Capitolio: ¿insurrección o dosis de su propia medicina?

En Estados Unidos, mucha gente está dispuesta para expresar sus frustraciones políticas contra un sistema neoliberal arraigado, con los valores del racismo y xenofobia.

 

 

Definitivamente el manejo parcializado de los Medios de Desinformación de Masas sigue cumpliendo las tres funciones que las Agencias de Inteligencia estadounidenses les han enseñado para sostener el régimen: mentir, desviar-ocultar, culpar al presunto enemigo. El hecho que Joe Biden haya atizado la irrupción en el Capitolio manifestando públicamente que: “Esto no es una protesta, es una insurrección”, muestra claramente sus limitaciones a una autocrítica sana, honesta y verdadera frente a la realidad crítica que padece su nación.

El exceso de imágenes mostrando violencia ha sido producto de la contradicción entre el interés financiero de las empresas de comunicación y el objetivo no pensado, las que no han dimensionado que el caos simplemente ha posibilitado cuestionar la presunta democracia existente y, a su vez, mostrar la hipocresía occidental al decir que el ‘país baluarte de la libertad’ ha sido violado en su alma, evitando recordar lo hecho.

No se puede olvidar que EE.UU. logró eliminar en los 90 a su presunto hostil adversario soviético a través de la creación del grupo terrorista Al Qaeda en Afganistán, la caída del Muro de Berlín, la disolución de la URSS, entre otras, siendo obligado por la Corporatocracia a crear un nuevo enemigo y una visión diferente: ser el defensor de la paz global, policía humanitario y desarrollador del progreso.

El resultado fue la destrucción de Yugoeslavia, líder del Movimiento de países no alineados, la ocupación a sangre y fuego de Irak, la guerra obligada entre Irán e Irak, la creación del Estado Islámico degollador (Daesh), una ocupación macabra de Siria, el apoyo a todas las tiranías latinoamericanas y continentales, los bloqueos inmisericordes hasta el día de hoy, la confrontación y aumento de armas no convencionales declarando objetivos militares a Rusia y China, entre otras acciones genocidas, lo que causo millones de muertes de civiles niños, mujeres, ancianos, además de incalculable pobreza y desolación.

A partir de allí, es posible comprender la irrupción de una masa descontrolada en el Capitolio USA, sin profundizar lo que implica un régimen donde la represión y el control social es inmenso, atribuyéndolo más que a un mandatario esquizofrénico a la política neoliberal autoritaria existente en dicha sociedad.

Cabe aclarar, entonces, que una insurrección es un movimiento organizado con fuerte poder civil y militar que intenta cambiar un sistema y su gobierno a través de una planificada movilización que va de lo local a lo nacional. Posee líderes reconocidos con experiencia política y armada para coordinar acciones desestabilizadoras fuertes. También puede ser alentada desde el exterior aportando financiación, armas, sicarios, bloqueos, como es lo que sucede en Yemen, Siria, Venezuela, y otros países soberanos.

Si el término insurrección se refiere a una sublevación o alzamiento generalizado, no ocurre con la mayoría de ese pueblo. Si es desarrollada por una organización reservada, clandestina o pública que no ha podido ser controlada, eso es imposible en un estado policial como lo es USA; si una colectividad decide rebelarse contra las autoridades o el orden establecido con un programa claro que puede conducir a una revolución, es decir, el cambio de estructuras, aquí no ocurrió. Ver a Batman y semi vikingos en el Congreso no indica un peligro.

En realidad fue una revuelta de una masa anómala, convocada por redes, sin carácter secreto o clandestino, cuyo objetivo fue protestar violentamente en contra de la elección de Joe Biden como presidente de EE.UU., y de ningún modo subvertir el régimen estadounidense. Por el contrario, mucha gente blanca empobrecida está aferrada a un sistema neoliberal arraigado y a los valores del racismo, xenofobia, agresión a otras naciones (muy similar a los ‘demócratas’), dispuestos a agredir para expresar sus frustraciones políticas.

Lo fundamental es que se ha desviado el centro de la disputa y se oculta la esencia de tal modo que los congresistas acusan a Donald Trump de haber alentado esta invasión por la fuerza de la sede de la Cámara de Representantes de Estados Unidos (lo que es cierto). Sin embargo, no han hecho ninguna reflexión respecto al modelo eleccionario arcaico sujeto a múltiples manipulaciones, interpretaciones y de carácter indirecto como hace muchas décadas atrás, una de las causales de la antidemocracia.

Lo ocurrido fue un estallido motivado por una causa específica sin un plan de acción concreto a mediano o largo plazo, ya que si es considerada rebelión sería desde que iniciaron todas las protestas reprimidas a sangre y fuego contra el asesinato de afroamericanos por ejemplo, las que nunca pidieron el levantamiento, sublevación o rebelión del pueblo.

El análisis sobre este hecho es localista y corto puesto que la reflexión es que si se gime tanto y la llaman insurrección ¿por qué no piensan en el genocidio, masacres, golpes de estado, saqueo, etc., que han provocado durante décadas en el mundo? Es quejarse de tan poco proporcionalmente cuando se comete crímenes de lesa humanidad y sicariato internacional. Extrañamente (hipócritamente) cuando ocurrió en Hong Kong, USA alentó a los agresores como paladines de la democracia.

Es imprescindible develar la presunta democracia puesto que durante un siglo y medias las élites estadounidenses se han repartido el poder, sin dejar que corrientes alternativas prosperen y con una represión brutal a todo aquel que intente una visión progresista. Eso es autocracia disfrazada. No se puede mentir más porque esa es la verdad de un imperio que ha aterrorizado al planeta con sus acciones.

Finalmente, nadie puede dudar que la ley de compensación ha funcionado castigando a un individuo prepotente, desidioso, arrogante, autor intelectual de crímenes de lesa humanidad, explotador e inestable siquiátricamente como lo es Trump, lo que requiere estudiar el tipo de mandatario cada vez menos formado que llega a la Casa Oscura, llamada así por numerosos analistas al ser un centro de confabulación para el deterioro del progreso mundial.

El dicho es claro: ‘quien a hierro mata, a hierro muere’. Por tanto, la medicina mortal aplicada por Washington y sus élites transnacionales a medio planeta parece comenzar a acercarse peligrosamente a su interior y las deserciones se van notando, especialmente ahora que la Unión Europea tiene la oportunidad de liberarse un poco de las garras del águila imperial.

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