Los participantes de la reciente reunión de Astaná sobre Siria en la capital kazaja de Nur-Sultan regresan a casa con la esperanza de haber logrado promover una solución a tres problemas principales. El primero es el destino de la asistencia humanitaria transfronteriza en el país del Medio Oriente devastado por la guerra. El segundo es el intercambio y liberación de prisioneros. Y el tercero continúa el trabajo del Comité Constitucional sirio. Según Kommersant, la visión de cómo se deben resolver estos problemas difiere en gran medida entre las delegaciones, pero es importante que estos poderes continúen el diálogo y mantengan el formato.
La reunión de dos días sobre Siria terminó el jueves en Nur-Sultan con una declaración de los estados garantes del «formato de Astana»: Rusia, Irán y Turquía. Se habló del compromiso con la soberanía y la integridad territorial de Siria, la determinación de continuar la lucha contra los terroristas y enfrentar los sentimientos separatistas en el este del país. Rusia, Turquía e Irán tradicionalmente prometieron ayudar en el trabajo del Comité Constitucional sirio, que alentó a Geir Pedersen, enviado especial de la ONU para Siria.
Desde la anterior reunión de Astaná realizada en febrero en Sochi, no se ha avanzado en la cuestión de un acuerdo político en Siria. Según fuentes de Kommersant familiarizadas con la situación, el principal problema radica en la posición de Ahmad al-Kuzbari: Damasco no tiende a ser flexible.
Sin embargo, el mayor desacuerdo en este momento es causado por el destino del mecanismo para entregar ayuda humanitaria a Siria. La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permite el envío de convoyes humanitarios a Idlib desde Turquía a través del puesto de control de Bab al-Hawa expira el 10 de julio. Occidente espera extender su operación por un año más o abrir nuevos puntos de control. Las autoridades sirias oficiales quisieran poner fin a la operación. Moscú se inclina hacia la posición de Damasco.