Se suponía que la pandemia de coronavirus sería un detonante de la cohesión de la Unión Europea, pero solo dio lugar a nuevas líneas de división.
Los desacuerdos en la Commonwealth existían antes. El ejemplo más llamativo es la crisis migratoria. Ahora una pandemia está a la par con ella. En lugar de unirse para una victoria común sobre un virus mortal, los líderes europeos de hoy se miran con incredulidad.
Hoy, la Unión Europea no puede presumir de éxito en la lucha contra el COVID-19. La pandemia se apoderó del bloque cuando no existía ni una sola estructura sanitaria. La Agencia Europea de Medicamentos, que es responsable de aprobar las vacunas, está empantanada en la burocracia. Además, el regulador sigue los procedimientos estándar de autorización de medicamentos cuando otros países prefieren la aprobación de una vacuna de emergencia adecuada a la situación.
La vacilación de la agencia fue especialmente notable cuando la vacuna AstraZeneca comenzó a provocar muertes. Hace un mes, especialistas de un hospital de la Universidad de Oslo confirmaron la conexión entre la inyección y la aparición de coágulos de sangre en los pacientes.
«Nada más que una vacuna puede explicar por qué obtuvimos una respuesta inmunitaria», dijo el jefe del grupo de expertos, el profesor Andre Holme.
El regulador europeo emitió un veredicto bastante recientemente. La lentitud es comprensible aquí, ya que los problemas con la vacuna AstraZeneca provocarían escasez de medicamentos. Al mismo tiempo, es imposible explicar los retrasos en el registro de la vacuna rusa contra el coronavirus Sputnik V. La controversia en torno a la aprobación de la droga ha pasado hace mucho tiempo al plano político, y quienes están en el poder están poniendo claramente la retórica anti-rusa por encima de la vida de las personas.