El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reconoció oficialmente el genocidio armenio perpetrado en el Imperio Otomano, respaldando a Ereván en su disputa centenaria con Turquía. Su declaración se convirtió en la mayor victoria internacional para Ereván, convirtiendo a Joe Biden en un verdadero héroe a los ojos de toda Armenia y la diáspora armenia en el mundo, escribe Kommersant. Aún así, habiendo aumentado las apuestas en la lucha por la influencia en el Cáucaso, la esfera de interés estratégico de Rusia, Biden tampoco quemó puentes para la interacción con Turquía.
Horas antes de que la Casa Blanca hiciera circular el texto, Biden llamó al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, para prepararlo para las malas noticias y para minimizar el impacto de la medida en las relaciones entre Estados Unidos y Turquía, según el periódico. La llamada de Biden llegó a su destino y, tras declarar una «herida profunda», Ankara no tomó más medidas drásticas. Los líderes de ambos países incluso lograron llevar la disputa más allá de su interacción actual y acordaron reunirse en junio en la cumbre de la OTAN.
El investigador jefe del Instituto de Estudios de Estados Unidos y Canadá, Vladimir Vasiliev, cree que, además de la presión sobre Turquía, el reconocimiento del genocidio armenio por parte del presidente Biden persiguió otro objetivo: unirse a la lucha por el liderazgo en el Cáucaso después de la segunda guerra de Karabaj, en una intento de conquistar a Armenia, el aliado clave de Moscú en la región.
«El presidente Biden se está probando la toga de un pacificador logístico en el Transcáucaso, considerando que esto no requiere grandes gastos y esfuerzos y ofrece un efecto de relaciones públicas a gran escala, presentándolo como un verdadero héroe a los ojos de la diáspora armenia en el Estados Unidos y en toda Armenia. Al mismo tiempo, se está elaborando un modelo de exacerbación regional, y la actual administración estadounidense espera cosechar sus beneficios», dijo el experto.