La OEA y su triste papel servil a Estados Unidos


Una de las más duras descripciones para mostrar lo que es la OEA de hoy, encabezada por el uruguayo Luis Almagro desde mayo de 2015, la ofreció en días recientes el presidente argentino, Alberto Fernández, quien consideró su desempeño como ‘una suerte de escuadrón de gendarmería para destruir a los gobiernos populares’.

En línea con lo recién expresado por su par mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien propuso darle sepultura a lo que calificó de organismo lacayo, Fernández subrayó en una cumbre del Grupo de Puebla que durante el mandato del presidente estadounidense, Donald Trump, todos los organismos, incluyendo la OEA, sirvieron para desunir aún más a la región.

‘Trump imponía su política sobre América Latina y eso explica muchas cosas que pasaron; explica la OEA que tenemos, el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) que tenemos, la división, el nacimiento del Grupo de Lima, del Foro Prosur…

La OEA como está ya no sirve y su secretario general es el primero que debe hacer su mea culpa, por la cantidad de cosas que ha hecho, y también la institucionalidad de los Estados Unidos, por haber propuesto y sostenido a un hombre como Almagro, remarcó.

En el mismo tono también se proyectó el mandatario de Bolivia, Luis Arce, quien abogó por reemplazar a la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, que exprese los equilibrios regionales, respete la autodeterminación de los pueblos y no dé cabida a la hegemonía de un solo Estado.

Hoy muchas miradas latinoamericanas coinciden en que el ministerio de colonias de Estados Unidos- como la describiera desde la temprana década de los 60 el canciller cubano, Raúl Roa- ya no funciona, en tanto otros subrayan que nunca lo hizo.

Las turbias manos de Almagro han estado metidas en los procesos de Brasil, pasando por el golpe de Estado en Bolivia, del cual fue su principal promotor, como denunció el propio expresidente Evo Morales, hasta su actuación sostenida contra gobiernos como los de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

En días recientes, la destacada periodista e intelectual argentina Stella Calloni, autora del libro titulado Golpe en Bolivia. Washington ordenó, la OEA ejecutó, alertaba que ese organismo ‘que encabeza el golpismo en diversos países de América Latina con la abierta implicación del secretario general, intenta ahora aplicar la llamada Carta Democrática Interamericana a Nicaragua’.

Se trata, señaló, de una respuesta desesperada ante la revelación de documentos en Estados Unidos sobre las implicaciones de la Casa Blanca en el intento de golpe en ese país en el 2018.

En declaraciones a Prensa Latina, el destacado periodista, profesor y escritor argentino Héctor Bernardo, resaltó que ‘la OEA nunca ha sido un espacio de integración, sino un organismo en que Washington puede ejercer sus políticas de control de la región.

Como si esto fuese poco, opinó, Almagro la hundió en el peor de los abismos, para enfatizar que ‘en la descripción que hace el italiano Dante Alighieri del infierno, el séptimo círculo está reservado para los traidores y, sin dudas, él tiene un lugar garantizado allí’.

Rememoró que este personaje llegó a la diplomacia de la mano del partido de la izquierda uruguaya Frente Amplio, fue embajador durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez y luego canciller de José Mujica, cargo desde el cual se realizó la promoción para conducir la OEA, con el apoyo de Bolivia, Nicaragua y Venezuela entre otros países.

Una vez posesionado, se transformó en uno de los más serviles lacayos de Washington, se dedicó a atacar todos los procesos populares, fomentó desestabilizaciones, promovió intentos intervencionistas y tuvo un rol fundamental en el golpe de Estado contra Evo Morales, remarcó.

Para el también politólogo, la OEA hoy ‘es un ente perimido y Almagro uno de los personajes más oscuros de nuestra historia. Nadie puede disimular eso y es necesario, como señalaron varios mandatarios, que se busque otro espacio de integración para nuestra región, donde se respete la soberanía y la autodeterminación de los pueblos’.

Algunos gobiernos con clara tendencia neoliberal salieron a defenderla tras la propuesta clara y concreta del presidente mexicano de construir un modelo similar a la Unión Europea, un nuevo organismo internacional que integre a todos los países de América Latina y el Caribe.

Tal fue el caso de la canciller de Colombia, Marta Lucía Ramírez, quien justificó su existencia y propuso su complementariedad y convergencia con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y caribeños (Celac).

Pero desde ese mismo país, una de sus voces políticas más conocidas, la exsenadora Piedad Córdoba, acompañó la idea de López Obrador al señalar que junto a la sugerencia de construir un modelo similar a la Unión Europea, vale también revalidar otras iniciativas esenciales para la soberanía regional que no pudieron concretarse, como el Banco del Sur y/o el sistema monetario del Sucre.

Para asumir la apuesta de culminar la inconclusa gesta de integración latinoamericana, opinó, falta consolidar los procesos democráticos existentes en el continente y arrebatarle a la derecha continental en 2022 sus dos fortines en América.

Ellos son Colombia, cuyos pactos militares y exportación de mercenarios son una amenaza para la seguridad regional, y Brasil, sometida a (el presidente Jair) Bolsonaro, sentenció Córdoba en un artículo difundido por el medio Las dos orillas.

Solo así, esa cosa tan fea, que es la OEA, como lo cantara (el músico cubano) Carlos Puebla, quedaría relegada al museo de la ignominia, recalcó.

Mientras Almagro sigue en sus andanzas como peón de Estados Unidos en la región y se evalúa incluso llevarlo ante la Corte Penal Internacional de La Haya por su complicidad en el golpe en Bolivia, la idea de sepultar a la OEA encuentra cada vez más cabida en varias figuras relevantes de la región.

El llamado coincidente de hoy entre presidentes y líderes políticos consiste en profundizar e institucionalizar la unidad regional, a través de instrumentos como la Celac porque, como sentenció el presidente argentino, ‘la OEA tal como está ya no sirve’.

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