Las ratas abandonan el barco.

Juan Guaidó vive, día a día, el abandono propio de aquellos que en algún momento sirvieron a los intereses de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) y que la propia dinámica de la verdadera política venezolana lo deja hoy a la vera del camino.

 

 

Efectivamente, el abandono del buque golpista y desestabilizador, que tenía como capitán figurativo a Juan Guaidó comienza a concretarse. Josep Borrel. Jefe de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE) en un comunicado emitido el pasado miércoles 6 de diciembre señaló que el bloque multinacional europeo comenzará desde ahora “a mantener contacto con todos los actores políticos y de la sociedad civil, para devolver la democracia a Venezuela, incluido Juan Guaidó y otros representantes de la Asamblea Nacional saliente”. Ni líder, ni presidente ni diputado, y con una Asamblea que ya no es, que no existe. Es la expresión de una caída libre, sin freno alguno.

La Unión Europea le ha puesto la lápida a este verdadero títere estadounidense y lo ha hecho mediante un comunicado, que no deja lugar a dudas, que es hora que comience a ocupar el dinero robado al pueblo venezolano, para un exilio dorado en Bogotá, Miami o en alguna ciudad española donde su padre goza de bienes mal habidos (1) junto al padre de Leopoldo López, quien ocupa un cargo parlamentario ante el parlamento europeo por el partido popular español. Esto, mientras pueda, pues el objetivo apenas se tenga la oportunidad, debe ser juzgar a toda esta tropa de delincuentes disfrazados de opositores, por todos sus crímenes. La UE ha sido enfática al sostener, que ya Guaidó no recibirá la denominación de “presidente interino”, que ya no lo llamarán diputado – con toda lógica pues no ocupa curul alguno en la Asamblea nacional y más aún, consignan que aquella Asamblea donde Guaidó como diputado saliente, levantó su mano en una plaza caraqueña para autoproclamarse mandatario, es una “Asamblea saliente” y ello implica que ya no es, que salió, para quien no entienda el significado de ciertas palabras.

Es interesante constatar, que sólo unos días atrás, el 2 de enero pasado, el presidente Nicolás Maduro, en entrevista dada al periodista Ignacio Ramonet hizo un llamado a la Unión Europea, a sus gobiernos y políticos para promover el diálogo y la reflexión entre los sectores de la oposición venezolana, de cambiar su postura. Sostuvo el mandatario venezolano “la Unión Europea es responsable del extremismo de la oposición venezolana, al respaldar todas las políticas de “barbarie” apoyadas por Washington contra Venezuela. Buena parte que la derecha venezolana, la oposición entre en una política de sensatez, de participación, de diálogo, tiene que ver que esa Unión Europea que influye tanto en las mentes de esos dirigentes políticos, de ese sector”.

Un llamado medular, pues esta Unión Europa ha sido actor principal en el apoyo desestabilizador, reconoció a Guaidó como autoproclamado, desconoció las elecciones del 6 de diciembre del 2020 y se negó a enviar una misión de observación alegando “falta de tiempo” a pesar que se le había invitado meses antes. Una excusa bastante particular, pues si la memoria no nos falla, es cosa de recordar que esta misma Unión Europea sólo demoró 35 días en autorizar y preparar las acciones destinadas a preparar las fuerzas militares destinadas a invadir Libia, derrocar al asesinado presidente Muamar Gadafi y finalmente terminar fragmentando el país el año 2011. El tiempo es relativo, es un paradigma indiscutible diría un físico y que en el caso de la política parece ser refrendado en forma brutal. Una Unión Europea, que no esperó el silbato indicador del movimiento a concretar con Guaidó desde el entorno de Joe Biden, teniendo presente que no ha levantado el teléfono para mostrar el camino a seguir a partir del 20 de enero próximo.

Juan Guaidó, el autoproclamado presidente de un gobierno que jamás cuajó, que nunca pudo instalarse ni siquiera en una oficina de alquiler y que tuviera el reconocimiento de gobierno. Cuyos representantes en los países donde fueron nombrados terminaron acusados de actos de corrupción o tuvieron que dejar las funciones pues en general, cuando no se hace nada y las remesas de dinero se hacen cada día más escasas, hay que buscar la manera en que ganarse la vida. Este testaferro de Washington, aliado del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) vive hoy su camino cuesta bajo en la rodada.

Guaidó, en estas horas, vive la lenta muerte de aquel, estilo participante de algún reality (show farandulero televisivo) que tuvo sus quince minutos de fama y constata, con pavor, que ya ni siquiera el perro que acudía presuroso a recoger los bocados lanzados desde la mesa de la popularidad, se acerca a este virtual menesteroso de la política. Se cumple aquella idea de Donald Trump, dada a conocer en julio del año 2020, cuando sostuvo que era necesario dejar caer a este político que con todo el poder económico, financiero y político de Washington fue incapaz de llevar a término la campaña de desestabilización de Venezuela. Trump, en una entrevista dada a la cadena antichavista Telemundo sostuvo que Guaidó “está perdiendo cierto poder y lo que queremos es a alguien que tenga el apoyo de la gente”. Semanas antes, Trump afirmó, ante el medio Axios, que no tenía mucha confianza en Guaidó, y señaló estar dispuesto a reunirse con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro. Finalmente el agónico Trump se va y Maduro se consolida con más fuerza aún.  La diplomacia venezolana, con una agudeza que deslumbra, para sacudir esos pasillos de cancillerías y gobiernos tan llenos de óxido, aprovecho la insurrección en Washington para enviar un mensaje de solidaridad al pueblo estadounidense, recordando de paso, que está sufriendo aquello que suele ejecutar contra otros países.

La Unión Europea, con sus propios problemas internos y un tanto agotada de dar validez a grupos opositores venezolanos, que la única muestra de rapidez que dan es la velocidad con que han robado bienes y activos del pueblo venezolano, entregados dadivosa pero ilegalmente por la agónica administración estadounidense; comienza a alejarse de esta tropilla de rateros. El testimonio, como una especie de carrera de atletismo 4X400 ha sido tomado en forma principalísima por el patético Grupo de Lima, que como muestra de la realidad paralela que viven con relación a Venezuela, sacaron una declaración desquiciada.

Efectivamente, el día 5 de enero, tras la puesta en marcha de las sesiones de la Asamblea Nacional Venezolana, el grupo de gobiernos antivenezolanos, títeres de Washington, autodenominado “Grupo de Lima” emitieron un comunicado donde desconocen la instalación de la Asamblea nacional venezolana presidida por Jorge Rodríguez y que surgió tras las elecciones del 6 de diciembre del año 2020. Un comunicado donde, contradictoriamente si reconocen la vigencia de la constitución venezolana pero, a su vez en un intríngulis que desconcierta, sostiene “No reconocemos la Asamblea nacional pero reconocemos la existencia de la Comisión Delegada encabezada por su legítima Junta Directiva, establecida por la Asamblea Nacional, presidida por Juan Guaidó». Perdóname, Mario Moreno, Cantinflas por recordarte en esta circunstancia pero dicha declaración más que nunca reflota el famoso discurso cantinflesco.

La Comisión delegada existe en la constitución bolivariana en los artículos Nº 195 y Nº 196 pero sólo durante dos períodos en el año. La primera por treinta días y la otra por veinte días. Una creación que debe ser conformada por diputados electos, cuestión que en el caso de Guaidó no concurre con dicha obligación por tanto cumpliría una función inexistente. Una muestra más de la conducta errática, golpista, desestabilizadora y patética d ellos gobiernos de Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay, Perú que conforman esta asociación creada para delinquir, que con la agonía política de Trump han perdido su voluble brújula y no saben cómo viene el panorama con Joe Biden.

Las vocerías de este patético grupo de Lima usan la vieja receta de “una mentira repetida…” replicando día tras días que Venezuela y su gobierno, que las elecciones de diciembre pasado, no fueron transparentes, que la Asamblea nacional no es legítima, que esto, aquello, lo de allá y también lo de acá. Estas son, como se lo oí mencionar acertadamente a un amigo venezolano “puras etiquetas goebbelianas” Donde nada se trata de explicar, ni argumentar, sólo lanzar proclamas ¿Por qué afirman que las elecciones no son justas, libres, creíbles, democráticas, abiertas, informadas, participativas, vigiladas por organismos reconocidos entre otros puntos?  Por qué? No lo hacen, no lo explican porque si llegan a hacerlo, mostrarán a la luz sus propias jugarretas de intereses y que en realidad, estamos en presencia de una pirotécnica mediática con trasfondo geopolítico.

En Europa, ese continente cada día en franca decadencia, con democracias tuteladas por monarquías corruptas unas, salpicadas de escándalos palaciegos otras. Democracias donde pululan con privilegios que deberían ser inaceptables: reyezuelos, princesitas, lores, duques y otros títulos medievales dedicados a chupar la sangre de los Estados.  Esta Europa flagelada por Estados Unidos. OTAN mediante, para recordarles, día a día sus deberes, obligaciones y tareas mandatadas allende el Atlántico. En esa Europa tan deprimente, los mandamases son gobiernos en cuyos países se albergan poderosas transnacionales petroleras. Un desolado paisaje, inmoral, donde los intereses geopolíticos dominan las cuatro potencias petroleras sin petróleo. Holanda y su empresa Shell con posesiones coloniales en costas venezolanas. Inglaterra y la empresa British Petroleum con espurios intereses en la zona del Esequibo. Francia y su empresa Total con réditos en juego en cuarta región del mundo tengan petróleo, gas, con la seguridad que se instalará un conflicto armado. Unamos a los países mencionados a dos potencias segundonas como son España y Portugal. Todos ellos convencidos que el reparto del mundo, estilo Conferencia de Berlín, Acuerdo Sykes-Picot es todavía una realidad y para ello utilizan como testaferros de esos intereses al Grupo de Lima, gozosos de satisfacer las órdenes de sus amos.

Para el canciller Arreaza esta conducta desestabilizadora y patética del grupo de Lima refleja que “el grupete caduco aprendió mucho de su jefe en la Casa Blanca. Se parecen tanto que, aunque ya no existen y aunque su estrategia de agresión fue pulverizada por el pueblo venezolano, al igual que Trump se niegan a aceptar su derrota y se aferran torpemente a la nada”. Es evidente que el grupo de Lima trata de mantener vigente a este zombi político en que se ha convertido Juan Guaidó y ese apocalíptico donde sueñan con presidir un país que no existe y encabezar una Comisión Delegada de la Asamblea Nacional que es el organismo especial del Poder Legislativo de Venezuela que se encarga de las tareas correspondientes de la Asamblea Nacional cuando se encuentra en receso.

Alguien, un amigo, un cercano de confianza, tal vez su terapeuta o algún político o empresario estadounidense o europeo le debe decir a Guaidó, primero, que él no es diputado, segundo, que la Unión Europea ya no lo reconoce como presidente interino. Tercero, que la Asamblea nacional, en la cual él alguna vez cumplió funciones de diputado suplente es hoy “saliente” como la calificó la propia Unión Europea que alguna vez lo recibió con ramas de olivo. Cuarto, no existe asamblea nacional alguna en receso, está plenamente vigente y entró en acción el día 5 de enero. Todo lo demás es cuento, parafernalia política destinada a seguir llenándose los bolsillos del dinero y bienes venezolanos y ser parte de la política de máxima presión llevada a cabo por Washington contra la nación sudamericana. Más temprano que tarde el conjunto de ratas deberá abandonar el barco de la desestabilización contra Venezuela, ya comenzaron las primeras, en este caso, ratas de origen europeo.

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