China acelera y se acerca al final de un largo camino: Recuperar la primacía económica mundial

La crisis del covid-19 ha sido dura para todas las economías del mundo. Sin embargo, la diferente forma de afrontar la pandemia, junto a otros factores, ha permitido que China salga fortalecida y esté un poco más cerca de los objetivos que lleva persiguiendo muchos años: ser la primera potencia mundial y una economía desarrollada.

 

 

La economía China está creciendo con fuerza y con el impulso de prácticamente todos los componentes que conforman el PIB (ha arrancado todos motores tras el parón del covid), lo que ha permitido al país cerrar el 2020 con un crecimiento del 2,3% (por encima de las previsiones del mercado), mientras que las economías desarrolladas sufren recesiones históricas. Pekín tiene gasolina para superar la temida ‘trampa de ingresos medios’ y volver a ser la primera economía del mundo.

Aunque el crecimiento anual de China ha sido el más lento en cuatro décadas, la contracción económica global en la producción significa que China ha incrementado su peso en la economía mundial al ritmo más rápido desde que se tienen registros, según estimaciones del Banco Mundial. Analizando las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, China superará ahora a EEUU en 2028, dos años antes de lo previsto por el banco de inversión Nomura y el FMI en la anterior revisión. Por ahora, China ya ha superado a la zona euro como segunda economía mundial.

 

 

Los diferentes planes que han ido aprobando las autoridades del ‘gigante asiático’ tenían fines claros que se han ido consiguiendo. En poco más de 20 años, China ha pasado de ser una economía de ingresos bajos (menos de 1.000 dólares de renta) a acercarse a lo que se considera una economía de ingresos altos (más de 12.535 dólares de ingresos per cápita).

El Banco Mundial divide a los países en ingresos bajos, medios bajo, medios altos y altos. China ha dado un salto que le ha permitido casi alcanzar el primer escalón en un periodo de tiempo muy corto. Los ingresos per cápita del país superarán los 11.000 dólares al final de este 2021. Los ciudadanos chinos disfrutan de una renta cada vez mayor y la economía de forma agregada se acerca con velocidad a EEUU, la todavía primera economía del mundo, para recuperar el trono.

Recuperar el trono mundial

Jordi Singla, economista de CaixaBank Research, explica en un análisis publicado por el banco que «China fue la primera economía del mundo en buena parte del tiempo transcurrido desde el inicio de la dinastía Shang, alrededor del 1500 antes de Cristo hasta los inicios del siglo XIX. La guerra del opio (1842), el atraso tecnológico respecto a Occidente y el turbulento fin de la era imperial (1911) supusieron un cataclismo que duró hasta mediados del siglo XX».

Pero, a partir de 1980, la situación cambió. Con las reformas de Deng Xiaoping hacia una economía socialista de mercado con áreas económicas especiales, «China inició la larga marcha para recuperar la primacía económica global perdida. El ascenso económico de China fue vertiginoso y el país del pasó de ser un 2,3% de la economía mundial en 1980 a un 17,4% en 2019. El bajo punto de partida y unos cambios tan rápidos trajeron un desequilibrio a favor de los productores y la inversión estatal frente a los consumidores privados. Estos desequilibrios, combinados con un sistema financiero atrasado respecto a los estándares occidentales, y una deuda que en 2019 alcanzó el 286% del PIB (Gobierno, empresas y hogares) hacían presagiar una vulnerabilidad de la economía china. Sin embargo, frente al shock de la pandemia de 2020, la realidad ha sido muy distinta», sentencia el economista catalán. Ahora, China ha pisado el acelerador y todo hace indicar que rebasará la ‘trampa de ingresos medios’ como un cohete.

La trampa de ingresos medios

Decenas de países han quedado atascados en lo que se conoce como ‘trampa de los ingresos medios’ (es fácil crecer cuando se tienen costes laborales muy bajos, luego llega lo difícil, que es generar valor añadido para escapar de la trampa), todo hace indicar que China va a ser una historia de éxito. En 2022 o 2023 podría certificarse su entrada en el ‘club’ de los países desarrollados, un destino que ahora queda muy cerca y que China busca alcanzar dejando atrás la fabricación de bienes baratos (ropa, juguetes…) y poniendo el foco en los que tiene mayor valor añadido (maquinaría, tecnología, inteligencia artificial….).

El 2021 es el primer año del decimocuarto plan quinquenal de China, cuyos objetivos principales consisten en hacer frente a la ‘trampa de las rentas medias’ y construir una modesta economía avanzada, señala Jinyue Dong, economista de BBVA Research para China, en una nota.

El éxito a la hora de manejar la crisis del covid-19 acerca a China a su objetivo, aunque en parte sea también por el retroceso de las economías avanzadas. La economía china levantó el vuelo allá por marzo gracias al fuerte auge de sus exportaciones (China ha vendido a medio mundo material relacionado con la pandemia). Ahora, no solo las exportaciones, la economía ha puesto en marcha todos los motores y coge velocidad.

«Los datos de actividad han vuelto a mostrar un fuerte impulso de recuperación. La producción industrial acelera, respaldada tanto por las fuertes exportaciones como por la continua recuperación de la demanda interna. La inversión en industria ha recuperado toda su fuerza, mientras que las ventas minoristas también experimentaron una mejora adicional, aunque menos impresionante. Sin embargo, la normalización del desempleo debería ayudar a que el consumo continúe poniéndose al día. El crecimiento del PIB real en el cuarto trimestre ha alcanzado el 6,5% (frente al 5,5% esperado anteriormente), y es probable que el efecto de arrastre positivo eleve el crecimiento de 2021 al 8,5% (frente al 7,8%)», aseguran desde Societe Generale.

Jianwei Xu, economista del banco de inversión Natixis, cree que si China sigue conteniendo la propagación del covid-19 como hasta ahora, es probable que el impulso económico se mantenga. «El consumo será el impulsor más importante. A medida que los ingresos de los hogares continúen mejorando y la tasa de desempleo descienda a un nivel más bajo, el poder adquisitivo de los hogares se recuperará a un nivel más alto y contribuirá a un crecimiento más rápido del consumo. Dado que el consumo constituyó una gran parte del PIB de China durante los últimos años, la reactivación del poder adquisitivo del consumidor será crucial para lograr un crecimiento sostenible de China durante el próximo año».

Una economía con objetivos muy claros

La economía de China, al igual que la de los países desarrollados, ha ido cambiando la composición de su PIB, aunque sigue manteniendo ciertas diferencias. El consumo final tiene ahora un peso del 56% en el PIB, una mejora importante desde 2010, pero que aún dista de las economías desarrolladas, que confían a este componente entre un 70 y un 80% del PIB. La diferencia es que China sigue apostando con fuerza por la inversión, con un peso en el PIB del 40%, muy superior al de los países desarrollados. Es una apuesta por el futuro: la inversión (ahorro) de hoy será el consumo de mañana.

China está intentando producir todo lo posible para reducir su dependencia del exterior en materia de importaciones, aunque sí quiere seguir vendiendo sus productos fuera. Para producirlo todo dentro se necesitan grandes dosis de inversión que a su vez usan grandes cantidades ahorro interno en este caso. «China no se va a convertir en una autarquía completa. Si necesita importar gas de Irán o petróleo de Arabia Saudí lo va a seguir haciendo, lo que no quiere es importar maquinaria alemana que la propia China ya puede producir, porque estas importaciones son de alto valor añadido y mejoran la capacidad productiva del país y a su vez pueden acabar exportando estos bienes que hasta hace poco tenían que comprar a Alemania o Japón», aseguraba Alicia García Herrero, economista jefe de Natixis para Asia Pacífico en una entrevista con elEconomista.

«China va a intentar producirlo todo y mientras no pueda hacerlo seguirá importando, pero el objetivo es fabricarlo todo, menos las materias primas, donde China no tiene ventajas comparativas y no puede ser competitiva, no les interesa ni quieren hacerlo», explica esta experta.

Las reformas también buscan estimular la demanda interna. Pero más allá de eso, también indica una gran cantidad de reformas estructurales a largo plazo para lograr la transformación del motor de crecimiento que ha estado impulsado por las exportaciones a uno impulsado por el consumo, incluida, incluyendo reformas para mejorar la distribución de la renta y mejorar la protección social para aumentar la propensión a consumir de los más desfavorecidos, comenta Jinyue Dong.

«También se está mejorando e invirtiendo en las redes 5G, inteligencia artifical, blockchain, Cloud computing, etc. para modernizar la infraestructura tradicional. Además, las autoridades fomentarán un equilibrio dinámico durante la recuperación de la oferta y la demanda tras el covid, impidiendo una recuperación desigual y aplicando así el modelo de crecimiento de ‘dual circulation’«, sostiene el economista chino.

China quiere ser una potencia tecnológica. Una economía avanzada y con un modelo sostenible debe estar sustentada en sectores de alto valor añadido, que permitan remunerar bien a los empleados a la par que se consigue generar valor para los dueños del capital. «En China se la está impulsando la innovación tecnológica para lograr una cadena de suministro autosuficiente. No importa quién vaya a la Casa Blanca, la guerra tecnológica entre China y EEUU ha llegado para quedarse», reconoce el economista de BBVA Research.

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