La decimoquinta ronda de las conversaciones de paz de Astana para resolver la crisis siria terminó en Sochi el martes. Mientras las partes discutían el futuro político de la república árabe sin esperanzas de éxito, sorprendentemente Moscú tuvo que convertirse en un mediador entre Damasco e Israel y ofrecer una mano para resolver los problemas humanitarios, escribe Kommersant.
La declaración conjunta de Rusia, Irán y Turquía incluye 17 puntos, y la mayor parte de ellos están dedicados al trabajo estancado del Comité Constitucional. Los tres países se comprometieron a brindar asistencia al trabajo del Comité mediante la cooperación con las partes sirias y también con el enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen. En los próximos días, Pedersen deberá decidir si convoca la sexta reunión del grupo del Comité encargado de redactar la Constitución. Para celebrar esta reunión, debe haber garantías de que Damasco está dispuesta a emprender un trabajo real sobre el texto de la Constitución en lugar de limitarse a reducir las reuniones a un debate sobre cuestiones generales.
Al margen de las conversaciones de Sochi, se discutió activamente una idea, promovida por Damasco y Teherán, de que cualquier progreso en el trabajo del Comité Constitucional podría ocurrir solo después de la celebración de las elecciones presidenciales sirias programadas para este verano. Al parecer, Damasco busca obtener garantías de estabilidad política en un futuro próximo. Mientras tanto, la oposición insiste en que no respaldaría las elecciones sin un acuerdo sobre la Constitución. Occidente apoya plenamente esta idea. La oposición y la ONU esperan que Moscú pueda convencer a Damasco para que inicie un diálogo constructivo. Y las esperanzas clave aquí están puestas en un diálogo sobre Siria entre Rusia y Estados Unidos. Moscú todavía se aferra a la esperanza de que para mayo-junio, cuando está programada la celebración de las próximas conversaciones de Astana, se verán algunos avances hacia un acuerdo político.