Como era de esperar, la breve cumbre que mantuvieron en Ginebra los presidentes de Estados Unidos y la Federación Rusa no tuvo grandes avances en el deshielo en las relaciones y quizá el resultado más claro es el compromiso para que los embajadores de ambos países regresen a sus puestos. En lo que respecta a Ucrania, y especialmente a la guerra en el Donbass, que como denotaba la presencia de Dmitry Kozak fue uno de los temas importantes de la agenda, la previsible mención a los acuerdos de Minsk como vía de resolución del conflicto deja ver una situación sin cambios. Seis años después de la firma de los segundos acuerdos de Minsk, y sin uno solo de sus puntos cumplidos íntegramente, la apelación a ese texto y a ese proceso se ha convertido en algo tan recurrente como retórico.
Artículo Original: Colonel Cassad
Ambos bandos, como hasta ahora, han reafirmado su intención de adherirse a una postura diplomática para la “implementación de los acuerdos de Minsk”, que se ha discutido durante más de seis años. Putin insistió una vez más en que la Federación Rusa solo tiene una obligación hacia Ucrania: cumplir los acuerdos de Minsk. Pero, por supuesto, no van a cumplirse.
Para Ucrania, obviamente se trata de algo incómodo, ya que denota que los intentos de modificar los acuerdos de Minsk no van a funcionar, así que Kiev tendrá que continuar con la comedia de “nos gustaría cumplirlo, pero…”, mezclada con otra como “debemos introducir tropas de paz”, “hagamos un nuevo formato”, “no vayamos a Minsk” y otras payasadas.
La cuestión de la frontera se trató de forma separada. La Federación Rusa ha dejado claro que reorganizar los puntos de los acuerdos de Minsk según la línea de “primero la frontera y después todo lo demás” tampoco van a funcionar. Estados Unidos, que controla Ucrania, tiene, por supuesto, una interpretación completamente diferente de los acuerdos de Minsk, pero esta contradicción no ha aparecido hoy, sino que lo hizo en 2015. En 2021, no ha desaparecido.
Ucrania, entre otras muchas cuestiones, puede seguir discutiéndose sin Ucrania, con la posterior notificación de los acuerdos alcanzados en su ausencia. Esto vuelve a reflejar el lugar de Ucrania en el sistema de las relaciones internacionales: el lugar de un objeto, no de un sujeto. Las conversaciones de Ginebra no han cambiado ni podían cambiar nada en este sentido.
La ausencia de acuerdo alguno sobre Ucrania significa que el conflicto en Donbass y la guerra posicional de baja intensidad continuará, fundamentalmente porque el régimen de Kiev es incapaz de hacer nada más.
La puesta en marcha del Nord Stream-2 es un hecho consumado y Biden ni siquiera intentó prestarle atención. Al margen de Ucrania, Washington no quiere dañar más las relaciones con Alemania. Y esto también refleja el lugar de Ucrania en el orden internacional.
En julio, Zelensky tendrá la oportunidad de discutir todo esto con Biden post factum. Aunque la palabra “discutir” difícilmente es apropiada en esta situación, ya que fundamentalmente nos referimos a quejas y a escuchar una lista de exigencias y directivas, algunas de las cuales Zelensky ya ha recibido por forma telemática a lo largo de las últimas semanas. En este sentido, Zelensky debería estudiar cuidadosamente la experiencia de Poroshenko en términos de servilismo frente a Biden.