China ha advertido, respecto a la política estadounidense contra la nación asiática, que EE. UU. insiste en «jugar con fuego y se puede quemar». Tales declaraciones tienen que ver con las reiteradas provocaciones del gobierno decadente de Donald Trump sobre Taiwán, isla con un estatus concebido en la resolución política de Beijing de «una sola China», que goza de todas las garantías para ello, y que Washington se empeña en torpedear deliberadamente.
Con los pies más fuera que dentro del Departamento de Estado, su titular, Mike Pompeo, repite la retórica provocadora de su amo, y acaba de decidir «levantar todas las restricciones a la cooperación estadounidense con Taiwán», a espaldas de China.
«Solo hay una China en el mundo, y Taiwán es parte inseparable de ella. Este es un reconocimiento común de los chinos, tanto dentro como fuera del país, y también es un hecho reconocido por la ONU y la abrumadora mayoría de los países del mundo», expresan las autoridades de la nación asiática.
Lo que ocurre ahora, a días de que concluya el mandato de la administración Trump, es una provocación más contra el gigante asiático, fundamentalmente, para dejar enrarecidos los vínculos bilaterales para el gobierno de Biden.
Estados Unidos, además de su política anti China, es el principal suministrador de armas a Taiwán, y se empeña en fortalecer una relación con ese territorio, a espaldas de las autoridades del país que, reiteradamente, han advertido del peligro de esa política hostil.
También el Departamento de Estado programó una visita a Taiwán de la embajadora ante la ONU, Kelly Craft, y que rechazó China enfáticamente en un comunicado a la ONU: «Urge que EE. UU. detenga su loca provocación, de no crear nuevas dificultades en las relaciones China-EE. UU. y en la cooperación de los dos países en Naciones Unidas, y a dejar de avanzar por el camino equivocado».