Entre el amor a la profesión y la esperanza por salvar cada vida agravada como consecuencia de la Covid-19, el doctor cubano Romilio Mir encuentra hoy incentivos para entrar a la denominada zona roja.
Sana satisfacción emana del diálogo con el joven médico diplomado en cuidados intensivos y emergencias, cuando habla de la recuperación de tantos pacientes durante más de un año de esfuerzos y desvelos en el enfrentamiento con el coronavirus SARS-CoV-2 en Venezuela.
En 11 rotaciones de trabajo para la atención directa a personas contagiadas con el letal virus, solo hemos registrado la pérdida de una vida humana, y resignarnos a esa eventualidad resultó muy difícil, confesó el galeno natural de la oriental provincia cubana de Guantánamo.
‘Nuestra formación académica nos prepara para situaciones de ese tipo; sin embargo, el pensamiento siempre va en positivo para entregarnos al máximo en función de evitar un desenlace fatal’ explicó a Prensa Latina el joven intensivista, con más de cuatro años de trabajo en Venezuela.
Experiencias únicas y desafíos en el ejercicio profesional sobrevinieron a partir de marzo de 2020, cuando el Gobierno venezolano reportó los primeros contagios de la enfermedad por coronavirus y se impuso la valentía y responsabilidad del personal de salud cubano en la nación suramericana.
El doctor Romilio asumió su rol sin vacilaciones, primero en el Centro de Diagnóstico Integral Alcides Rodríguez, ubicado en la parroquia (demarcación) de El Valle y luego en el Centro de Salud Integral María Genoveva Guerrero, ambos ubicados en Distrito Capital.
‘La mayor enseñanza derivada de esta situación epidemiológica mundial resultó en un elevado sentido de responsabilidad, los miembros del equipo médico jamás pensamos en nosotros, sino en la salud de nuestros semejantes’, aseguró Mir.
Atender casos graves y críticos poco a poco se convirtió en rutina, los temores iniciales por arriesgar la vida en una zona de alto riesgo de contagio quedaron a un lado, afirmó el galeno, quien a estas alturas de la pandemia apenas nota la incomodidad del traje de bioseguridad que reduce el riesgo de contagio.
Durante días y noches, la luz de la esperanza guió al médico y a sus colegas comprometidos con cada proceder asistencial, realidad aún palpable en los centros sanitarios donde el personal médico desafía al coronavirus, para devolverles a las familias los pacientes ya recuperados.
Entre tantas jornadas de desvelo, el doctor guantanamero nunca olvidará la historia de Domingo, quien a sus 78 años llegó a los servicios de salud en un avanzado estado de gravedad, con el más sombrío pronóstico, y venció la enfermedad gracias a la esmerada atención durante 28 días de batalla.
Mucha alegría nos dio llevar a ese anciano hasta el alta hospitalaria, subrayó el profesional cubano al recordar el deteriorado estado clínico del enfermo, debido a una demencia vascular, desnutrición y las patologías asociadas a la Covid-19.
‘Dedicábamos horas de trabajo a revisar cada parte de su cuerpo para evitar escaras, pendientes de su alimentación y estado hemodinámico’, relató Mir, quien asumió el reto junto al colectivo durante jornadas de constante preparación.
La pandemia llegó en el último año de la misión internacionalista de Romilio, joven revolucionario cubano seguidor de la obra de José Martí y apegado a los principios de altruismo, solidaridad y humanismo característicos de las misiones médicas de la isla en el exterior.
Hoy seguimos en pie de lucha por Venezuela, por Cuba y la humanidad, con ese derroche de valentía que caracteriza a nuestras brigadas médicas en cualquier rincón del mundo, porque es una forma más de defender nuestro proyecto social, destacó el doctor Mir.