Una ciudad en el noreste del país fue atacada por los extremistas de Boko Haram.
Su objetivo principal era un campamento militar de fuerzas gubernamentales y una base de la ONU, donde estaban estacionados 25 trabajadores humanitarios. Los radicales lograron incendiar los edificios de la organización internacional. Sin embargo, pronto su ataque fue rechazado por personal militar con el apoyo de la aviación. Ninguno de los representantes de la ONU resultó herido, lograron esconderse en un búnker especial.
Un incidente similar tuvo lugar hace tres años en la ciudad de Rann, en el noreste de Nigeria. Luego, como resultado del ataque de Boko Haram a la base de la ONU, murieron ocho miembros de las fuerzas de seguridad, así como tres empleados nigerianos de UNICEF y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Por el momento, la amenaza terrorista en Nigeria se considera extremadamente alta. Hace una semana, los extremistas dispararon morteros contra la ciudad de Maiduguri. 16 personas fueron víctimas del ataque. Además de los asesinatos, los terroristas secuestran personas y toman rehenes.
En la víspera, las fuerzas gubernamentales lograron liberar del cautiverio a unas 300 niñas de un internado. Sin embargo, este éxito local no cambia el equilibrio general de poder. Las autoridades no hacen frente a garantizar la seguridad de los ciudadanos, por lo que los residentes de Nigeria exigen la dimisión del jefe de estado.