Zelensky: La estrategia de la imagen

En su mensaje, el presidente ucraniano apelaba a sus socios occidentales, especialmente a Francia y Alemania -sus aliados en el Formato Normandía en el que Ucrania trata de resolver el conflicto en Donbass al margen del formato de Minsk, en el que participan la RPD y la RPL- y a la OTAN. Para ello, Ucrania trata de explotar al máximo la amenaza que para sus fronteras supone la presencia de tropas rusas en regiones cercanas a las fronteras ucranianas. Poco importa que esas tropas estuvieran en esas regiones para realizar maniobras que nada tienen que ver con una invasión de Ucrania y que el Ministerio de Defensa diera la orden de repliegue ante su finalización apenas unas horas después del discurso de Zelensky.

El anuncio ha sido presentado como una victoria ucraniana y de la presión de sus socios y una rebaja de la tensión. No hace falta explicar por qué esa era la fuente de una tensión que en realidad comenzó en febrero, mucho antes de que esas tropas, que tan solo han permanecido en las regiones fronterizas unos días, fueran movilizadas. Una tensión que se mantendrá en Donbass mientras siga habiendo apenas unos metros entre las trincheras de las partes enfrentadas.

Una vez más, una de esas invasiones rusas de las que Ucrania advierte prácticamente cada año, ha resultado no ser más que un intento de Kiev de aprovecharse de esa falsa amenaza para intentar lograr concesiones de sus socios, ya sea en forma de apoyo económico o militar o acercamiento a la OTAN, el verdadero objetivo de las autoridades ucranianas desde el cambio de régimen de 2014.

En tono condescendiente, Zelensky se dirigió a Rusia, el país que supuestamente amenaza la existencia de Ucrania. “Ucrania y Rusia, pese a su pasado común, miran al futuro de forma diferente. Nosotros somos nosotros. Vosotros sois vosotros”, afirmó el presidente ucraniano, deliberadamente olvidando que una parte de la población que incluye en ese nosotros -la de Crimea, la RPD y la RPL- lleva siete años viviendo la margen de Ucrania y mirando hacia Moscú, no hacia Kiev, en busca de soluciones.

Esos dos caminos que los dos países pretenden seguir no son, según el presidente ucraniano, un obstáculo sino una oportunidad, “al menos una oportunidad para, antes de que sea demasiado tarde, detener las asesinas matemáticas de las futuras bajas de guerra”. Sin embargo, esos cálculos de guerra han sido habituales en Ucrania a lo largo de la guerra, especialmente desde la firma de los acuerdos de Minsk en 2015. En todo este tiempo, sin posibilidad de destruir las Repúblicas Populares por la vía militar y sin grandes posibilidades de avance sobre territorio enemigo en una guerra de trincheras que simplemente no permite esos avances, los bombardeos han sido la principal herramienta de presión política de la que ha dispuesto Ucrania.

Así ha sido también en las últimas semanas, cuando desde febrero el Ejército Ucraniano intensificó los bombardeos de varias zonas del frente hasta lograr el colapso del alto el fuego pactado el pasado julio, siempre con el objetivo de volver a poner sobre la mesa la supuesta amenaza rusa y exigir más ayuda a sus socios.

“En mi opinión, todo dirigente tiene que comprender que todas las partes pierden en la guerra”, afirmó Zelensky, ignorando que todas las bajas civiles desde el inicio del actual empeoramiento en Donbass se han producido en las Repúblicas Populares a causa del fuego ucraniano. “No se puede proteger a nadie atacando. Y es imposible liberar a alguien invadiendo. Y es imposible traer la paz con tanques”, sentenció, siempre en referencia a Rusia, aunque fue Ucrania quien comenzó la guerra, quien trató de acabar con una revuelta por derechos culturales y lingüísticos enviando tanques y blindados a la zona y quien continúa bombardeando el frente alegando que defiende a Europa de una invasión inexistente.

Pero el presidente ucraniano trató también de introducir una nueva propuesta. Tras años de intentar, sin éxito, reescribir los acuerdos firmados e inventar nuevos foros de negociación, Zelensky ha querido introducir un nuevo elemento. “Hubo una propuesta de reunirnos en la línea de contacto para ver y comprender la situación de la forma más correcta posible. ¿Qué tengo que comprender? Voy allí cada mes”, explicó. Efectivamente, Zelensky se traslada al frente en cada ocasión que puede convertir la visita en un acto de relaciones públicas. Fue así en el inicio de la intensificación de los bombardeos y fue así recientemente, cuando también visitó el frente una delegación militar estadounidense.

Pero el jefe de Estado de Ucrania quiso ir un paso más allá. “Señor Putin, estoy dispuesto a ir más allá y le ofrezco que nos reunamos en cualquier lugar del Donbass ucraniano donde sigue habiendo una guerra”, afirmó Zelensky, perfectamente consciente de que no se trata más que de palabras vacías, ya que evidentemente no está en condiciones para organizar ningún encuentro en las Repúblicas Populares.

La propuesta de Zelensky no está, en realidad, dirigida al presidente ruso, cuyo portavoz ya la ha descalificado, sino que se trata de una propuesta de consumo interno y un intento de presentarse como un dirigente que trata de tomar la iniciativa. Zelensky, que se dice presidente de paz mientras su ejército intensifica los bombardeos de Donbass, busca así una imagen con la que justificar a su población y a sus aliados la visión ucraniana de la guerra: una guerra de la Ucrania que valerosamente se defiende frente a la Rusia que amenaza, no solo al Estado ucraniano, sino a toda Europa. Ucrania no se enfrenta en Donbass a Rusia, pero no aceptará tampoco la propuesta de la RPD y la RPL de reunirse en la línea del frente para que los contendientes analicen la situación. Como ha hecho repetidamente en los últimos seis años, Ucrania ha vuelto a insistir en que no negociará con las Repúblicas Populares.

Hábil para la comunicación, Zelensky parece no haber comprendido aún que Rusia no va a ceder más allá de los puntos expresados por los acuerdos de Minsk, en realidad favorables a Ucrania, que recuperaría el territorio y la población de Donbass a cambio de una serie de concesiones políticas y económicas perfectamente asumibles pero que Kiev no tiene intención de cumplir. Y aunque Rusia no va a intervenir militarmente salvo en caso de ofensiva ucraniana, no va a dar facilidades para la resolución del conflicto según la interpretación que Ucrania trata de imponer sobre la guerra y sobre los acuerdos de paz.

Pero nada hace presagiar que Kiev vaya a cambiar su estrategia, por lo que continuarán apareciendo novedades, que en realidad no son más que nuevos intentos de reescribir los acuerdos y solucionar el conflicto de Donbass sin presencia de Donbass, mientras los bombardeos continúan y el presidente ucraniano sigue culpando al otro lado por sus propios bombardeos. Y tras la desactivación de esta última e inexistente amenaza de invasión rusa llegarán otras, con las que Ucrania tratará de conseguir, otra vez, más sanciones contra Rusia -especialmente en la cuestión del gas y de la cancelación de la construcción del Nord Stream-2-, más dinero para su ejército y más posibilidades de acceso a la OTAN. En cualquier caso, este último empeoramiento ya ha servido a Kiev para volver a colocar la amenaza rusa en los grandes titulares de la prensa occidental y para hacer pasar el final de unas maniobras que nada tenían que ver con una invasión de Ucrania como una victoria diplomática.

Slavyangrad