente que, en la práctica, se ha retirado de los acuerdos de Minsk, ya que, en ese caso, sería responsable de la ruptura de las conversaciones de paz. Si se puede demostrar que la parte ucraniana es quien negocia de mala fe, entonces se podría imponer sanciones contra el país que se niega a cumplir con sus obligaciones [o no habría justificación para mantener las sanciones contra el país, Rusia, al que se acusa de no cumplir]. Hay que recordar que los acuerdos de Minsk fueron ratificados por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en 2015, por lo que son un documento vinculante en el derecho internacional.

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